Robin Wright también protagoniza su primer filme como directora, este drama ambientado en las Montañas Rocosas donde se refugia, huyendo literalmente del mundo y de su pasado, una mujer de mediana edad azotada por el trauma. Edee se desprende de su móvil y se instala en una destartalada cabaña para vivir como un ermitaño, aunque pronto será presa de las incomodidades, las inclemencias del tiempo y el acecho de los animales salvajes. Poco le importa, el suyo es un camino íntimo de duelo y expiación que no quiere compartir con nadie. Empero, un cazador (Demian Bichir) le salvará la vida en un momento crítico, y entre ellos se establece una amistad pactada en el silencio sobre los motivos que la han llevado allí.

En su intento de ser fiel a la soledad autoimpuesta de una mujer herida, En un lugar salvaje peca en todo caso de algunas licencias explicativas (sueños, recuerdos) que ayudan a comprender lo que, por otro lado, era fácilmente comprensible. Son los peajes y redes de seguridad de una directora que se muestra también algo dubitativa en la puesta en escena (no hacía falta filmar a un palmo de los ojos para mostrar el sufrimiento) y que no siempre sabe controlar los elementos mínimos con los que juega. Inevitablemente lanzada a la relación entre Edee y Miguel como espejo de soledades, emociones y traumas, la película se deja así modular por una música-guía y se reserva para su tramo final un nuevo giro que redobla los efectos del duelo común y abre una puerta de salida para su protagonista.