Arte

Manolo Cuervo, emblema del pop y del color

  • 'El buey sobre el tejado' es la nueva exposición del pintor, programada en la galería Berlín hasta el 30 de junio

Manolo Cuervo posa ante algunos de sus cuadros.

Manolo Cuervo posa ante algunos de sus cuadros. / Juan Carlos Vázquez

De un bar muy conocido en el barrio de la Alfalfa, en Sevilla, hasta otro, mítico, en el París de los años veinte del pasado siglo. Ese es uno de los recorridos que inaugura el pintor Manolo Cuervo en la exposición El buey sobre tejadoLe boeuf sur le toit, en francés-, título que es un homenaje a aquel cabaret parisino en el que se reunían autores de la vanguardia como Marcel Duchamp o Tristan Tzara. Pero con este título Cuervo también recuerda, a su vez, el uso que hasta hace tres años tuvo la galería en la que ahora se exponen estos cuadros de estilo pop –ese estilo tan personal de Manolo Cuervo-. "Cuando Jesús Barrera [el galerista] me propuso esta exposición me vino a la cabeza que la actual galería fue un bar de copas, el cual duró unos treinta años y por el que pasaron dos o tres generaciones. De inmediato también me acordé del bar Le boeuf sur le toit, y pensé que podía ser una exposición sobre aquel lugar, muy de la movida moderna del París de los años veinte. Allí paraban muchísimos intelectuales y muchísimos músicos, entre ellos Stravinski o la bailarina Isadora Duncan", desarrolla el pintor.

La muestra, por tanto, propone un doble tributo. Tributo al bar que ocupó la actual sala de la galería Berlín y tributo al cabaret situado en el distrito 8 de París e inaugurado en 1921. Igualmente, Cuervo sugiere un paralelismo entre dos tiempos, pues la galería Berlín fue abierta al público a principios de 2021, es decir, cien años después de la apertura de Le boeuf sur le toit. Este cruce de tiempos y de espacios, con todo lo que ello implica, nos sumerge en una propuesta en la que predomina el color –verdes, rojos, celestes, rosas- y la reminiscencia pop, con el inevitable recuerdo a Warhol.

Manolo Cuervo. Manolo Cuervo.

Manolo Cuervo. / Juan Carlos Vázquez

La música es otra disciplina que está muy presente en la exposición El buey sobre el tejado. Lo está en las guitarras Gibson Les Paul que figuran en los cuadros, o en los violines, también en las maracas. Lo está en la historia del propio cabaret, pues su nombre proviene de una obra del compositor francés Darius Milhaud. El músico ideó esta pieza en la época en la que trabajaba en Brasil, de secretario del embajador Paul Claudel. "A Milhaud lo llaman para trabajar con el embajador de Brasil al tiempo que le proponen hacer la música de una película de Chaplin. Cuando está en ello, el poeta Jean Cocteau sugiere a Milhaud que transforme la obra, y es así como surge El buey sobre el tejado, inspirada en la música brasileña. Es una música muy latina, de ahí las maracas que pinto en uno de los cuadros", explica Cuervo, quien añade que "esto también es un homenaje a lo que anteriormente era este edificio, el bar Berlín. Es un homenaje a lo que hemos vivido aquí, cuando veníamos con treinta años".

Otro detalle imprescindible para adentrarse en El buey sobre el tejado es el ojo que observamos en varias de las obras expuestas. Este ojo es un guiño a un cuadro de Francis Picabia, cuyo título es El ojo cacodilato. La obra alberga una historia curiosísima, en la que se resume el carácter de la vanguardia y del dadaísmo. Resulta que Picabia tan sólo pintó el ojo, en 1921, año de la inauguración del cabaret Le boeuf sur le toit. La obra, por aquel entonces, fue colocada en la pared del cabaret, y pronto llamó la atención de los numerosos artistas que por allí pasaban. Estos no dudaron en dejar su sello alrededor del ojo –firmas, estampas, frases-. Por lo que encontramos, rodeando la obra de Picabia, fotografías de Marcel Duchamp o la firma de Tzara, haciendo de este cuadro una propuesta colectiva, espontánea; una performance, en cierto modo extravagante. "El ojo de Picabia es un cuadro extrañísimo porque es como un libro de firmas de amigos. La historia de este cuadro viene de un problema que Picabia tuvo en el ojo, que fue curado con cacodilato. El cuadro me recuerda, por otra parte, a los grafitis de los cuartos de baño de los bares", concluye el pintor en una exposición en la que todo elemento tiene un motivo, un propósito. Nada es improvisado.

Cuervo junto a otra de las obras. Cuervo junto a otra de las obras.

Cuervo junto a otra de las obras. / Juan Carlos Vázquez

Un año de trabajo ha dedicado Manolo Cuervo a estos cuadros que son emblema del color y del pop. Son emblema de la vanguardia, de Dadá, de la música cuyas sus raíces se sostienen en la cultura popular, en el jazz. Estas obras se inspiran en el ocio de la noche, en las reuniones de los artistas del periodo de entreguerras, en los locales que cierran en esas horas en la que todo se empieza a ver y los ojos se quieren cerrar –como escribiera Manuel Machado-; la obra de Manolo Cuervo se inspira en aquellas conversaciones que el artista mantuvo en la Sevilla de los ochenta y los noventa con Frank Zappa o con Leonard Cohen. Ese es el contexto de esta serie de cuadros, los cuales dan voz a la familia Fratellini, al grupo Les Six, al poeta Cocteau, a George Harrison. O al grupo de la "mítica revista Figura, donde participan Barceló, Gordillo, Pérez Villalta", recuerda el pintor, quien por último aclara que, aunque apueste por la figuración, su estética bebe del expresionismo abstracto. Toda esta riqueza de homenajes culturales, con la firma de Manolo Cuervo, recorre la exposición El buey sobre el tejado, en la galería Berlín.

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