DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

exposición | regresa a la pintura tras años centrado en el dibujo

Ricardo Cadenas, rastreador de imágenes

  • El creador sevillano desvela las causas que le han hecho amar el arte en su nueva muestra en La Caja China, una colección de 12 lienzos, papeles y 'collages' generosa en sugerencias

"Lo mejor de todo es el trabajo en el estudio y lo que en torno a él sucede: los libros y artículos que lees, la música que suena, las conversaciones con los amigos pintores y esa alquimia increíble que se da en el arte entre elementos objetivos y racionales y esos otros que tienen que ver con lo más salvaje, sensual, subjetivo y físico". Ricardo Cadenas, sevillano de 1960, expone hasta el 30 de enero sus últimos trabajos en la galería La Caja China, una colección de 12 pinturas, collages y dibujos. Pero sigue pensando en el estudio de Triana que queda atrás, donde en las últimas semanas sonaba a menudo El Niño, el disco de la cantaora onubense Rocío Márquez "que me ha hecho recordar muchas noches de buen flamenco compartidas con mi padre, a quien Marchena por fandangos le parecía gloria bendita". El álbum de Márquez le interesa por lo que sugiere y no dice directamente, una cuestión sobre la que volverá una y otra vez al referirse a su propio proceso creativo en Arqueología. "Me gusta mucho también el trabajo artístico que ha hecho Pedro G. Romero para el disco, con el cariñoso homenaje a Rafael Agredano, y los textos que ha preparado".

A Cadenas le apasiona el flamenco. También los toros, de los que es asimismo un gran conocedor, aunque ya no frecuente la Maestranza -para la que firmó uno de sus carteles de la temporada de abono- como en los días en que era dibujante taurino del diario ABC y retrataba a glorias del coso que aún se asoman por las paredes de su lugar de trabajo, ese refugio donde como en un altar cuelgan dos creaciones del pintor e ilustrador de Coria Andrés Martínez de León, una figura especialmente valorada por otros compañeros de la generación sevillana de los 80 a la que pertenece.

En Arqueología el espectador encontrará todas las claves que han dado forma a su universo estético, como el interés por ese momento del arte estadounidense entre el expresionismo abstracto y el pop que ejemplifica la obra de Robert Rauschenberg, homenajeado aquí en varias piezas, así como su relectura del color cálido de Matisse y de la suave riqueza cromática de los pintores venecianos...

También, por supuesto, sus muchas horas de lectura, de las que deja indicios y señales sobre el papel y el lienzo, siendo tal vez la huella de Fernando Pessoa la más evidente porque en una de sus pinturas ha desnudado su fascinación por la revista que el poeta de los heterónimos y la Lisboa eterna ideó en plena vanguardia con el pintor Almada Negreiros, Orpheu. Pero es que la biblioteca de Ricardo Cadenas no es sólo vasta y erudita. Es más que eso: es de bordes gastados, de libros amados y revisitados; lecturas que le han inspirado muchas de sus mejores obras y que a menudo están dedicadas por esos amigos cómplices con los que ha compartido tantas cosas durante décadas, como el poeta Felipe Benítez Reyes o el narrador Juan Bonilla, sin descontar su admiración por el autor aragonés José María Conget, que firmó en el catálogo de su anterior gran exposición en Sevilla (Swing Drawings Serenade, 2010, en la Casa de la Provincia) y cuyo trabajo El olor de los tebeos (Pre-Textos) le parece lo más lúcido que ha leído sobre los maridajes entre el cómic y el arte. Y es que Ricardo Cadenas, que desde 1987 es profesor de dibujo en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, mezcla como muy pocos -demostrando que forman parte de la misma sustancia y naturaleza- dos mundos que para mucha gente son incompatibles: el Arte exento y con mayúsculas, y el arte aplicado que supone el cómic.

Al acceder a La Caja China, el montaje hasta cierto punto circular que han ideado los pintores José Soto y Pepe Barragán subraya el importante papel que la poesía juega en su obra y por extensión en esta cita, cuya pieza mayor es un collage que trae a la memoria el que creara, sobre la provincia de Cádiz, por encargo del comisario y crítico de arte Paco del Río para su gran exposición en la antigua Caja San Fernando y la Casa Pemán. Otro collage, que funciona como epílogo antes (o después) de traspasar el umbral, rubrica los elementos plásticos que han singularizado su forma de trabajar durante años. Sobre el papel asoman mapas, un poste indicativo multidireccional, aviones y máquinas, papel milimetrado como una base reglada sobre cuya aparente frialdad construye una obra de extraordinaria calidez... y ese don para el color que, entre sus compañeros de generación, comparte con Patricio Cabrera.

Con Arqueología, Ricardo Cadenas reflexiona, como se decía, sobre el papel y las posibilidades del artista como indagador y rastreador de formas, iconos y significados latentes. "Vivimos saturados de imágenes, muchas veces brillantísimas, pulidas, digitales o manufacturadas. Por ello me interesaba rescatar los restos de una particular iconografía que permanece oculta entre esa montaña de impactos visuales, rasgar y desentrañar lo que hay detrás de ellas. No se trata tanto de representar como de sugerir", explica el pintor, que pone como ejemplo las maletas antiguas (de las que aquí incluye alguna) como un icono que le obsesiona. "Me sugiere la imagen de Miguel Hernández quedándose dormido sobre esa maleta humilde entre cartera y cartón que llevaba cuando intentaba huir a Portugal y fue entregado a la policía en el puesto de Rosal de la Frontera, una visión que me fascina y a la vez me da una pena terrible".

Cada uno de los cuadros de la exposición mezcla así muchas ideas e impresiones visuales, indicios que nos llevan a pensar, relacionar y participar de un juego de relaciones complejas que funciona sorprendentemente bien. Sucede así con las alusiones al dios Ra, la mitología egipcia y a esos escenarios donde se desarrolla un tipo de cómic que le interesa especialmente, como ocurre con la obra dibujada a carboncillo que abre la muestra, dedicada a Edgar P. Jacobs, el dibujante belga que centraba muchas de sus historietas - "concretamente las de los investigadores Blake y Mortimer", detalla- en contextos relacionados con las excavaciones arqueológicas de la primera mitad del siglo XX. "Jacobs era muy amigo de Hergé, que le llegó a contratar para realizar las escenografías de algunas de sus historietas y revisar los primeros álbumes de Tintín. Fue un tipo fascinante, entusiasta de la ópera, un investigador exhaustivo a la hora de documentar sus creaciones... Y un militante de la Resistencia que, cuando a Hergé se le acusó de ser connivente con los nazis, salió en su defensa inmediatamente. Le he rendido homenaje aquí retratándole junto a la esfinge y una estatua de Osiris, con esas gafas que sugieren su perfil más investigador", declara.  

A su lado, un segundo dibujo en formato de 100x70 está dedicado a su "maestro" Rauschenberg, de quien recupera una célebre impresión de un neumático ubicándola bajo su registro en carboncillo de un accidente de carretera, un motivo nimio y que sin embargo permite ver su habilidad para el dibujo, para establecer la textura y el tono en el sitio exacto. "Más que la pintura u otra operación técnica, a mí lo que me gusta en el arte es el papel y el lápiz. En nuestra cultura mediterránea el dibujo durante siglos no fue suficientemente valorado porque lo que importaba no era el proceso sino el resultado. En los Países Bajos y en general en el norte de Europa, en cambio, el dibujo se ha reivindicado como un elemento autónomo y con significado propio y el primer artista excepcional que afirmó que lo importante era dibujar fue Durero. En nuestro ámbito, Goya ha sido igualmente uno de los mejores, autor de un tipo de dibujo muy relacionado con su obra y con lo español. El dibujo es esencial para mí pero no tiene sólo que ver con la línea y el lápiz sobre el papel: es la separación de los espacios, donde más me reconozco como artista, un campo vasto de posibilidades tanto en el inicio como en el final. Con una línea se hacen muchas cosas. El dibujo es una idea muy fértil".

En Arqueología, Cadenas incluye cinco pinturas en lo que supone su regreso al lienzo tras años sin trabajarlo. "Me ha vuelto a apetecer muchísimo insistir con la pintura, me atrae otra vez el aspecto matérico del lienzo. Al contrario que en otras facetas de la creación, la pintura crece con la repetición, con la insistencia, y me gusta porque está de espaldas a esa inmediatez que se reclama desde tantos ámbitos de la sociedad y hasta de la cultura".

Uno de esos lienzos rinde homenaje al álbum de cómic Strong. Se ve el título de la revista, la grafía original, pero el resto de la publicación aparece como despedazada, intuyéndose algunas imágenes entre manchas de color. Otro es su particular guiño a la revista Spirou, donde de nuevo emplea esa técnica del decollage tan característica de su producción. En The Searcher regresa a Pessoa, cuya figura pintada por Almada Negreiros oculta entre manchas de distintos tonos de azul de una vitalidad absolutamente plástica.

Cadenas firma con Arqueología una de sus exposiciones más bellas de los últimos años y el espectador puede disfrutarla como un recopilatorio o síntesis de la Historia del Arte que más le incumbe porque aquí están las causas que le han hecho amar la pintura y ser el gran artista que es, ése cuya obra forma parte de colecciones como las del CAAC, el Centro Nacional Reina Sofía o la Fundación Antonio Pérez de Cuenca.

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