Órgia | Crítica de teatro

Mujeres de intramuros

La Rara afronta la historia del psiquiátrico de Miraflores desde una perspectiva de género.

La Rara afronta la historia del psiquiátrico de Miraflores desde una perspectiva de género. / Alejandra Amere

Con grandes aplausos y un gran cariño fue recibido anoche en el Lope de Vega (coproductor del espectáculo) el estreno del último trabajo de la compañía teatral La Rara, compuesta por Julia Moyano y Rocío Hoces.

En esta ocasión, las dos mujeres, que irrumpieran en la escena teatral con Si yo fuera madre, una premiada pieza en la que planteaban sus inquietudes como madres en el mundo actual, se han rodeado, para abordar el tema de los problemas mentales, de otras tres estupendas profesionales como son Nerea Cordero, Eva Gallego y Eloísa Cantón, actriz y violinista que se ha encargado del espacio sonoro de la obra, así como, fuera de la escena, entre otras, Irene Cantero lo ha hecho del eficaz diseño de luces y la bailarina Natalia Jiménez del movimiento escénico.

Un equipo cien por cien femenino para acercarse, desde una perspectiva de género, a la historia del célebre psiquiátrico sevillano de Miraflores. Un relato compuesto de pequeñas historias, contadas en primera persona por varias trabajadoras del centro, que nos muestra cómo las mujeres, sometidas a la autoridad masculina del padre o del marido, siempre tuvieron la peor parte.

La pieza, que empieza con una filmación en directo y otra de un programa de radio, recurre a distintos lenguajes, aunque sobresale el del teatro documental o verbatim, continuación de un proyecto de investigación anterior (Frenia) promovido por el Banco de Proyectos del ICAS.

Conjugando la actuación con el relato, La Rara nos cuenta cómo se encerraron en ese centro, clausurado definitivamente en la década de los 90 tras su anexión como unidad de salud mental al Hospital Macarena, a mujeres cuyos diagnósticos respondían menos a males de la mente que a comportamientos incómodos para sus familias o para la sociedad, apoyados por la Ley de vagos y maleantes de la época.

Nos hablan sin tapujos, aunque siempre de forma amable, del poder y la tiranía que ejercían las monjas, de las diferencias entre las pobres y las más pudientes y, en una estupenda escena, de la cantidad de pastillas que les daban, sin entrar en los crueles tratamientos que, según se ha sabido luego, se les administraba.

Tampoco entra la Rara, como muchos esperábamos, en la fragilidad mental de nuestro tiempo; una plaga agravada dramáticamente tras la pandemia, que bien merecería una profunda reflexión desde la perspectiva de género.

A pesar de todo, Órgia es un espectáculo dinámico que solo pierde un poco de ritmo –y de verdad- cuando las cinco mujeres, que llevan a cabo una interpretación realista, imitan los movimientos enajenados de las internas. Tampoco se ve demasiado clara la intención de ese desnudo colectivo final que nos muestra unos cuerpos sanos y hermosos, sin secuelas aparentes.

En cualquier caso, nos queda la invitación a denunciar y a saltar de forma comunitaria todos los muros que traten de encerrarnos. Como preconizaba aquel famoso concierto del que también se habla y que, con el nombre de ‘Salta la tapia’, llevó el rock andaluz a Miraflores en 1978, poniendo a bailar a todos sus habitantes.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios