El desarraigo de una generación amnésica

Rosalía Gómez

24 de enero 2009 - 05:00

La guerra, todos lo saben, es un monstruo de mil cabezas de cuyas secuelas, en mayor o menor medida, nadie se puede librar. Pero es muy difícil afrontarla directamente desde el arte sin perder la distancia, sin sucumbir a otras tentaciones.

Rachid Ouramdane lo hace desde el escenario, desde un cuadrado negro con cuatro neones en el suelo, algunos altavoces y una pantalla lateral de pie en la que se reflejan diversas imágenes.

Y lo hace con una gran sinceridad, con su propia historia personal de europeo de raíces africanas que conecta con toda una generación de orientales -vietnamitas, entre otros- criados en Europa o Estados Unidos cuya amnesia, cuyo sentimiento de extranjería los hace volver a los terribles testimonios de sus familias, a buscar, en un suelo lleno de cicatrices, la huella que dejaron otros cuerpos, a colocarse frente a un espejo y sentir que no sabe si él es la realidad o su reflejo.

Y a ese bagaje personal une un talento increíble para la danza -o mejor, para expresarse con su cuerpo- para las artes plásticas, para los sonidos... para crear en suma un mundo lleno de precisión en el que su presencia solitaria, aunque rodeada de testimonios visuales y acústicos de primer orden, destaca y llena el escenario de una energía que pocos saben crear.

Parece ser que Loin... es el embrión de un gran espectáculo que se estrenará en Avignon. Probablemente será un buen trabajo, como lo fue el Cover con que nos visitó hace dos años. Pero sus solos tienen algo muy especial.

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