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Cultura

Limón presume de amigos

  • El productor Javier Limón aparca sus colaboraciones con Paco de Lucía o Enrique Morente, entre otros, para presentarse en solitario con su tercer disco

Es la sexta entrega del sello Casa Limón, después de éxitos como Buika y, en medida menor, La Negra. Tercero de Javier Limón como compositor e intérprete y segundo en solitario (el primero, para el efímero sello Tablao, lo firmaba a medias con Niño Josele) de nuestro productor favorito. Limón se ha ido haciendo más social, menos intimista, y sin duda menos radical, con cada entrega. La música de El Sorbo, aquella entrega con Josele, era dulce y violenta. Limón, su segundo disco, era el álbum de flamenco-world music que toda madre querría para su hija, con colaboraciones de Paco de Lucía y Bebo Valdés entre otros.

Esa misma fórmula, un ramillete de composiciones propias con la ayuda de algunos de los grandes de la escena mundial, varios descubiertos por Limón como Buika o La Negra, es la que se repite en Son de Limón por vez tercera. Lo otro es aquí, básicamente, el son cubano.

Así el piano de Chucho Valdés nos saluda por bulerías en un tema dedicado al padre Bebo por Limón. Aromas de jazz latino y músicos con mucho oficio, de mucho estudio. Se echa un tanto de menos, como digo, la frescura y radicalidad de anteriores entregas. Letras de dulce en la dulce voz de Buika. Una obra perfecta, esterilizada y uperisada. Gozosa e intrascendente, que no es poco. Limón puede presumir de amigos. Aunque en el flamenco, ésa es la verdad, estamos (¿mal?) acostumbrados a morirnos cada dos días. Ésta no es una obra de muerte sino de tránsito callejero. Y donde no hay muerte a veces falta vida. Disco de productor, el Alan Parsons del flamenco.

Más no todo es fiesta, que también hay seguiriyas. En ellas Limón se postula como guitarrista. En este disco abandona definitivamente los teclados. La guitarra minimalista de Javier es la protagonista exclusiva de la pieza. Una guitarra al margen de todas las tendencias, ultra virtuosas, de la guitarra flamenca actual. Limón escancia leves melodías volanderas, plenas de ingenio, que hacen de la pieza una minucia de salón, acaso lo más digestivo del disco, lo que mejor nos evoca los tiempos épicos de El Sorbo y también las colaboraciones de Javier con Paco de Lucía. Austeridad, esencialidad. Seguiriya de fuerte acento rítmico, bailable, en deliciosos tonos mayores. Es la obra más íntima del disco, donde más y mejor se da su autor. Otro intimismo es el que domina en el bolero cubano, al que no le falta ni el tumbao final. Los tangos Lluvia de sal contienen la más bella secuencia de acordes de este disco, un motor por el que se dispara la guitarra de Javier y el bajo de Dany Noel, y un estribillo para dejarse llevar. El git, como su nombre indica, es la rumba (semisamba lo llama Javier) del disco, una frase (bueno dos) directa, reconocible, y una progresión melódica cantable, y un par de variaciones: Carlitos Sarduy de Cuba y Javier Limón de Madrid.

El Potito nos ofrece su estilo más característico, bulería. La búsqueda armónica sigue aquí el mismo modelo de austeridad de la seguiriya. Bulería con aire de pasodoble y bajo estilizado es Contraviento y más bulería De madrugá, también vocal con Rafael Jiménez.

Dos canciones: Agua de Limón, con las voces de Ramón Porrina y La Negra. Y Pregúntale al mar, también en forma de bolero o balada: son los saxos de Inoidel González y Roman Filiu los principales protagonistas, junto a la voz de Dan Noel, una bella melodía en la línea de la canción de autor cubana, con los melosos arreglos de cuerda como fin de esta fiesta íntima de los sentidos, con el tacto como anfitrión. Una gran canción, en el sentido clásico del término.

Más reposado, más convencional. Improvisación minimalista y arreglo convencional, de calidad. A lo que sumar las explosiones sociales, de más calidad aún. Ésa es la fórmula que resume el disco, más allá de los nombres de los amigos. Pero seguro que debajo de los adoquines está el mar de Cuba. Miles Davis con Gil Evans y Jaco Pasturius, Paco de Lucía y Bebo Valdes, Pablo Milanés y Van Van. Todas esas secuencias y consecuencias.

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