Niño de Pura | Crítica

Como decíamos ayer ...

El guitarrista presentó su nuevo disco en el Teatro Central de Sevilla.

El guitarrista presentó su nuevo disco en el Teatro Central de Sevilla. / Álvaro Carmona

El Niño de Pura es un tocaor muy físico, un virtuoso de la técnica y el ritmo. Presentó en el teatro Central su nuevo disco, Pura gloria. Lo que más me gusta de este guitarrista son los temas cantables que articulan sus composiciones, entre las intrincadas falsetas y los arreglos. Luego vienen los picados de vértigo, las escalas a toda velocidad. Todo lo que toca está ejecutado con precisión y limpieza. Conoce perfectamente su instrumento y técnicamente es impecable. Decía el Niño de Pura que han pasado 16 años desde Pozo y caudal, su anterior entrega discográfica y, sin embargo, parece que fue ayer. No encontramos diferencias entre el lugar en el que suspendió su discurso y aquel en el que lo ha retomado. Su música es la del frenesí, la de la velocidad. Esa que caracterizó a la guitarra de los 90 y que todavía hoy sigue siendo, en buena medida, dominante. Aunque ciertamente se atisban señales de cambio. Nada permanece, ¿verdad?El grupo está hecho a su medida con dos cantaores desbordantes incluyendo la joven Pura de Pura con la que el tocaor se puso al servicio del cante. Y es que el Niño de Pura es un excelente profesional del acompañamiento de la voz, como volvió a demostrar. Pura de Pura encontró en la granaína el mejor vehículo para su lucimiento. El Churumbaque, por su parte, aportó el contrapunto vocal en los estilos festeros.En algunos pasajes el acompañamiento se acerca al pop, incluyendo la batería progresiva de la farruca. El bailaor obedece también a las mismas exigencias estéticas de rapidez y virtuosismo rítmico.

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