Möbius | Crítica de circo-danza

Volar no es sólo para los pájaros

  • El Teatro Central acogió el estreno español del proyecto conjunto de la Cie XY y Rachid Ouramdane

Integrantes de la Cia XY durante el proceso creativo de 'Möbius', un espectáculo muy conectado con la naturaleza.

Integrantes de la Cia XY durante el proceso creativo de 'Möbius', un espectáculo muy conectado con la naturaleza.

Decía una canción de Hilario Camacho que "volar es para los pájaros", pero después de ver el último espectáculo de la compañía francesa XY a todos nos asaltaron serias dudas. Möbius, presentado en el Central este fin de semana con carácter de estreno en España, está protagonizado por 19 acróbatas realmente extraordinarios, quince hombres muy diferentes entre sí, aunque todos ellos maravillosos portores, y cuatro mujeres ligeras como plumas. La técnica no tiene secretos para ellos, ni el riesgo, que todos reconocen como un compañero al que hay que respetar. Pero XY, grupo al que conocemos y admiramos por sus anteriores trabajos, aporta siempre algo nuevo a las disciplinas circenses.

En esta ocasión, el grupo se ha puesto en manos del coreógrafo Rachid Ouramdane, codirector del Centro Coreográfico Nacional de Grenoble, y el resultado es un hermosísimo trabajo que nos sumerge de lleno en la naturaleza y nos devuelve el deseo loco que muchos tenemos desde la infancia y que no es otro que abrazar las nubes con nuestras alas.

En un espacio vacío matizadamente iluminado, sobre un suelo blanco, los 19 acróbatas vestidos de negro -luego introducirán el blanco y el beige para volver finalmente al negro- nos regalarán una cautivadora danza, aparentemente caótica, que no es más que un puro fluir sin principio ni final, como la cinta de Moebius que la inspira. Ese flujo nos remite a todos esos movimientos colectivos que vemos en la naturaleza sin que logremos captar su significado o los imperativos que los gobiernan, como los de los bancos de peces o las bandadas de pájaros con sus enigmáticos cambios de dirección.

Pero en Möbius, por encima de todo está la vocación de la altura y del vuelo: cuerpos que van de un grupo a otro por el aire; torres de hasta cuatro cuerpos que dejan sin aliento y, sobre todo, una forma elegante e imaginativa de derrumbarse, de deshacer esas atalayas humanas para volver a levantarlas en otro ángulo del escenario.A veces, la música de Fitoussi y Hourrière nos traslada a la selva con sus sonidos. Todos duermen por un momento. Luego, tal vez en un lago, se lanzan de cabeza a sus aguas o saltan por la superficie, de tronco en tronco.

La vocación de altura está muy presente en la obra, con atalayas humanas de hasta cuatro cuerpos

Ouramdane, al que admiramos por sus trabajos de pequeño formato (aún recordamos su Tordre, con dos bailarinas tan fascinantes como Annie Hanauer y Lora Juodkaité), lleva tiempo trabajando con grandes grupos. Estos le permiten experimentar a través de la velocidad, la utilización del suelo y un dinamismo en el que nada permanece sino que todo se encuentra en perpetua evolución.

Pero hay también en Möbius un optimismo radical, el sueño de un mundo mejor y más humano en el que no existen los límites y siempre hay una mano tendida para recibir al otro, para sujetarlo, para cuidarlo esté en la posición que esté y elija el riesgo que elija. Y cuando desfallece, que todos lo hacen, siempre hay un compañero, hombre o mujer da lo mismo, para levantarlo.

Todos presentíamos que, como en la canción de Camacho, "… antes del bien y del mal, del cruel y del tirano, pasaba sobre el mundo, sobre ángeles y cosas, un hombre libre con alas en las manos…". Por eso salimos del teatro un poco más felices.

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