Cultura

Lo breve si es Mozart...

West-Eastern Divan Orchestra. Solistas: Cristina Gómez Godoy, oboe; Daniel Barenboim, piano. Director: Daniel Barenboim. Programa: Obertura de 'Las bodas de Fígaro', Concierto para oboe y orquesta en do mayor KV 314 y Concierto para piano y orquesta nº27 en si bemol mayor KV 595 de Mozart. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo 18 de enero. Aforo: Lleno.

La Orquesta del Diván volvió en época invernal a Sevilla con un breve programa mozartiano. Desconozco si existían razones logísticas para el cambio de repertorio que la orquesta ha preparado para el resto de esta minigira de cuatro conciertos (Córdoba, el viernes pasado, Madrid, el sábado, y París esta misma noche, en el polémico y recién inaugurado edificio de la Philharmonie), pero el contraste es brutal: sólo Derive II de Boulez, que es una de las dos obras que integran la primera parte de ese programa, dura casi lo mismo que las tres obras mozartianas ofrecidas por Barenboim y sus chicos en el Maestranza.

Obviamente no se trata de medir la calidad artística de un evento por su extensión, pero la realidad es que el público de Sevilla perdió la ocasión de escuchar una partitura muy infrecuente de uno de los grandes maestros de la modernidad a cambio de un programa mozartiano bastante trillado.

Soberbia música, desde luego. Que Barenboim conoce e interpreta desde hace décadas, sin que su visión del universo estético del salzburgués parezca haber cambiado mucho. Con una orquesta reducida, pero no demasiado (cuerda: 10/10/6/4/3), y en disposición singular: secciones de violines enfrentadas, algo que le viene muy bien a esta música, pero con los contrabajos a la izquierda del espectador, algo no demasiado habitual, Barenboim hizo un Mozart de muy apreciable claridad, controladísimo en las dinámicas, con un fraseo flexible y articulaciones y acentos algo relajados, sin llegar al paradigma de la tradición centroeuropea de hace décadas, pero muy lejos de lo que en esta materia se ha venido imponiendo, vía las nuevas formas interpretativas de los conjuntos historicistas, en prácticamente todo el mundo. Un Mozart muy clásico regido por una de las batutas más sensibles y sabias del panorama actual, lo que por supuesto dejó resultados absolutamente disfrutables para cualquier aficionado.

La obertura de Las bodas de Fígaro arrancó de forma en verdad impresionante, por precisión y transparencia, y mantuvo en todo momento su empuje y carácter. En el Concierto para oboe, la joven jiennense Cristina Gómez Godoy (Linares, 1990) mostró por qué ha obtenido plaza de solista en la Staatskapelle berlinesa. Con un sonido brillante y perfectamente equilibrado, destacó especialmente en el muy expresivo tiempo central, donde estiró las dinámicas hasta el límite del pianissimo, apoyándose en un acompañamiento de una soberbia pulcritud: Barenboim no permitió que nada perturbara el encanto sonoro logrado por la solista. Como propina, el maestro bonaerense acompañó al piano a la joven andaluza en la primera de las Tres romanzas Op. 94 de Schumann, que fue dicha con extrema delicadeza hasta su sugerente final abierto.

Fuera por la disposición del piano (en medio de la cuerda, metido en perpendicular, a modo de cuña), que no lo beneficia acústicamente, o por su estado, en el inicio del Concierto en si bemol mayor hubo algunos problemas de equilibrio con la orquesta, puede también que derivado por el planteamiento mucho más dramático de un Barenboim que pidió más sonido y acentos más marcados a su conjunto. Como pianista, no dudó en explotar al máximo la expresividad del Larghetto, en especial los pasajes en modo menor. Su emotivo Nocturno chopiniano de la propina transitó por terrenos no demasiado lejanos.

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