La Moneta defiende las raíces del baile en los Jueves Flamencos
l Lo que trae el aire. Sala Joaquín Turina, Calle Laraña, 4. A las 21:00. La bailaora granadina interpretará hoy un recital clásico en 'Lo que trae el aire'
Ni familia, ni raza, ni afición, ni ambiente. Fuensanta La Moneta (Granada, 1984) se hizo bailaora flamenca porque así lo sintió después de ver una película de Carmen Amaya en televisión. Tras contemplar la fuerza de La Capitana sobre el tablao comprendió que ese impulso artístico que sentía desde chica por dentro era flamenco.
Así lo explicó ayer durante la presentación del recital Suite flamenca. Lo que trae el aire que interpretará en la sala Joaquín Turina de el Centro Cultural Cajasol dentro de la programación de los Jueves Flamencos, que coordina Manuel Herrera. Para la ocasión, La Moneta se acompañará del cante de Miguel Lavi, Enrique El Extremeño y David El Galli y la guitarra de David Carmona y Rafael Rodríguez. En este regreso a Sevilla, La Moneta, Fuensanta Fresneda Galera en el carné, representará un recital clásico que arrancará con una soléa instrumental que dará pie a farrucas, soleás por bulerías y seguiriyas para concluir con un fin de fiesta donde la de Granada hará gala de su temperamento y técnica.
En realidad, este espectáculo está concebido como una actuación clásica en la que la bailaora y sus músicos presentarán un reparto de palos clásicos que invocarán el duende que esta joven gitana aprendió de sus referentes. Tres mujeres, reflejo de tres épocas de su vida, y dos maestros forman esos pilares sobre los que descansa el arte del baile de La Moneta. Sus modelos son Carmen Amaya, Manuela Carrasco y Eva Yerbabuena, a las que la artista considera las máximas exponentes de sus respectivas generaciones. A ellas suma la maestría que han ejercido en su baile Matilde Coral, de la que aprendió su braceo, y Javier Latorre, que le transmitió su sentido coreográfico.
Su baile, clásico pero siempre original, responden a una vocación temprana. Con ocho años, convenció a su madre para que le apuntara a una cademia, la de Rosa Mari, y a los diez pasó a la de Mariquilla. Con doce, esta joven de gran belleza empezó a bailar en las cuevas del Sacromonte. Y a los quince, dejó su Granada natal para darse a conocer por diferentes salas de Madrid. La herencia de sus referentes, sumado a un enorme respeto a la tradición, la han convertido hoy en uno de los valores jóvenes del baile flamenco con más futuro.
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