Marchita distribución

Crítica cine

Manuel J. Lombardo

16 de marzo 2010 - 05:00

Flor del desierto. Drama, Reino Unido-Ale-Aus, 2009, 120 min. Dirección y guión: Sherry Horman. Fotografía: Ken Kelsh. Música: Martin Todsharow. Intérpretes: Liya Kebede, Sally Hawkins, Craig Parkinson, Timothy Spall. Cines: Alameda, Avenida.

Esta Flor del desierto nos sirve al menos para ilustrar la debacle de la distribución independiente en España de un tiempo a esta parte. En el trecho que va del estreno de Moolaadé, del senegalés Ousmane Sembene, a este zafio filme de la británica Sherry Horman, comprobamos cómo una distribuidora como Golem, especializada en cine de autor (Von Trier, Haneke, Kaurismaki, Panahi, Kore-eda o Bilge Ceylan están en su catálogo) y películas para el circuito de versión original, ha renunciado definitivamente a un cine de cierto riesgo o interés formal para acabar claudicando, se dirá que por imperativos del mercado, a la fórmula impersonal y aséptica del world cinema de maneras planas, mensaje biempensante y discurso políticamente correcto.

No es casual que escojamos una cinta como Moolaadé, la primera de Sembene que se estrenaba (y posiblemente se estrenará) en nuestro país. No en vano, su película trataba, como esta Flor del desierto, sobre la ablación y la marginación de la mujer en los países africanos. Allí donde había una cierta mirada serena y rigurosa sobre el asunto desde la cercanía antropológica y el conocimiento de causa, en Flor del desierto todo deviene pura estética turística de telefilme de sobremesa con una narrativa simplificadora y maniquea, no hablemos ya del espantoso look acartonado de una ciudad de Londres que siempre parece un decorado, para enarbolar un discurso de denuncia con tufillo a ONG o a lema de Ministerio de Igualdad a propósito de la historia real de una hermosa joven somalí que salió de su país (ilustrado en flash-backs al más puro estilo National Geographic) con el clítoris mutilado para acabar triunfando en el mundo de la moda y luego aprovechar su éxito para reivindicar el asunto a través de una biografía de ventas millonarias y un emotivo discurso en las Naciones Unidas.

Son cintas como ésta, por la que vemos chillar a Sally Hawkings (Happy) y arrastrarse al gran Timothy Spall (Secretos y mentiras), las que todavía hacen grande al bueno de Ken Loach en el cine británico.

stats