Tradiciones musicales distintas
Voz y violín: Jalal Chekara. Voz y percusiones: Vicente Gelo. Guitarra: Tino Van der Sman. Baile: Ángeles Gabaldón. Lugar: Patio del Cicus. Fecha: Jueves, 22 de agosto. Aforo: Tres cuartos de entrada.
No me gusta esta mezcla. No me gusta este intento de unir dos músicas de orígenes tan diversos, pese a que nacieran en el mismo espacio geográfico. Son fruto de tradiciones culturales muy distintas, separadas por 400 años además. Comparten el fondo cultural griego que une a todas las músicas del Mediterráneo, representado en el uso del melisma. El intento es fruto de ese espíritu seudorromántico que ve en Al Ándalus la arcadia de la interculturalidad. Un espíritu al que, me temo, no le gusta el flamenco ni la música andalusí, y cuya épica es más de concepto, aunque sea un concepto algo pueril, que musical. Por eso la unión se me antoja siempre forzada y empobrecedora, tanto de lo andalusí como de lo flamenco.
No funcionó siquiera en los intentos que realizó Enrique Morente, que lo llevó en una sola ocasión al estudio de grabación, con el soneto X de Góngora. Una pequeña obra maestra que, no obstante, es un hallazgo puntual. Tampoco lo logró El Lebrijano. Lo de Lole Montoya es muy distinto, pues ella siempre fue consciente de la distancia que media entre estas dos tradiciones musicales y jamás trató de yuxtaponerlas: cantó, por una parte, música árabe, que no andalusí, y por la otra flamenco. Su flamenco. Cada cosa por su lado. No obstante lo dicho, los cuatro intérpretes que en la noche del jueves ofrecieron su arte en el caluroso patio del Cicus son artistas con una profesionalidad más que contrastada. Así que nos encontramos con una propuesta amable, donde las complicaciones armónicas y rítmicas de ambas tradiciones musicales fueron soslayadas en aras del divertimento, el tanguito y el fandanguito. Estos dos ritmos fáciles fueron el vehículo para la farruca, la milonga, la guajira, los fandangos de Lucena, la rondeña, los aires de Huelva, etcétera. Ángeles Gabaldón estuvo categórica en sus intervenciones, tanto por la contundencia de los pies como por su manejo del mantón.
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