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Cultura

María Pagés, la bailaora

Utopía. María Pagés Cía. Baile. María Pagés, Isabel Rodríguez, María Vega, Aloma de Balma, José Barrios (coreografía farruca), José Antonio Jurado, Paco Berbel, Rubén Puertas. Cante: Ana Ramón, Juan de Mairena. Guitarra: Fity Carrillo, Rubén Lebaniegos. Voz, guitarra y cavaquinho: Fred Martins. Chelo: Sergio Menem. Percusión: Chema Uriarte. Música: Carrillo, Lebaniegos, Martins e Isaac Muñoz. Iluminación: Pau Fullana. Dirección, esenografía, vestuario y coreografía: Paría Pagés. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Viernes, 7 de septiembre. Aforo: Lleno.

La farruca es el camino. Ahí sacó el mucho baile que tiene dentro. Apuntó cosas en el mismo sentido en los silencios del martinete, con la música sencilla y deliciosa de Fity Carrillo, y en las alegrías finales. Me refiero al silencio de las alegrías. Utopía puede ser el comienzo de un camino, pese a que las alegrías que cierran la pieza, sin duda lo más flojo de la representación, se titulan precisamente Fin del camino.

Utopía cumple con lo que se espera de un espectáculo de María Pagés: coreografías sencillas pero efectivas, bien ejecutadas y perfectamente resueltas, amables transiciones, puesta en escena no muy arriesgada pero funcional, vestuario natural, aliado de los intérpretes y generoso con el público, escenografía solvente, en este caso colaborando en algunas secciones con la coreografía, buenos movimientos de grupo, pulcritud en la puesta en escena. Lo que se dice un trabajo bien hecho. Y, en lo que a la intérprete se refiere, torsiones inverosímiles, extremidades que parecen no tener fin y un vestido rojo y ceñido, en este caso en el martinete. El nuevo camino, del que Utopía no es exactamente punto de partida porque ya en obras anteriores de la sevillana estaba presente, el camino de la farruca, es la austeridad.

Ahora le sientan mejor los leggins que el vestido rojo y ceñido. La primera parte del espectáculo es un impulso intimista y septentrional, un paisaje desnudo, una tenue luz hacia dentro, el espejo insoportable en que reconocernos. La nada, el silencio. Pagés es una bailaora resultona, graciosa, inteligente, seductora y colorista. En esta obra ha renunciado a parte de su luz, de sus colores, a esos detalles de picardía, humor. Ha renunciado, en una medida, al ingenio. Pero lo que se apunta en este inicio del que hablo se va diluyendo y, conforme avanza la obra, Utopía se parece más a otros espectáculos de María Pagés, de los que coge, incluso, algunos recursos como el de los abanicos de la guajira. Me gusta mucho la María Pagés graciosa, vivaz, dicharachera, ingeniosa. Pero creo que la propia intérprete es consciente de que, para seguir adelante, es necesario internarse con resolución por el camino del vacío y la muerte, el silencio, la nada. Atreverse a entrar en una senda que, por ahora, permanece meramente apuntada. Llegará a ser barroca, ingeniosa, vivaz, lo que ella es. Pero a todo artista le llega el momento de enfrentarse a su máscara y a su reverso. Y la máscara de Pagés lleva ya un tiempo avisando. No será Angelita Vargas o La Farruca, ni lo pretendiera, como dice la copla. Pero, con valentía, puede llegar a ser María Pagés. Me refiero a la artista María Pagés, la bailaora.

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