ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

Clasicismo de primera clase

La OBS en el Día de Andalucía.

La OBS en el Día de Andalucía. / Luis Ollero

Hay otras formas de celebrar el Día de Andalucía más allá del inventado desayuno andaluz, de los rancios documentales de Canal Sur o de la exaltación de lo de siempre del gobierno autonómico. La Orquesta Barroca de Sevilla también es Andalucía y no en vano tiene en su haber el Premio Manuel de Falla de la Junta de Andalucía. Y un concierto como éste hace por la reivindicación del talento artístico andaluz tanto o más que muchas otras manifestaciones dopadas a base de subvenciones. Por eso entiendo que abarrotar el Espacio Turina es un acto de afirmación y de reivindicación de otras formas de ser andaluz y universal “a la misma vez”.

Que siempre se le ha dado bien el Clasicismo a la OBS es bien conocido de quienes la seguimos desde sus orígenes. Y un programa como éste era el momento ideal para recordarlo. Esas sinfonías en la que Haydn experimenta con efectos dinámicos y combinaciones instrumentales sirvieron para que Seiler extrayese de los músicos y de su perfecto empaste toda la fantasía en los ataques, en los contrastes acentuales y en las notas de color de esos estupendos oboes y trompas (las llamadas en el Allegro assai del la nº 59 fueron espectaculares), cerrando el concierto con un chispeante Finale de la nº 64, tras un bellísimo pasaje de las cuerdas con sordinas en el Largo de la misma sinfonía.

A pesar de algunos pasajes de afinación dudosa y de algún sonido irregular, Seiler ofreció una versión rítmica y vibrante del concierto mozartiano, recreándose en las gradaciones del staccato en las articulaciones y en los saltos de cuerdas en el tercer tiempo. Ruibérriz, con su flamante traverso de una sola llave en 430, prácticamente se inventó el concierto de Mozart merced a sus ornamentaciones y a su fantasía en el fraseo, con un sonido brillante y lleno de color. Su articulación picada en el primer tiempo dio paso a un idílico cantabile en el segundo, punteado con silencios muy expresivos. Su virtuosismo quedó patente en las fulgurantes ornamentaciones y en las imaginativas cadencias.

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