Era el concierto número 2.416 de la ROSS según el cómputo que reza en el programa de mano de este programa. A treinta años de distancia, echando la vista atrás sin nostalgia, la vida musical de Sevilla no habría sido lo mismo en estas décadas sin nuestra orquesta. Con sus más y con sus menos, el balance es extraordinario, sobre todo sabiendo de dónde veníamos.
Reproduciendo casi en su totalidad el programa inaugural, Soustrot volvió a mostrar la gran sintonía que mantiene con la Sinfónica desde hace muchos años, a la vez que su fino sentido del color y del fraseo, especialmente en un programa tan francés como éste. Y ponemos en cursiva lo de francés porque ambas obras del programa muestran inequívocos perfiles galos. Turina vierte sobre su fresco evocador de Sevilla toda la finura y el color de la orquestación francesa, especialmente la de Dukas, aprendida en su años de formación parisinos. Soustrot así lo supo recalcar, con una dirección atenta siempre a los juegos tímbricos, a las gradaciones fraseológicas y al desarrollo elegante de las frases. Y todo ello con una enorme claridad en las texturas y sin forzar nunca las dinámicas. A destacar el soberbio pasaje, por sedoso y empastado, de los chelos en Por el río Guadalquivir.
El sentido del equilibrio entre claridad y fuerza expresiva se manifestó en alto grado de excelencia en Cuadros de una exposición, pieza en la que Soustrot volvió a sacar los colores franceses de la orquestación de Ravel. El dramatismo contenido pero no menos expresivo se combinó con la monumentalidad sonora de una orquesta muy inspirada.
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