El camping de la crisis
Vidas pequeñas. Drama, España, 2010, 95 min. Dirección: Enrique Gabriel. Guión: E. G. y Lucía Lipschutz. Fotografía: David Carretero. Música: Osvaldo Montes. Intérpretes: Roberto Enríquez, Ana Fernández, Ángela Molina, Asunción Balaguer, Maite Blasco, Txema Blasco, Alicia Borrachero, Yohana Cobo, Emilio Gutiérrez Caba, Álvaro Monje.
Para empezar, y siendo generosos, se agradece que, entre tanto populismo barato y tanto entretenimiento insustancial y sin gracia, algunos cineastas intenten tomarle el pulso a la realidad de la crisis económica. Es a lo que aspira el argentino afincado en España Enrique Gabriel, en cuya trayectoria ya encontrábamos algunos intentos previos en el subgénero social a propósito de los humillados y ofendidos (En la puta calle).
Su cuarto largometraje nace del anecdotario que nutre la carnaza informativa: esas gentes, esos ciudadanos, que han tenido que irse a vivir a caravanas o bungalows prefabricados en los campings de la periferia de las ciudades como consecuencia del paro o los recortes.
En uno de esos campings se entrelazan las historias de varios personajes (vendedores, gentes del circo, pensionistas solitarios, escritores, trabajadores precarios) a los que Gabriel aspira a insuflar grandes dosis de humanismo y dignidad a través de una mirada compasiva no exenta de ingenuidad y de una tendencia al melodrama que los sobrepasa a golpe de giro de guión.
Entre todos ellos, chirría especialmente la niña pija, diseñadora de moda y galerista, que interpreta una afectada Ana Fernández, quien a la postre resulta ser la protagonista de la función en su caprichoso descenso a los infiernos de la pobreza aderezado con un romance de caravana que se diluye de la misma forma inverosímil como empieza.
Incapaz de crear personajes más allá de los clichés tristones de los nuevos parias de la sociedad del bienestar, Vidas pequeñas se rinde a su inercia superficial, a sus frases líricas sobre la dignidad y la resistencia y a una sobrecarga de penalidades tan arbitrarias y manidas como poco convincentes. A este descalabro no ayuda precisamente el inadecuado reparto estelar (véase ficha) para una historia y un tratamiento que pedían a gritos el realismo y el anonimato.
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