Mercedes de Córdoba | Crítica

Que mande la columna vertebral

Mercedes de Córdoba en la Bienal de Sevilla / Antonio Pizarro

Es la primera vez en lo que llevamos de festival que disfruto de un baile por soleá completo. Sin interrupciones, sin fragmentar. Sin complejos. Toca Juan Campallo, canta Enrique el Extremeño. Baila Mercedes de Córdoba. ¿Se puede pedir más? Aquí no cabe sino acomodarse en la butaca y disfrutar. Que sea la columna vertebral la que se adueñe de la situación. El puro placer. No hay que pensar, no hay que desmenuzar, no hay que luchar. Solo gozar.

Es un baile a la antigua usanza, que alcanzó su fisonomía definitiva en los años 60 y 70 del siglo pasado, y que sigue siendo hoy mayoritario, aunque no, como digo, en esta Bienal. Se trata de bailarle al cante, a la guitarra. Al cante. Cante enjundioso, concentrado. A cargo de un profesional, Enrique el Extremeño, que es un tótem de este arte, el del cantarle al baile, con el que lleva toda la vida comprometido. Un tótem de esta forma de entender el baile. Y también para esta intérprete, a la que ha visto crecer como artista.

Es precisamente a partir de la soleá que el espectáculo da un vuelco y se convierte en un puro disfrute. A partir de este momento vemos por fin a los músicos y se difuminan las brumas. La escena se ilumina. Y también nuestros corazones. Disfrutamos, asimismo, con las cantiñas con mantón y bata de cola. Con el mantón especialmente, con el que la bailaora hizo virguerías en complicidad con su cuerpo de baile. Y en el cuplé por bulerías, de nuevo con el cante esencial de Enrique el Extremeño. Soleá, cantiñas y cuplé por bulerías fueron los tres momentos más emotivos de la noche. Pero la propuesta tiene otras cosas. Porque la larga fiesta nupcial con la que remata Mercedes de Córdoba su propuesta es una gozada de ingenio, humor, buen cante, buen toque, buen baile. Incluyendo un largo número de percusión divertidísimo en el que el compás es el vehículo del humor. El número Olvidadas tiene también unos fragmentos por seguiriyas (mezclados tarantos y peteneras, también muy gustosos) con castañuelas de mucho mérito a cargo de Águeda Saavedra, que, por otra parte, derrocha sentido del humor en el número de percusión del que hemos hablado, razones que motivaron su obtención , con todo merecimiento, del premio Artista Revelación del último Festival de Jerez. El Extremeño derrochó emoción y Pepe de Pura dulzura. Corbacho afinación y elegancia.

Paco Vega y El Oruco fueron el sostén rítmico de este edificio. Y ¿qué decir del arte de Juan Campallo? Pues que sigue, estimula, desarrolla y glosa todos los estados de ánimo de la bailaora, de las bailaoras, del espectáculo.

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