La ciudad en marcha
Londres victoriano | Crítica
Debolsillo recupera 'Londres victoriano', libro bienhumorado y erudito de Juan Benet, donde se glosan las peculiaridades de una época vinculada convencionalmente al ferrocarril, al hierro y el cristal, al humo de las fábricas
La ficha
Londres victoriano. Juan Benet. Debolsillo. Barcelona, 2023. 200 págs. 16,95 €
Toynbee, en sus Ciudades en marcha, recuerda un viejo grabado de Cruikshank (London going out of Town, 1829), regalado a su abuelo por el autor, en el que se apreciaba cómo un ejército volante de ladrillos, eyectado de la ciudad, colonizaba estrepitosamente las afueras. Esta rauda proliferación urbana, asociada a una ciudad y un periodo concretos (el Londres de la reina Victoria), es la que recrea y analiza Benet en este estupendo libro, hoy recuperado, que vio la luz como encargo de Rafael Borràs en 1988. No espere, en todo caso, el lector, un virtuosismo literario exacerbado, en el tono de Volverás a Región, para esta aventura, no solo dickensiana. El Londres industrioso y fantasmagórico de Benet está escrito con ánimo jocundo y claridad en el dato.
En tal sentido señalaba Azúa que Benet siempre se definió como un ingeniero que escribe, por cuanto la naturaleza de su experimentación literaria fue también un escrupuloso y tenaz encauzamiento. En su Londres victoriano, es la propia materia tratada -la hora mayor de los ferrocarriles, la arquitectura del hierro y el cristal- aquello que cabe definir como benetiano, debido a su obvia afinidad electiva. No es, sin embargo, un paseo melancólico por el imaginario dickensiano lo que Benet ofrece al lector en esta obra madura; sino un acercamiento a los procesos que transformarán la ciudad posterior a Pepys (el Londres devorado por el incendio de 1666), en una ciudad populosa, cosmopolita, desmesurada e insalubre. A ello contribuirán las novedades fabriles y los avances técnicos que permitieron una fabricación a gran escala. También los mercados de ultramar sobre los que impera Victoria. Pero contribuirá, de modo decisivo, tanto el estrepitoso declive del imperio napoleónico, como las nuevas fuerzas de carácter social que convergerán (véanse los grabados de Doré) en sus calles.
Este paso de una ciudad aislada, pujante, pero sin relieve artístico, a la urbe inhóspita y fecunda de Ruskin, Wilde, Morris, Rossetti y Conan-Doyle, junto a las plurales causas de esta mutación, son las que el lector encontrará en este breviario de Benet, de muy provechosa y amena lectura: “una virtud -dice el escritor en su Advertencia preliminar- que rara vez suelo conseguir”.
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