El Bach heterodoxo de Biondi
FABIO BIONDI | CRÍTICA

La ficha
***Programa: Sonatas y partitas para violín solo BWV 1001-1006 de Johann Sebastian Bach. Violín: Fabio Biondi. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles, 12 de marzo. Aforo: Tres cuartos.
Hace treinta años, en el Teatro Enrique de la Cuadra de Utrera, se presentaba Fabio Biondi en solitario con las sonatas y partitas para violín solo de Bach en su atril. El tiempo ha pasado y algunas cuestiones siguen iguales. Biondi nunca ha sido un ejemplo de ortodoxia interpretativa según los cánones más tradicionales heredados de las interpretaciones de tradición romántica. Partiendo del hecho de que las partituras del barroco son un papel en blanco en materia de articulación, de dinámicas, de indicaciones agógicas y tantas otras cosas más, el intérprete se lo tiene que inventar prácticamento todo. Hasta el valor de las notas, si leemos a los tratadistas de la época, era una cuestión personal del músico que quisiese indagar en el sentido expresivo de las frases musicales. Una vez aceptado esto, una interpretación de las obras bachianas como la de Biondi tiene gran parte de sentido. Sus ataques son abruptos y enérgicos a propósito, el sonido es punzante, con ribetes metálicos, sin que sea la belleza del sonido una cuestión que le interese excesivamente. Por el contrario, ya en el Adagio del sonata nº 1 quedó claro que sus versiones se iban a caracterizar por los contrastes agógicos, por interpretar libérrimamente la medida de las notas e incluso por pasar de puntillas sobre los pasajes más densos con tal de ejecutar un movimiento vertiginoso de arco. Ya sabemos que “barroco” viene de “irregular”.
La velocidad de sus versiones fue fulgurante, demasiado en algunos momentos poco claros, aunque en otros el resultado era el de un espectacular moto perpetuo que se enroscaba sobre sí mismo y que se adornaba de trinos (Allegro de la sonata nº 2, por ejemplo). Brillante su manera de acompañarse a sí mismo saltando de cuerda en cuerda con claridad en un permanente staccato y con unos bariolages muy bien resueltos y claros. En las danzas prescindió prácticamente de todas las repeticiones. La sonata y la partita nº 3 fueron las peor paradas de todo el concierto, con una fuga que no fluía y unas danzas leídas muy por encima y con prisas. Y hay que señalar que la afinación osciló más de lo deseable, una cuestión que sigue inmutable treinta años después.
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