José del Tomate | Crítica
Una voz reconocible
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'Liszt / Beethoven / Schumann'. Juan Pérez Floristán, piano. Naxos.
En las 19 ediciones celebradas, Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993) es sólo el segundo español (tras Josep Colom) en ganar el Concurso Internacional de Piano de Santander, uno de los más prestigiosos del mundo. Lo consiguió en el verano de 2016.
-¿Qué ha supuesto ese premio?
-Cambios. Más viajes, más actividad, una vida artística variada, colorida, llena de impulsos musicales, de motivación, la opción de poder conocer a magníficos músicos, aprender todos los días. Pero también sentirte en el ojo del huracán. Ser consciente de que todo lo que haces, lo ve y lo juzga mucha más gente. La posible presión que podía suponer eso se me fue en dos semanas. No puedes hacer una carrera pensando en que te están mirando.
-Durante un tiempo pareció que desdeñaba los concursos. ¿En qué momento consideró que éste era oportuno?
-Creo en mi talento, creo que tengo algo que decir y empiezo a darme cuenta de que en este mundo sin un apoyo muy grande, que puede ser un concurso, un padrino musical, una gran agencia o algo así lo tienes muy difícil. Así que decidí coger una senda transitada por muchos otros. Además mi profesor en Berlín, Eldar Nebolsin, me lo sugirió. Es alguien a quien admiro, que significa mucho para mi vida artística y al que hago caso a pies juntillas. Él veía que podía ser buena idea. Así que empecé a planteármelo. Y pensé que haciendo un buen trabajo tenía opciones. Tuve suerte y todo fue bien.
-Y ahora el teléfono no para de sonar.
-Un concurso no es sólo la confirmación de que has hecho un gran trabajo, ganaste y ya está. Es más bien un voto de confianza, un impulso a tu carrera, se te abren puertas, pero ahora todo lo demás lo tienes que hacer tú. Ganar un concurso no es el final de ningún camino, sino la puerta que te abre el comienzo. El camino tienes que hacerlo tú, concierto tras concierto. Cuántos ganadores de concursos hay que tienen sus primeras giras con orquesta y no los vuelven a invitar. Por ahora, el 80% de orquestas y salas donde he tocado están volviendo a llamarme. En marzo vuelvo a tocar en la Herkulessaal de Múnich, donde lo hice ya en febrero de este 2017. En la Sala Cortot de París tocaré por cuarta vez.
-Este disco que publica Naxos es parte del premio. Nada menos que 81 minutos de música. ¿Por qué este programa?
-Lo planteé como un disco temático. Schumann publica su Fantasía Op.17 en 1839 y se la dedica a Liszt, un gesto de generosidad. Liszt tuvo pendiente devolverle la dedicatoria con una obra de la misma entidad. Por desgracia, llegó un poco tarde, pues cuando en 1856 le dedica su Sonata en si menor, Schumann había ya intentado suicidarse y estaba en el sanatorio, donde moriría ese mismo año. Por otro lado, resulta que Schumann dedica la Fantasía a Liszt, pero espiritualmente en realidad está pensada para su amada lejana, Clara, de la que en aquel momento estaba separado. En la obra, hay citas extensas del ciclo de liederA la amada lejana de Beethoven, un ciclo que Liszt transcribió para el piano. Así que decidí incluir estas transcripciones, y conformar así el disco como un juego de relaciones entre los tres compositores.
-Tiene más de 30 conciertos para piano y orquesta en repertorio, ¿no son muchos para su edad?
-No hay nada que me apasione más que preparar repertorio nuevo, aunque no siempre es posible ni física ni mentalmente. Ahora estoy preparando el 2º de Brahms, que tocaré en abril en California, el Emperador de Beethoven que haré en Córdoba en junio y la Rapsodia in blue de Gershwin que toco en Sevilla.
-¿Está todavía en tiempo de decir que sí a todo, o ya ha empezado a renunciar a algunas invitaciones?
-Estoy empezando a decir que no a algunas cosas, porque ya es una cuestión de salud y de visión a largo plazo. Si dices que sí a todo, te quemas, no te da tiempo a montar repertorio nuevo, con lo cual no te renuevas. Y esto es renovarse o morir. Es un difícil equilibrio entre aprender cosas nuevas y profundizar en lo antiguo, entre ir a lo seguro y arriesgar, y reconozco que a mí me gusta mucho arriesgar.
-¿No todo está planificado?
-No. Tomo decisiones pensando en el largo plazo. Pero en el día a día estoy preparado para cambiar lo que sea de inmediato, mi lugar de residencia, mis preferencias musicales... Es lo más sano y realista. Qué conciertos nuevos voy a montar. Ahí pienso a largo plazo. Qué cosas me pueden aportar más en el futuro. Qué obras quiero que me acompañen en periodos largos de mi vida, qué me va a formar mejor como pianista. Pero luego también pienso a corto plazo, qué me viene mejor ahora, qué me han pedido. Hay muchas decisiones que se toman en el momento y ahí tienes que tirar de intuición. A veces se acierta y a veces no, pero eso te lo dice el tiempo.
-¿El virtuosismo se justifica en sí mismo o es sólo un camino hacia la música?
-Yo he escuchado a músicos de la Filarmónica de Berlín tocando solos, y son grandísimos ejecutantes, pero a lo mejor no grandísimos intérpretes. Y eso tiene su lógica. Porque cuando al podio se sube Simon Rattle el que interpreta es Rattle, no puede tener a cien músicos interpretando. No es algo negativo, es como debe ser. Pero un pianista no funciona así. En mi caso, por mi forma de ser, he tenido que hacer el proceso contrario. Mis padres me dicen que desde pequeño mi personalidad siempre fue muy creativa. No es que tuviera claras las cosas a los 10 años, pero intuitivamente siempre he tendido a la creatividad. Siempre tuve claro que si me dedicaba a una profesión tan dura era para hacer música, no para bajar teclas. Así que con el tiempo tuve la epifanía contraria, me di cuenta de que para crear hace falta bajar bien las teclas. Siempre tuve mucha facilidad y me dejé llevar por esa facilidad. Así que me dije: muy bien, esto se te da bien, te resulta fácil, pero esta facilidad hay que trabajarla más. Creo que es mejor así, partir de una actitud creativa. Pero para expresar esa creatividad, cuantos más medios técnicos tengas, mejor.
-¿Imagina su vida sin el piano?
-La música es una parte muy importante de mi vida, pero no es mi vida. Están la familia, los amigos, el amor, las otras artes... A lo mejor la música es el 80% de lo que hago, vale, pero sin ese otro 20% para mí la vida sería insoportable.
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