Phaedrus | Crítica

En los aposentos de Enrique VIII

Una perspectiva del concierto de Phaedrus

Una perspectiva del concierto de Phaedrus / Lolo Vasco (Iglesia de San Luis)

La privilegiada intimidad de la pequeña iglesia de San Luis permitió ayer al público del Femàs adentrarse en uno de esos mil mundillos que se encierran en el cofre de la denominada música antigua: el de la música de las cámaras de la corte de Enrique VIII, y en concreto la polifonía interpretada por conjuntos de flautas traveseras, de las que el monarca poseía nada menos que setenta y dos.

El privilegio se extendió a la calidad de los intérpretes. Multinacional, basado en la académica Basilea y sin embargo expansivo y espontáneo en su acercamiento a la música, el conjunto Phaedrus, liderado por Mara Winter, dio una lección sobre cómo afrontar este repertorio, tan ajeno a la estética musical moderna, y tan basado puramente en la melodía (por sí y por el contrapunto generado al combinarlas).

Excelente flautista, de sonido bello y poderoso pero limpísimo, Winter cuidó con detalle el fraseo con la debida vivacidad rítmica (muy bien entendido Ortiz, por ejemplo) y disminuciones ornamentales adecuadas al instrumento, de buen aire improvisatorio. Sus compañeros de atril no le fueron detrás, con concepto compartido, muy buen trabajo de conjunto y afinación impoluta.

Siempre es notable cantar al tiempo de conducir el acompañamiento laudístico, como hizo Emma-Lisa Roux, aunque su instrumento palideciera un tanto ante el consort de flautas. Su voz tiene personalidad propia, algo muy de agradecer hoy, y una pureza muy adecuada al repertorio renacentista.

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