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Solistas ROSS | Crítica

Extensiones del abono sinfónico

Anosova, Yasnytskyy, Tosco y Radakovich en el Espacio Turina.

Anosova, Yasnytskyy, Tosco y Radakovich en el Espacio Turina. / Guillermo Mendo

Sería bueno que la ROSS contemplara (siempre) sus ciclos de conciertos con principios didácticos, formadores de públicos, y en ese sentido viene bien que los conciertos de cámara puedan plantearse como complementarios de los sinfónicos y viene mal la eliminación de los programas de mano, que parece condenar las mañanas dominicales de la Turina a un estatus muy inferior a las noches de abono del Maestranza.

Fauré y Schumann parecían, en efecto, extensiones del programa sinfónico de la semana, con obras de Saint-Saëns y Franck, entre lo francés y lo germánico. La elegancia del Cuarteto de Fauré se hizo sentir desde el mismo arranque, pero en la intensidad de los acentos y en la potencia sonora del conjunto había también algo de profundamente romántico (y alemán). Con un equilibrio que por momentos oscureció las regiones más graves del violonchelo, los solistas de la ROSS apostaron por una visión brillante y muy incisiva, apoyada en un piano robusto y con un énfasis articulatorio en el staccato, algo que se relajó en un Adagio de dinámicas muy matizadas.

Ese tono cálido y optimista de Fauré se hizo misterioso y hondo en el arranque lento de Schumann, que viró hacia el Allegro con un crescendo formidable. En una música más contrapuntística, de texturas complejas, la apuesta se mantuvo por un sonido poderoso, vibrante incluso, por más que en el Scherzo se impusiera la rapidez del tempo y en el Andante cantabile una lentitud casi extática, en la que el equilibrio y el empaste entre las voces alcanzó el momento culminante de todo el recital.

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