El monasterio de San Isidoro del Campo alza 'El vuelo' con Irene Cantero

La coreógrafa y escenógrafa sevillana propone en este montaje, segundo estreno del Festival de Itálica, un híbrido entre danza, arte visual y 'performance' que reclama la complicidad del público

Luces y movimiento. Tres imágenes del ensayo general de la obra 'El vuelo' y retrato de los tres intérpretes de la misma: los bailarines David Benito y Roberto Baldinelli junto a la también coreógrafa y directora Irene Cantero.
Luces y movimiento. Tres imágenes del ensayo general de la obra 'El vuelo' y retrato de los tres intérpretes de la misma: los bailarines David Benito y Roberto Baldinelli junto a la también coreógrafa y directora Irene Cantero.
Charo Ramos Sevilla

02 de julio 2015 - 05:00

Catapultado como el espacio de transgresión y vanguardia del Festival de Itálica en la pasada edición, gracias entre otras cosas al rotundo éxito de público y crítica que obtuvo el coreógrafo Guillermo Weickert con su espectáculo Lirio entre espinas, el monasterio de San Isidoro del Campo vuelve a abrir sus puertas a la danza esta noche a partir de las 22:30 con un proyecto escénico que aúna distintas disciplinas bajo la dirección de la sevillana Irene Cantero. El vuelo es el título de este espectáculo que busca la complicidad del público y que ha sido concebido específicamente para el antiguo monasterio, uno de los primeros focos de la Reforma en España, donde se leyeron y tradujeron en el XVI libros prohibidos por la Inquisición.

La propuesta de Irene Cantero (Sevilla, 1985) tiene en cuenta la historia del recinto pero mira sobre todo al futuro para plantear la creación como un acto híbrido donde no sólo el cuerpo de los bailarines puede ser coreografiado, sino también el público, el espacio sonoro, la luz, la palabra y los objetos circundantes.

Cantero es la intérprete, junto con David Benito y Roberto Baldinelli, de esta "coreografía expandida" que apuesta por unir elementos de distintas disciplinas artísticas como la performance, la instalación, el vídeo y la música electrónica en una mirada híbrida. "Mi idea es plantear un encuentro en el que la danza contemporánea dialogue con otras artes en un espacio sin jerarquías ni papeles marcados. De hecho, el espectador puede decidir qué punto de vista quiere adoptar y modificarlo constantemente durante los aproximadamente 50 minutos que dura el espectáculo: puede acercarse, sentarse, pasear, salir y volver a entrar cuantas veces quiera porque el espacio permanece abierto. Se trata de compartir un tiempo y una mirada pero el público siempre es libre de participar, de involucrarse o no", afirma Cantero.

La propuesta, que conecta perfectamente con la filosofía de laboratorio experimental que el Festival de Itálica reserva al monasterio de San Isidoro, según la directora de la cita, Victoria Guzmán, indaga también en cómo se ha representado desde las artes el hecho de volar que le da título. "El vuelo es la acción de moverse por el aire pero al mismo tiempo es un concepto que se explica y se contradice a sí mismo, porque implica movimiento tanto como suspensión. El vuelo también me permite trabajar con las ideas de expansión y libertad que me interesaban mucho desde hacía tiempo", reflexiona Irene Cantero.

La coreógrafa, licenciada también en Escenografía, cuenta además con una amplia experiencia como iluminadora de artes escénicas. En este campo ha trabajado con algunos de los coreógrafos más interesantes instalados en España, como el israelí Sharon Fridman. Daniel Abreu, Pedro Berdayes y Camille Hanson son otros artistas del movimiento que han requerido su trabajo como iluminadora, al igual que directores teatrales como Pepa Gamboa, Gustavo Tambascio y Juan Carlos Corazza. Además, Irene Cantero mantiene con Víctor Colmenero una línea de trabajo centrada en la performance bajo el seudónimo Singing + Beehiver.

"David Benito, Roberto Baldinelli y yo, que estamos constantemente en el escenario, hemos trabajado en El vuelo muy estrechamente con Álvaro Cantero, encargado de la proyección, y con la cantante y actriz Julia de Castro, que ha creado un sonido a medida para esta obra", explicó Cantero ayer en su encuentro con los medios en la Diputación Provincial, la institución que organiza el Festival de Itálica. El espacio sonoro de El vuelo se divide así en dos partes: la de Julia de Castro y otra en la que colabora Territoire (con Olivier Arson), que aporta una pieza de música electrónica que Cantero califica de "clara y rotunda, en oposición a la música de Julia, a su violín, a su voz carnal y personal".

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