Gabi Martínez: "Estuve muy decepcionado con la idea de que la literatura cambia el mundo"
Libros
El periodista y escritor catalán presenta su último libro, 'Delta' (Seix Barral), una historia que nos acerca al ecosistema del delta del Ebro y en la que se relata las tensiones sociales de la zona
John Irving: “Si un libro no te hace sentir incómodo, ¿por qué razón ibas a leerlo?”
Carmen Amoraga: “Lo sucedido con la selección nos ha cambiado la vida a muchas mujeres”
El periodista y escritor Gabi Martínez (Barcelona, 1971) ha dedicado parte de su obra a indagar y analizar la relación entre el hombre y la naturaleza. Un binomio que es el eje central de la novela Delta, publicada en Seix Barral. En este libro –entre el reportaje, la novela y también la poesía-, el autor sitúa la historia en el delta del Ebro, en la isla de Buda, para así tratar temas que a todos nos conciernen: el cambio climático, los posibles efectos del turismo, la distancia, cada vez mayor, entre lo urbano y lo rural. Cuestiones que se abordan desde una literatura que no concede hueco al cliché o al encorsetamiento. Una literatura, en lo formal, repleta de nuevas lecturas, y que inaugura caminos –en su planteamiento, sí, pero también en los discursos que contiene-.
-Cuántos escritores han hablado del delta del Ebro.
Hay algunos escritores. Pero relatos de verdad, compactos, no tantos. Está Sebastià Juan Arbó y ahora Joan Todó. Pero no creas que hay tantos relatos sobre el delta. De hecho, creo que es una de sus carencias. Los otros autores que menciono en el libro hablan del delta del Ebro, pero de manera más puntual.
-¿Podría desaparecer en próximas décadas el delta del Ebro?
El delta al completo no. Pero un tramo sí. Las playas están desapareciendo a un ritmo de diez metros al año. De hecho al escribir el libro yo me voy a vivir a la última casa antes del mar, que es la primera que se va a tragar el Mediterráneo. Probablemente la primera zona con refugiados climáticos de Europa. El cálculo es que eso va a ocurrir. Si observamos que estamos en octubre a treinta grados, las matemáticas te dicen que las tormentas se están cargando con una fuerza inusual. Y cuando vengan van a venir multiplicadas por no se sabe cuánto.
-¿Qué hace tan especial, y literaria, la isla de Buda?
Por un lado, es un lugar de confluencia –mar, río, laguna- y aquí convergen Cataluña, Valencia, Aragón. Y es también un límite, es frontera. También es una propiedad privada, por lo que la soledad que puedes alcanzar ahí es enorme. Es un lugar donde no hay gente, tan solo tres trabajadores que cultivan el arroz. Luego, la isla de Buda es un lugar de enormes tensiones entre administración pública, ecologistas, pescadores, turistas, cazadores. Tienes la biodiversidad en su máxima expresión. Tanto a nivel humano como biodiverso. En este sentido, yo creo que uno de los grandes retos de la vanguardia actual es conseguir integrar dentro de nuestra literatura al resto de los seres vivos.
-¿El turismo afecta al ecosistema de la zona?
No. La suerte que tuvo Buda, y el delta, es que es periferia. Está muy lejos de la ciudad. Cuando coges el coche no quieres conducir tanto para llegar a un lugar en el que, en principio, no hay nada. Sí se construye en la costa. Pero no en el delta. Cuando se dieron cuenta de que se había construido por toda la zona costera, y quisieron llegar a Buda, había una ley que prohibía hacerlo. Buda es una parte muy protegida y especial para tener unas sensaciones muy distintas a cualquier lugar.
-¿Ha pretendido con este libro eso que llaman concienciar? ¿Cree que la literatura cambia el mundo?
Yo estuve muy decepcionado con la idea de que la literatura cambia el mundo. Y en parte lo sigo estando. Tanto es así que hubo un tiempo en el que pensé que la palabra no iba a ninguna parte. Aunque es curioso, porque a medida que ha ido pasando el tiempo, creo en la palabra, voy creyendo en la palabra. Creo sobre todo en la importancia de la idea de comunidad, que es algo por lo que apuesta Delta. Ese es el germen de donde vienen los nuevos relatos.
-En el libro hay mucho género que se mezcla –narrativa, ensayo, periodismo-, pero destaca el simbolismo, la poesía.
La poesía es fundamental para mí. El arte. Eso es vibración. Eso es emoción. Y a partir de la emoción, si consigues conectar a alguien a través de la emoción, ese alguien actuará. Y la acción es lo que nos define. Somos el relato, es decir, lo que nos contamos, pero somos sobre todo la acción. Hay que saber a qué relato apostar.
-¿Y qué relato debería prevalecer?
Debería escucharse mucho más la voz del creador, y no la del gestor, es decir, del político. El político es el que copa la opinión pública. Él nos lleva a decidir qué queremos ser. Cuando los creadores son los que están a pie de calle de verdad y los que están pensado en cómo decidir en las dinámicas ciudadanas rurales. Recuperamos al creador para los debates. Le tenemos que dar su sitio en prime time. Porque puede seducir a millones de personas. El gestor a las gestiones, el creador a organizar juntos.
-En Delta también se habla de la muerte.
La muerte es un tema fundamental. Me pilla con cincuenta años y empiezo a pensar en el final de manera distinta. Con mi padre también arrastrando una enfermedad. Y me lleva a pensar en las dinámicas en las que estamos. ¿Por qué nos han alejado tanto de pensar que nos vamos a morir? Estamos viviendo de una manera tan apresurada que a veces nos lleva a enfrentarnos a la muerte con estupefacción. Tenemos la muerte industrial, digamos. Pero no nos relacionamos con la muerte. No está en nuestra comunidad.
También te puede interesar