Juan Luis Matilla regresa con un solo terapéutico al Teatro Central
El coreógrafo de la compañía Mopa estrena mañana 'Sad Dance Therapy', una exaltación del poder liberador de la danza que parte del ritmo de las salas de baile
Juan Luis Matilla, salmantino del 78 afincado en Sevilla, coreógrafo de la compañía Mopa, es uno de los nombres más interesantes de la danza andaluza. Desde que su propuesta junto a Raquel Luque -Mala suerte o falta de talento- ganara el primer premio del Certamen Coreográfico de Madrid en 2009, la expectación por cada uno de sus proyectos se ha multiplicado y siempre hay curiosidad por saber hacia dónde apunta o de qué fuentes se nutre. La respuesta a esos interrogantes la dará él mismo mañana y el domingo en la sala B del Central, donde estrena Sad Dance Therapy. Se trata de un trabajo en solitario, de casi una hora de duración, donde el intérprete baila, canta y se deja llevar por el ritmo irrefrenable de las pistas de baile.
"Es una pieza concebida como una sesión de danza-terapia. Se parte de la liberación de las emociones, paranoias y psicopatías a través del movimiento", explica Matilla, que convierte estilos como el acid jazz en su vía de escape a la tristeza y los pesares sociales, tan abundantes en días de crisis.
Las cinco canciones incluidas en esta pieza, todas ellas originales, pretenden así sanarnos, redimirnos de la pena y sacudirnos el miedo, emociones tóxicas que tienen, continúa, "un efecto acumulativo". Temas como My father works in a bank, Is dance therapy o Peak of oil contagian optimismo. Con ellos, Matilla invita a ponernos en el lugar del otro, a ser compasivos.
En el proceso creativo, el coreógrafo indica que ha manejado numerosas fuentes junto a sus compañeros de Mopa, "que nos han llevado a esas canciones, a esa estética". Entre las influencias más rotundas, cita el documental El siglo del individualismo de Alan Curtis y el concepto acuñado por Bill Mollison en los años 70, Permacultura, que se plasmó en otro documental titulado Peligro de escasez de comida.
El coreógrafo, que es además licenciado en Filosofía, ha leído también profusamente sobre el ocaso de la socialdemocracia para alumbrar esta obra "que quiere ser constructiva y no caer en el cinismo, que es un callejón sin salida. Mi visión aquí es más blanca y lúdica".
El público que acuda a la Sala B del Central mañana y el domingo (a las 20:00) se encontrará con una estructura de concierto, con una concertina y con recursos como una electribe y una armónica. "Hay una introducción que parte del chill out y el ambient para dar paso al drum'bass, acid jazz, tecnofunk...", explica Matilla, que no se da un respiro en toda la pieza, donde está siempre sobre el escenario, captando la atención del público, pero supeditando sus movimientos a la concertina y la voz humana. "Me apetecía mucho la experiencia de defender un espectáculo de principio a fin", confiesa antes de admitir que "bailar la misma música que estás reproduciendo ha sido todo un reto". Otro desafío, y en absoluto menor, ha sido encontrar un lugar idóneo para ensayar este trabajo. Por fortuna, han contado con una sala cedida gratuitamente por el Cicus, pero desde Mopa reivindican más apoyo a la danza. "Tan importante como las ayudas a esta disciplina es contar con espacios para ensayar hasta ocho horas seguidas" porque, insiste él, "las mejores ideas surgen cuando llevas seis o siete horas bailando sin parar y estás reventado".
Hoy y mañana, además, el Teatro Central estrena en su escenario principal (21:00) una nueva versión de Luces de Bohemia a cargo de la compañía La Perla 29, que dirige Oriol Broggi. Esta adaptación contemporánea del clásico de de Valle-Inclán, en la que participan ocho actores (Lluís Soler, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Manel Dueso, Camilo García, Marissa Josa, Jordi Martínez, Jacob Torres), recupera la feroz crítica del autor a la sociedad española de la época para ofrecer una esperpéntica visión de la decadencia de todo un país.
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