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El hombre más solo | crítica

Paco Pérez Valencia, un alegato en favor del arte

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Nuevas obras del artista, profesor y museógrafo Paco Pérez Valencia.

Nuevas obras del artista, profesor y museógrafo Paco Pérez Valencia.

A fines de los sesenta apareció en Francia una tendencia artística, de vida corta pero intensa, denominada Support Surface porque insistían en la dimensión material de la pintura. Querían independizarla del sentir del artista y el espectador, de la anécdota y la referencia, y convertirla en una experiencia elemental: una pintura reducida a sus componentes básicos, el soporte y la superficie. Por su voluntad de abstracción y su decidido materialismo el profesor Simón Marchán Fiz los llamó hijos de Barnett Newman y Karl Marx.

Hay en la muestra de Paco Pérez Valencia (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1969) ecos de esta fugaz tendencia porque emplea en tres ocasiones el lienzo suelto, sin bastidor. La intención de Pérez Valencia está lejos de la de aquellos franceses, pero la renuncia al bastidor funciona en esas tres obras, las más interesantes, quizá de la muestra.

Una de ellas es un retrato de Pier Paolo Pasolini. La figura del cineasta y ensayista surge desde abajo, a la izquierda del lienzo y logra definir por sí sola el espacio pictórico que permanece totalmente vacío aunque muy trabajado pictóricamente.

La segunda obra, de parecidas dimensiones, es un estudio de color aunque, como ocurría con este tipo de trabajos en Turner, podría ser un paisaje. La gran mancha anaranjada, abajo, la banda azul del centro y los tonos rojizos arriba, podrían en efecto abrir un panorama, aunque la fuerza del pigmento deja la pieza en una ambiciosa abstracción.

El tercer lienzo, colgado junto a la puerta de la oficina de la galería, lleva inscrito un breve texto "el hombre más solo", que da nombre a la exposición. Podría ser un título pero también un escueto poema que invita al espectador a relacionarlo con la elaboradísima pintura. Hecha con técnicas muy diversas, la gran mancha tiene ecos informalistas pero también puede verse como atrevido paisaje, porque los ojos poco a poco, en la misma fortaleza de la mancha, van descubriendo un sinfín de flujos, agitaciones y ritmos.

La muestra es un alegato a favor de la de la pintura y el arte en un tiempo, el actual, donde casi nada se salva del tedio de la mala prosa. De ahí que, juntas, las tres obras adquieren pleno sentido. Querría, no obstante, hacer una observación: quizá los tres cuadros ganarían fuerza liberados del marco de lienzo que los rodea. Tendrían la densidad de un segundo muro.

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