Cultura

Peeping Tom explora en el Central los mundos paralelos del pensamiento

  • La compañía con sede en Bélgica representa hoy y mañana en Sevilla 'Se alquila (A louer)', un espectáculo que plantea las "bifurcaciones" entre lo real y lo subjetivo.

Por los mundos oníricos por los que transitan sus criaturas, por su capacidad casi cinematográfica de facturar imágenes sugerentes, también por ese humor inteligente e incatalogable, a los responsables de Peeping Tom siempre les señalaban el parecido de sus propuestas con el sello del director David Lynch. Ellos, la argentina Gabriela Carrizo y el francés Franck Chartier, que lideran el grupo, no negaban la influencia del autor de Terciopelo azul en esas coreografías interesadas en partir de la realidad para explorar una dimensión paralela, que analizaban la intimidad de las personas con una lupa que subrayaba lo inquietante y lo absurdo de la vida. Ahora, la compañía con sede en Bruselas regresa hoy y mañana al Central -donde se vio íntegra su trilogía compuesta por Le Jardin, Le Salon y Le Sous Sol, y donde se celebró el estreno en España de 32 rue Vandenbraden- con Se alquila (A louer), una obra que reflexiona sobre lo provisorio y en la que el espectador reconocerá un guiño al universo de Twin Peaks: unas grandes cortinas rojas tras las que se desarrolla la acción.

Carrizo y Chartier, convertidos ya en creadores destacados de la escena europea -no en vano vienen de colaborar con nombres de la talla de Alain Platel y Les Ballets C de la B, Rosas y Needcompany-, comenzaron a trazar su nuevo montaje con una idea. Querían trasladar el concepto de alquiler "entendido como algo efímero" a las cosas, a las relaciones entre las personas. "Uno piensa que tiene algo, pero no es así en realidad; todo se desvanece, desaparece", expone Carrizo sobre su producción. El proceso de gestación duró unos ocho meses, "porque estábamos de gira con otra obra", y el material que inicialmente se centraba en "esa cuestión de lo incierto, de lo provisorio" fue "derivando" y quedó "mucho más abstracto, menos concreto que los trabajos anteriores". Sobre el escenario hay "dos historias que se entrecruzan", las de un ama de casa y una cantante, dos mujeres a través de las que se emprende "la búsqueda de mundos paralelos", que sirven para "ir a la cabeza de los personajes"; el público es testigo de una serie de escenas que ocurren en el pensamiento de sus protagonistas. Se alquila se revela así como un viaje que plantea "bifurcaciones" entre lo subjetivo y lo real, una divagación sobre la relatividad del tiempo. "Tú puedes estar en un sitio, pero te pones a pensar en otras cosas y entonces el tiempo tiene otra dimensión", dice la coreógrafa.

En todo caso, una producción de Peeping Tom no puede medirse por el argumento, sino por otros factores como la atmósfera sensorial, la poderosa plasticidad que la compañía consigue en sus montajes. El espectáculo total: como creadores con curiosidad por diversas disciplinas, los directores intercalan momentos de baile o performances con diálogos teatrales, composiciones de clásicos con un espacio sonoro moderno... Una conjunción de factores por la que la propia Carrizo no sabe precisar a qué genero adscribirse, como si la etiqueta de danza-teatro fuera demasiado reduccionista. "Cuando uno quiere romper fronteras resulta difícil definirte luego. Para mí, es una propuesta en la que hay actores, cantantes, bailarines. Lo importante es que todo se pone al servicio de lo que quieres comunicar", explica la directora argentina, que reivindica la parte de experiencia propia que tienen sus obras. "Uno va al escenario, pero al mismo tiempo está lleno de todo lo que está viviendo, trae su vida, lo que le ocurre en su casa". A su modo surreal y libre, Peeping Tom habla de historias en las que el público puede reconocerse: cualquier espectador sabe que el pensamiento invita a menudo a otras dimensiones, ésas donde el tiempo pierde su hegemonía.

Se alquila (A louer). Peeping Tom. Hoy y mañana, en el Teatro Central, a las 21:00. Entradas a 17 euros.

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