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Medina Azahara | crítica

El doble filo de la nostalgia

  • El miércoles tuvo lugar en el patio de la sede de la Fundación Cajasol, organizado por la Cadena Cope, el concierto 'Triana pasa por Medina Azahara', en el que la banda cordobesa revisitó algunas de las míticas canciones de los sevillanos y repasó algunas otras de su propio repertorio

Medina Azahara

Medina Azahara / José Ángel García

El concierto que el miércoles por la noche tuvo lugar en el patio de la sede de la Fundación Cajasol, organizado por la Cadena COPE, para promocionar la cultura y la música de Andalucía, en el que Medina Azahara unía su arte al de Triana, para ofrecernos el espectáculo Triana pasa por Medina Azahara, en realidad resultó más bien un acto institucional de la cadena de emisoras; un acercamiento personal, cercano e íntimo con la banda cordobesa, como lo definió Joaquín López-Saez, director regional de COPE Andalucía, en las palabras previas al público asistente, que ocupó todos los asientos dispuestos en el patio, dirigido sobre todo a sus clientes, anunciantes, patrocinadores, además de autoridades locales y anfitriones de la fundación. Entre los oyentes más avezados, supongo que de Cadena 100 y sobre todo Rock FM, que habían soportado algunas colas en mitad de este frío que tenemos, se repartieron también algunas invitaciones y ellos fueron los que más se hicieron notar, en la parte de atrás, con sus aplausos y coros, dando fe de que estaban allí porque realmente les interesaba la propuesta musical.

La Cadena COPE había organizado este concierto en dos ocasiones anteriores, la primera en el Museo Carmen Thyssen de Málaga, en noviembre y después a los pies de la Alhambra, en diciembre. Esta tercera vez era ya la última en la que Medina Azahara iba a interpretar las canciones de Triana, como parte de la gira promocional de presentación del disco Llego el día, compuesto por versiones del grupo sevillano. Y con tanta exactitud recreó Medina Azahara a Triana -pongamos en ON el modo ironía- que hasta pudimos vivir el ambiente de aquellos conciertos primerizos de la banda de Jesús de la Rosa, en los Salesianos de la Trinidad y de Triana, en el Hielotrón, en los que este ponía cara de asombro al escuchar los sonidos que conseguía sacar de su sintetizador y la calidad del sonido de los conciertos era directamente proporcional a la de los cables que compraban en Electrofil. Esta noche Manuel Martínez ponía cara de extrañeza ante los gazapos sónicos que se escapaban o de alguna base que no se correspondía con la canción que iba a interpretar, lo que le hizo abortar su entrada en la primera canción, repetir en el primer bis porque el micrófono no iba y tener que ser atendido desde la cuarta canción -mientras Manuel Ibáñez y Paco Ventura iban improvisando acordes con su teclado y su guitarra- hasta el final por una auxiliar, que entre un tema y otro le iba arreglando algún desajuste en el atril, donde tenía un dispositivo electrónico en el que parecía tener el orden de las canciones y las letras, algo que me pareció muy extraño, toda vez que el disco con las canciones de Triana tiene ya más de un año y no debía Manuel tener necesidad de estar sentado leyéndolas. Eso, junto a citar el título y a cantar Sentimiento de amor, poniendo en plural la primera palabra, algo que nunca haría un fan trianero de verdad, me hace pensar que el acercamiento de Medina Azahara a Triana está basado en el comercio más que en el amor, aprovechando el tirón espectacular que tuvieron cuando hicieron la versión de Llegó el día durante la pandemia.

Precisamente la revisión de esa canción, Llegó el día, quizás por ser la más trabajada, la que encierra más cariño por parte de Medina Azahara, fue el punto álgido de la noche; el momento en que mejor sonó Medina Azahara en su conjunto, con unas segundas voces de Ibáñez y Ventura de gran belleza. También me sorprendió eso; no voy a decir que Martínez es un mal cantante a estas alturas, aparte de que la deontología periodística no permite mentir -el modo ironía sigue en ON- sin embargo cuando más luce su voz es cuando va acompañada por la de los otros dos. Y eso quedó patente aquí en la interpretación de sus canciones propias, en las que además pudimos disfrutar de los solos de guitarra de Ventura, que en las versiones de Triana no existieron.

Paco Ventura y Manuel Martínez Paco Ventura y Manuel Martínez

Paco Ventura y Manuel Martínez / José Ángel García

El concierto comenzó con una de las mejores canciones de Triana, En el lago, y siguió más a trancas que barrancas, sin llegar a crear una atmósfera apropiada, en parte porque con excepción de la canción mencionada, las otras tuvieron unas versiones que no fueron ni chicha ni limoná, es decir, que Medina Azahara no se las llevó a su terreno ni tampoco las tuvimos de la manera fiel en que suenan dentro de nuestras cabezas, ya sabemos que los homenajes los carga el diablo; y en parte también por las largas parrafadas de Martínez entre una canción y otra, totalmente innecesarias porque aquí en Sevilla todos sabemos lo que significó Triana, cómo abrió las puertas al rock andaluz, cómo su música fue representativa de una tierra y un país, y bla bla blá, sin que hubiese que repetirlo una y otra vez, restando al concierto la continuidad necesaria para disfrutar de él.

Siguieron con Luminosa mañana; después con las dos canciones del segundo disco que no escribió Jesús, sino Fernando Roldán: Sr. Troncoso y Sentimiento de amor; luego con Llegó el día y con Una noche de amor desesperada, para la que subió al escenario con ellos Mariani Molina, una de las locutoras de la COPE, aunque de manera testimonial, porque el vozarrón de Martínez -y que apenas apartaba de su boca el micro que compartían- hizo que no se le escuchase nada en absoluto, y terminaron el repertorio trianero con la inevitable Tu frialdad, que a la hora de los la la lás contó con unos coros por parte del público tan desangelados y fríos como el título de la canción y el ambiente invernal de la noche.

Una vez cumplido el homenaje a Triana, comenzó Medina Azahara con el suyo propio. Introdujeron Córdoba diciendo que en 2003, cuando todos daban por muerto y enterrado al rock andaluz, ellos demostraron que no era así, ganando no se qué concurso con esta canción; siguieron con Siempre estarás en mí y terminaron el set con Necesito respirar, canciones con las que de verdad hicieron justicia al importante legado que mantienen desde hace más de cuarenta años. Salieron para interpretar un par de bises con las canciones más conocidas de su carrera, Paseando por la Mezquita y Todo tiene su fin, la canción original de Los Módulos a la que le dieron una segunda, larga y fructífera vida; y ya se despidieron definitivamente. La nostalgia es un arma de doble filo, y esta noche quedó evidenciado. Menos mal que contando con instrumentistas de la talla de Ventura e Ibáñez nada puede salir mal… del todo. Ibáñez, por cierto, parapetado tras su consola desde la que manejaba los teclados y lanzaba bases con los sonidos programados de bajo y batería, fue el que pareció pasárselo mejor y el que más humor le echó a la oficialidad del asunto.

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