El primer padre
La historia de Jim | Critica

La ficha
**** 'La historia de Jim'. Drama, Francia, 2024, 101 min. Dirección y guion: Arnaud y Jean-Marie Larrieu. Fotografía: Irina Lubtchansky. Música: Bertrand Belin, Shane Copin. Intérpretes: Karim Leklou, Laetitia Dosch, Bertrand Belin, Sara Giraudeau, Noée Abita, Andranic Manet.
La de Jim es realmente la historia de su padre Aymeric, mejor dicho, la de su padre adoptivo, el hombre que lo cría junto a su madre hasta que se separan y ese niño se marcha con ella a Canadá para convertirse en un hombre.
Siempre fieles al aire limpio y discreto de la provincia (estamos en Saint-Claude, en el Alto Jura) y a un realismo fabulador antisentimental y novelesco, los hermanos Larrieu (Pintar o hacer el amor, El amor es un crimen perfecto, Tralala) vuelven a estrenar en España con esta adaptación de una novela de Pierric Bailly que ahonda, con propulsión narrativa y pasmoso sentido de la elipsis, en la paternidad entendida como afecto puro nacido del contacto y doloroso proceso de maduración; también en una extraña forma de ser y estar en el mundo, de bondad si me apuran, encarnada en el cuerpo y la mirada limpia de un hombre sin muchos atributos al que, sin embargo, o precisamente por eso mismo, la vida le regala amores intensos y verdaderos, trabajo (precario) constante y pasión por la fotografía.
Un Karim Leklou desbordante de humanidad se hacía con el César gracias a este personaje memorable y estoico: primero joven algo descarriado, luego condenado y preso, para encontrar a su salida la compañía de una mujer embarazada (Laetitia Dosch) que quiere hacer de él el padre de ese hijo y decide después apartarse y esconderse en la traición y la mentira.
A pesar de su recorrido (de 1996 hasta el presente), la de Jim termina siendo la historia de una resignación y un reencuentro, la del aprendizaje de un nuevo caminar, una fábula de segundas oportunidades atrapada entre la pista de baile y las alturas del vértigo y la redención. Un filme a la postre emocionante que se abre paso desde una cierta exterioridad, sin hacer prisioneros ni juzgar a sus criaturas y sus decisiones, mejor dicho, comprendiéndolas a todas, incondicional en su cercanía a un tipo zarandeado y recompensado por la vida.
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