ROSS. Concierto de Año Nuevo | Crítica

Ritmos y emociones para 2021

Marc Soustrot dirigiendo a la ROSS en el Concierto de Año Nuevo.

Marc Soustrot dirigiendo a la ROSS en el Concierto de Año Nuevo. / Guillermo Mendo

Un Concierto de Año Nuevo es siempre un canto a la esperanza, un brindis por que la vida sea generosa en emociones gozosas y el tiempo, ancho y compasivo. En momentos como los que vivimos, más que nunca. Para oficiar esta especial ceremonia, la ROSS escogió esta vez al maestro lionés Marc Soustrot, un director que ha mostrado siempre afinidad con el conjunto y una muy especial sensibilidad con el color.

Oportunidades tuvo de mostrarlo, enseñando a la vez una magnífica mano para el ritmo, otra parte esencial de estos conciertos, que asomó desde el principio, en una amplia selección del ballet que Manuel Rosenthal ensambló en los años 1930 con música de Offenbach para el coreógrafo Leonid Massine. Como en otras ocasiones, la ROSS no centró su celebración en la música vienesa, buscando otros pinceles que dibujaran valses (Chaikovski) y marchas (Berlioz), casi inevitables en estas citas.

Si el equilibrio entre las familias instrumentales fue apreciable desde ese Offenbach del arranque, la orquesta brilló especialmente con las sutilezas polícromas de El aprendiz de brujo y con los contrastes de la Farandole de La Arlesiana y esa fingida pompa del arranque que se contamina pronto del ritmo con resabios populares del segundo tema. Volátil y grácil resultó el segundo movimiento de la Patética de Chaikovski, un vals trazado con toda la flexibilidad que requiere el género, de la que se benefició también un Danubio azul más moderado que efervescente. Acaso las limitaciones de duración de los conciertos aconsejaron una sola propina, la popular Marcha Radetzky y sus palmas. ¡Feliz Año!

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