Pastora Galván muestra en Cajasol su baile más sevillano

Decía ayer Manuel Herrera, que con tanto acierto sigue programando los Jueves flamencos de la Fundación Cajasol, que "pensar en Pastora es pensar en Sevilla, o más aún, en el baile de Triana y de trianeras como Pepa La Calzona".

Y debe de ser que Pastora Galván, nacida en el barrio sevillano de la Macarena, en 1980, es la reencarnación de alguna de esas viejas que paseaban sus delantales por Triana porque, si no, no se explica ese temperamento casi salvaje en una bailaora que ha vivido el flamenco entre el clasicismo de sus padres (José Galván y Eugenia de los Reyes) y el del Conservatorio de Danza y, más tarde, en feliz convivencia con el vanguardismo de su hermano Israel, colaborador directo de sus más célebres trabajos, La Francesa y Pastora.

Esta noche la artista quiere ser ella y nada más y para ello, al estilo más tradicional, con un cantaor (Cristian Guerrero), una guitarra (la de Ramón Amador) y las palmas de Bobote, pretende adueñarse del escenario de la Sala Joaquín Turina y no bajar de él hasta que haya dado todo lo que lleva dentro en forma de siete bailes: pregón, seguiriya, mariana, fandangos naturales, soleá por bulerías, tangos y unas bulerías para rematar. Un generoso programa que sus acompañantes completarán con un martinete, una soleá y una minera. "Estoy tan contenta de bailar en Sevilla que quiero hacer una maratón de flamenco, un espectáculo sin argumento pero con todo hilado, según la afinidad entre los distintos estilos. Voy a estar todo el tiempo en escena y a mostrar lo que es mi baile, fundamentalmente tradicional aunque con partes más modernizadas, es decir, con movimientos más lineales, o más galvánicos para entendernos", afirmaba esta joven y a la vez añeja bailaora, que no para de recorrer el mundo con su arte y que en breve comenzará a trabajar en el nuevo y gran proyecto que piensa presentar, también en solitario, en la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla.