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Alfonso Sánchez y Alberto López. Actores

"Todos hemos hecho el carajote en algún momento de nuestra vida"

  • Los 'compadres' estrenan en el Cartuja Center este fin de semana 'Somos carajotes', un espectáculo con el que, aseguran los cómicos, "mucha gente se va a sentir reconocida"

Alberto López y Alfonso Sánchez, fotografiados en el Cartuja Center.

Alberto López y Alfonso Sánchez, fotografiados en el Cartuja Center. / Juan Carlos Muñoz

Alfonso Sánchez (Sevilla, 1978) y Alberto López (Sevilla, 1976) fueron pioneros en el fenómeno de viralización en Internet. Un proceso que luego muchos siguieron: darse a conocer a través de plataformas o redes sociales y, de ahí, evolucionar en otros formatos. Los dos actores sevillanos no han parado de sumar éxitos a sus carreras desde hace más de una década. Una trayectoria a la que sus protagonistas añaden ahora un nuevo espectáculo, Somos carajotes. Este sábado y domingo, en el Cartuja Center, Alfonso Sánchez y Alberto López reflexionan acerca de este singular personaje, al que no dudan de calificar de "transversal".

–¿Por qué dedicar un espectáculo a la figura del carajote?

–Alberto López: [Risas] Porque fonéticamente tiene enjundia.

–Alfonso Sánchez: Risas) Porque suena muy bien. Y porque yo creo que todos tenemos algo de carajote o hemos hecho el carajote en algún momento de nuestra vida. Es un espectáculo con el que mucha gente se va a sentir identificada con el carajote que fue, el carajote que es o con el carajote que probablemente sea mañana.

–¿Y se atreven a decirme quién de los dos sobresale en esta faceta del carajotismo?

–A. S.: Los dos.

–A.L.: [Risas] Nos vamos pasando el testigo. Porque como nos compenetramos bien… Cuando hacemos mucho el carajote uno de los dos, el otro hace que se venga abajo, luego quizá lo anima… La balanza, por tanto, se nivela.

–A.S.: Es el secreto de que después de tantos años sigamos haciendo cosas juntos: que siempre uno es el carajote, porque como lo seamos los dos…

–¿En qué actitudes, de hoy día, identificamos a los seguidores de esta corriente?

–A.S.: ¿De hoy día? En la playa, o conduciendo, o en la cotidianeidad. De repente en un tren, por ejemplo, cuando vas en el vagón de silencio y oyes a un tipo hablando por el móvil.

–A.L.: O cuando vas a hacer algo institucional. Por ejemplo, vas al registro… y te atiende un funcionario que cree que va a heredarlo. Y en la playa, es cierto, el carajote vive uno de sus momentos de mayor intensidad. Y conduciendo, por supuesto, también se expone en todo su esplendor.

"Es conduciendo, o en la playa, o en un vagón silencioso, donde el carajote se expone en todo su esplendor"

–¿Me dicen grandes carajotes de la historia de la humanidad?

–A.S.: Hay bastantes.

–A.L.: Bueno… Tenemos grandes referentes en este país. Yo creo que nos hubiese ido mejor a todos si, por ejemplo, Fernando VII no hubiese existido. Es uno de los grandes carajotes aristocráticos. Digamos que es el gran carajote supremo, reciente.

-A.S.: Luego, pensemos que hay grandes carajotadas que resultan. Cristóbal Colón quería ir a la India y se encontró con un continente nuevo. Es decir, hizo el carajote, pero le fue bien.

–No sé si pueden confesar qué momentos de su vida recuerdan haber sido profundamente carajotes.

–A.L.: Yo hice el carajote, recuerdo, en la crisis de 2006. Por aquel entonces tenía una empresa, que tenía una furgoneta, instrumentos de música… Empezamos a vender lo que teníamos porque la empresa pública no nos pagaba y se nos ocurrió hacer una especie de alzamiento de bienes. Por lo que yo compré la furgoneta dos veces: una como empresario y otra como tieso, para que la Seguridad Social no me la quitara.

–A.S.: Recuerdo otro momento en el que hicimos el carajote. Menos mal que alguien, al final, nos salvó. Fue cuando nos llegó el guión de Ocho apellidos vascos, al que dijimos que no. Nos llamó Emilio Martínez-Lázaro y nos dijo que qué estábamos haciendo, que si éramos carajotes. Así que decidimos hacerla, un poco por él. Y mira el éxito que tuvo.

–En el espectáculo ustedes defienden que hay distintos tipos de carajotes. ¿Se puede desvelar esta clasificación?

–A.S.: Hay distintas clasificaciones. Distintos parámetros. En el show hablamos de las edades del carajote, por ejemplo. Pasamos del carajote salvaje, que acaba de llegar al mundo, sin conciencia de que es un carajote; luego ya toma conciencia de que es un carajote en un momento dado y, a partir de ahí, cambia su punto de vista sobre la vida; después llega el momento en el que el carajote es consciente de que su entorno también lo es, y se transforma al carajote rebelde. Luego nos vamos al carajote asentado, el carajote pureta…

–A.L.: Carajotes tóxicos, el carajote ultra. Y dentro de las etapas hay estadios: el carajote de perfil bajo, por ejemplo. También hay listas por nivel adquisitivo. Vinculada a lo que uno tiene.

–A.S.: Sí, hay muchos parámetros para medir al carajote. Pero lo bueno que tiene el carajote, por otra parte, es que es una de las palabras más inclusivas del mundo. Y tampoco importa tu raza, tu religión, tu estado civil, tu sexo, tu color de piel. No importada nada: cualquiera puede ser un carajote. Eso es maravilloso. Y su etimología, que es muy bonita.

"Hay carajotadas que salieron bien. Colón quería ir a la India y acabó encontrando un continente nuevo"

–¿Es una palabra gaditana?

–A.S.: En realidad es una palabra técnica. El carajo, más allá del miembro viril, es la parte más alta del palo mayor que sujeta la vela de un velero.

–A.L.: Es la canastilla que normalmente se ha llamado la cofa. Donde los marineros se iban a avistar. Al que mandaban allí iba literalmente al carajo. Imagínate.

–A.S.: Lo peor que podía pasar en un barco es que, eso, te mandaran al carajo. Y el carajote supongo que sería al que, nada más entrar, la gente diría: "Ese va a estar subido todo el día. Ese es un carajote".

–A.L.: Digamos que Rodrigo de Triana fue el más carajote.

–A.S.: [Risas] Era un carajote del carajo. Fíjate: el más carajote es el que descubre América, y era de Triana.

–El carajote, socialmente, no genera simpatías. Pero ustedes, filtrando al personaje a través del humor, llenarán teatros. ¿Es ese el papel del humor? ¿Hacer, de lo pesado de la vida, aquello que cantó María Jiménez, un mundo más amable, más humano y menos raro?

–A.S.: Qué bonito eso. Sí: el humor ha sido muy necesario a lo largo de la historia. Y como ejercicio de catarsis. El show, más que un acontecimiento narrativo, es un acontecimiento religioso. Aquí vamos a congregar a la gran hermandad de los carajotes, que somos todos, y vamos a provocar una gran catarsis con la cual la gente salga más feliz. Es muy importante reírse de un mismo.

–A.L.: El arte en sí, desde su origen, tiene esa función: hacer del mundo algo más amable, más humano y menos raro.

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