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Eduardo Chillida, como los grandes artistas, inventó su propio lenguaje y se erigió como uno de los escultores más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Hoy habría cumplido cien años, un aniversario para reivindicarlo como un creador atemporal que trasciende a su época. "No lo podemos encasillar en un tiempo. Como todos los artistas, está ahí y sus obras se quedan para siempre", remarcó Luis Chillida, uno de los ocho hijos del escultor, presidente de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce.
La familia está volcada en este aniversario, que celebrará con diferentes actos y exposiciones a lo largo del año para lo que han contado con la complicidad de las instituciones. Ninguna ha fallado. "Al revés, ha sido una maravilla desde que empezamos a pensar en esta conmemoración cómo se iba sumando todo el mundo, cómo notabas el aprecio y el cariño que sentía la gente hacia él y hacia nuestra madre, hacia la obra que dejaron", destacó Luis Chillida, que nunca olvida mencionar a Pilar Belzunce y recordar que el trabajo de su padre no habría sido posible sin ella.
El hijo de Chillida no cree que sea necesario hacer muchas cosas más para que se siga recordando al artista vasco en las décadas que están por venir. "Hay que seguir repensando lo que hizo, hablar de todos sus temas de pensamiento, de cómo trabajaba, cómo afrontaba la vida. De su propia relación con lo que sucedía a su alrededor. Estos 100 años dan para mucho, han pasado muchas cosas en el mundo. Es un mundo que cuando lo contextualizas dices madre mía", señaló Luis Chillida.
Su padre, que vivió 78 años –los comprendidos entre el 10 de enero de 1924 y el 19 de agosto de 2002– realizó más de 1.400 esculturas, así como dibujos y una destacada obra gráfica, fruto de las reflexiones de un hombre religioso y profundamente atraído por la filosofía para el que el tiempo, la naturaleza, la luz, el espacio y la materia fueron una constante referencia. "Naturalmente, mi concepción del espacio tiene una dimensión espiritual, igual que tiene una dimensión filosófica. Mi constante rebelión contra las leyes de la gravedad tiene un aspecto religioso. Todo es cuestión de nomenclatura", decía el creador vasco, según recuerda la historiadora del arte alemana y experta en la obra de Chillida Christa Lichtenstern en el último volumen del catálogo razonado que reúne la totalidad de su obra escultórica.
Este catálogo es un instrumento fundamental para los estudiosos de su obra. Para el conocimiento o el descubrimiento físico de sus creaciones el museo Chillida Leku, muy cerca de su San Sebastián natal, es el lugar perfecto.
También hay un importante número de piezas fuera de los museos, como la escultura instalada ante la sede de cancillería alemana en Berlín, y la que es su obra más emblemática, El Peine del Viento, la gran alianza que Chillida alcanzó con la naturaleza en el litoral donostiarra.
Su hijo subrayó que esas obras "continuarán para siempre" y que su familia asumirá la "responsabilidad" de mantener viva su memoria, de continuar con una herencia como Chillida Leku, que ha vivido "distintas situaciones". Tras su cierre temporal ante la frustrada compra por parte de las instituciones vascas, su gestión fue asumida hace un lustro por la galería suiza Hauser & Wirth, lo que permitió abrir sus puertas a otros artistas. Atrás quedó la etapa en la que el peso del museo recaía sobre la familia, lo que supuso "una mochila muy difícil de llevar".
Luis Chillida considera cumplido el deseo de su padre de no convertir Chillida Leku en "un mausoleo, en algo quieto, inmóvil, donde no sucediese nada". "Las obras siempre se han movido, van, vuelven. Y con la exposición Universo Maeght está con todos sus amigos". Esa muestra, en la que se exhiben obras de Braque, Alexander Calder, Giacometti, Pablo Palazuelo, Julio González, Tàpies, Miró y Chagall constituye uno de los hitos del centenario junto al gran acto de homenaje que tendrá lugar hoy en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián.
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