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'Carmen Laffón. El estudio de la calle Bolsa'

El taller de Laffón: memoria de un espacio vivido

  • La muestra del Bellas Artes reivindica el estudio como ese lugar íntimo donde lo pensado se convierte en obra

Una de las piezas de la exposición del Bellas Artes.

Una de las piezas de la exposición del Bellas Artes. / José Ángel García

Un taller es, literalmente, el hogar del artista. En la Edad Media los artesanos comían, dormían y criaban a sus hijos en estos espacios, en los lugares donde trabajaban; al taller también se le consideraba el ámbito secreto de creación, favoreciendo el mito del arte y el artista. Aunque esto hoy ha cambiado radicalmente –aun así existen muchos ejemplos de artistas cuyo espacio doméstico está unido al espacio de labor–, sigue siendo un lugar importantísimo para los creadores, un sitio privilegiado en el que vida y trabajo quedan entrelazados. Es el lugar donde la materia se transforma y donde la concreción de las obras brota por primera vez del pensamiento. Pero también es el lugar donde surgen los miedos, los disfrutes y donde aflora el agotamiento, como partes del proceso artístico.

La muestra Carmen Laffón. El estudio de la calle Bolsa de Sanlúcar de Barrameda, compuesta de veintidós obras producidas aproximadamente en los últimos treinta años (1975-2013), reúne pintura y escultura en los géneros de bodegón y paisaje. El taller en la calle Bolsa fue el primero que utilizó Laffón durante las décadas de los setenta y ochenta, y podría considerarse un hito en su trayectoria ya que en él se fraguaron muchos de los rasgos que siguen caracterizando hoy su trabajo: reflexión y conciencia íntima que rememora y registra una naturaleza, unos espacios, unos objetos tocados por la luz y el tiempo en sus matices más imperceptibles.

Treinta años más tarde, cuando la artista tuvo que volver al estudio para clausurarlo y recoger sus enseres, se encontró con todo intacto, como si el tiempo se hubiera congelado. Decidió conservar estas imágenes a través de la realización de una serie de esculturas y dibujos en los que se recogen todos aquellos rincones del estudio en los quedó huella de sus procesos de trabajo, bodegones a modo de representación de esa habitación propia condensada en útiles, elementos y signos evocadores de su labor de artista.

La exposición, comisariada por Juan Bosco Díaz-Urmeneta, se divide en tres salas. La primera de ellas, está dedicada a los primeros paisajes de Sanlúcar de Barrameda. Se agrega un óleo, Ventana del estudio de Bolsa (2004-2015) que funciona como trabazón plástico y simbólico entre las obras de la exposición. A través de tres planos: el primero es el que sitúa a Laffón en el interior del estudio –y al espectador–, y probablemente fuera donde se situaba para mirar aquellos paisajes. Tras este primer plano cerrado por una ventana, encontramos el que ocupa el lugar de la terraza, atravesada de forma horizontal por un barandal en color rojo y que es protagonista también en la mayoría de las composiciones de esa sala; al fondo, las vistas de Sanlúcar. También esta pieza funciona como una metáfora de la importancia del estudio para un artista, gozne entre su pensamiento y el mundo exterior. Otras seis piezas, entre óleos y dibujos, nos muestran unas primeras experimentaciones en torno a la composición, la perspectiva y el uso del color y en las que ya se intuyen algunos de los rasgos característicos de las composiciones paisajísticas de Laffón: la construcción a través del color de los diversos planos que conforman la perspectiva urbana y el protagonismo de la luz como ensamblador de los elementos y del espacio.

Una de las esculturas de Carmen Laffón que acoge el Bellas Artes. Una de las esculturas de Carmen Laffón que acoge el Bellas Artes.

Una de las esculturas de Carmen Laffón que acoge el Bellas Artes. / D. S.

La segunda y la tercera sala están dedicadas al proyecto Estudio de la calle Bolsa, una serie de bodegones resueltos en esculturas y dibujos de gran formato. El encuentro de Laffón con su estudio casi intacto tras tres décadas le despertó la necesidad de retener muchos de los rincones de este lugar. Y es que el encuentro con un tiempo pasado no es otro que el encuentro con la memoria. Es ella la que humaniza y decanta los acontecimientos ocurridos. Por ello, nos encontramos con composiciones de una fuerte carga emocional que se traduce en el caso de los dibujos y las pinturas, en la creación a través de sombras y luces de una atmósfera que rodea a los objetos y al espacio que los envuelve. Atmósfera tocada por la evocación y la ensoñación que es la que define y articula la relación de los objetos presentados.

Asimismo las esculturas inciden en ese recuerdo del tiempo vivido a través de la luz y los objetos. Además, toda escultura al conllevar un encuentro directo con el cuerpo y requerir una actitud activa por parte del espectador, nos empuja a incorporarnos a ese lugar evocado. Tableros, canastas, ventanas o cajas…son composiciones cercanas a la instalación, tal como sugiere el comisario de la muestra.

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