Más allá del sirtakis de Zorba
Mikis Theodorakis | oBITUARIO
El universal compositor griego, fallecido a los 96 años, encontró en el cine el mejor altavoz para un talento que revolucionó la música popular, la sinfónica y la vida política
Cuando Mikis Theodorakis regresó en 1960 a Grecia tras su etapa de formación en París y Londres, decidido a fundir la música contemporánea que había estudiado con Olivier Messiaen en el Conservatorio de París y la música popular griega, se le había adelantado su coetáneo Manos Hadjidakis, empeñado en una empresa similar desde 1945 con sus composiciones para el Teatro Nacional de Grecia y sobre todo poniendo de moda en todo el mundo la nueva música griega de raíces folclóricas con el éxito de la banda sonora que había compuesto ese mismo año para Nunca en domingo de Jules Dassin, convirtiendo su tema principal Los niños del Pireo en un éxito mundial. Hasta 1960 Theodorakis había desarrollado una prometedora carrera componiendo desde 1947 piezas de cámara, conciertos para piano, sinfonías y ballets, culminando con el primer premio del Festival de Moscú por su Suite nº 1 para piano y orquesta en 1957 y el estreno del ballet Antígona para Ludmilla Tcherina en Covent Garden en 1959. Pero la música contemporánea no era su destino.
Desde su regreso a Grecia comenzará su etapa de fusión entre la música griega tradicional y la contemporánea con cantatas basadas en grandes poetas griegos como Yannis Ritsos u Odysseas Elytis y músicas escénicas para obras de Eurípides, Sófocles y Artistófanes. Pero la capacidad de proyección internacional tanto de la música de concierto como de la teatral es reducida. El cine, como en el caso de Hadjidakis, será su altavoz. En 1957 y 1958, durante su estancia entre Londres y París, había compuesto la banda sonora de Emboscada nocturna, dirigida por el genial tándem Powell & Pressburger, y fragmentos de la banda sonora de Luna de miel, una extravagante película-ballet de ambiente español (estaba coproducida por Cesáreo González) dirigida en solitario por Powell que también incluía piezas de Sarasate y Falla, interpretada por el actor y cantante Anthony Steel y los bailarines Ludmilla Tcherina, Leonid Massine y Antonio; incluía un interludio inspirado en la historia de Los amantes de Teruel para el que Theodorakis compuso una partitura que después adaptaría como ballet para el escenario. Pese a la fama y prestigio de Powell y Pressburger, ni estas películas ni otras cuatro compuestas en Inglaterra y Francia en 1960 y 1961 -Faces in the Dark de Eady, Shadow of the Cat de Gilling, Un abismo entre los dos de Litvak y Les amants de Teruel de Rouleau, adaptación de su ballet interpretada por Ludmilla Tcherina- le sirvieron para triunfar internacionalmente.
Paradójicamente lo logró tras su regreso a Grecia componiendo la música de la actualización de Fedra dirigida por Jules Dassin en 1962 e interpretada por Melina Mercouri -el dúo que había consagrado a Hadjidakis dos años antes con Nunca en domingo-, Anthony Perkins y Raf Vallone; y sobre todo tras su encuentro con el director griego Michael Cacoyanis para quien compuso en 1962 Electra, interpretada por Irene Papas, y en 1964 Zorba el griego, adaptación de una novela de Nikos Kazantzakis interpretada por Anthony Quinn, Irene Papas, Alan Bates y Lila Kedrova, cuyo éxito internacional -que incluyó siete nominaciones al Oscar, obteniendo tres- convirtió definitivamente a Theodorakis en una estrella de la música griega con proyección internacional. Aunque también podría decirse que fue la música de Theodorakis la que convirtió la película en un éxito internacional porque el tema compuesto para su famoso baile final -el sirtaki creado por el coreógrafo griego Giorgios Provias- se convirtió en un número uno de ventas en todo el mundo en las más dispares versiones a cargo de orquestas ligeras, desde el veterano Xavier Cugat a Herb Alpert & Tijuana Brass pasando por Frank Pourcel, Percy Faith, el gran Henry Mancini o los gallegos Los Tamara, o en las versiones vocales de Dalida o Connie Francis. En 1988 crearía a partir de esta partitura un ballet coreografiado por Massine, interpretado por Vassiliev y estrenado en la Arena de Verona.
Pese a la extraordinaria música de Zorba el griego y su éxito internacional, Theodorakis no se prodigó en el cine. En parte por su dedicación a la música sinfónica (siete sinfonías), la ópera (ciclo inspirado en las tragedias Medea, Electra, Antígona y Lisístrata), cantatas y oratorios (Canto general sobre la obra de Neruda, Lorca basada en el Romancero gitano, La balada de Mathausen sobre poemas de Iakovos Kambanellis), ballets (Siete danzas griegas, Zorba) y música teatral para tragedias clásicas u obras de Shakespeare, Camus o Frisch. Y en parte por su actividad política ligada al partido comunista, que se remonta a la Segunda Guerra Mundial, que provocó su exilio de Grecia tras ser detenido y torturado en 1967 por la dictadura de los coroneles, siendo liberado tras una campaña internacional liderada por Leonard Bernstein, Shostakovich, Arthur Miller, Laurence Olivier o Yves Montand.
Refugiado en París se convirtió junto a Melina Mercouri y María Farantouri -la mejor intérprete de sus canciones, llamada la voz de Theodorakis- en un incansable luchador contra la dictadura. Tras su caída en 1974 regresó a Grecia desarrollando una intensa carrera política como diputado, ministro del gobierno de coalición entre la derecha y los comunistas presidido por Mitsotakis y, ya casi nonagenario, participando en las violentas manifestaciones contra los recortes impuestos por la Troika. El cine, en esta trayectoria, pasó a último lugar frente a la actividad política y las composiciones fuertemente comprometidas. De hecho, sus mejores trabajos fueron para las películas políticas Z y Estado de sitio de Costa Gavras (1969 y 1972), la obra de denuncia de la corrupción policial Serpico de Lumet (1973) y la militante Actas de Marusia de Littin (1976). Suenen en honor de este grandísimo músico -que junto a Hadjidakis dio a conocer la música griega al mundo- To palikari ehi kaimo o Marina cantadas por Farantouri.
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