Literatura

El diario de un poeta metido a celador en la pandemia: "Ahora estamos peor, no hemos aprendido nada"

  • Pedro Sáez Serrano trabajó durante los tres peores meses de la epidemia en un hospital madrileño y ahora plasma esa experiencia, la "más intensa de su vida", en 'Diario de un celador insomne'

  • Rafael Reig, que firma el prólogo, y Belén Gopegui, autora del epílogo, avalan el trabajo del autor, que lamenta la gestión política "rematadamente mala" desde el desconfinamiento

El poeta madrileño Pedro Sáez Serrano

El poeta madrileño Pedro Sáez Serrano / M. G.

¿Qué pinta un montañero poeta metido a celador en un hospital donde habita la covid?. La respuesta está en el diario que Pedro Sáez Serrano escribió en los tres meses que trabajó desde "el centro de Covidland", publicado en un libro ahora cuando, considera, "ahora estamos peor que entonces, no hemos aprendido nada". Diario de un celador insomne. Miradas desde el interior de la pandemia es el título de este libro de la editorial La Vorágine, que fue publicando en su página web por entregas los textos que Sáez Serrano escribía durante los tres meses que estuvo trabajando en un hospital madrileño que no quiere identificar.

Un libro que ha sido prologado por Rafael Reig, Ricardo Gómez y Virginia Rodríguez, mientras que el epílogo es de Belén Gopegui, y en el que día a día, señala La Vorágine, el "celador insomne" relataba el ambiente dentro del hospital donde él, un aprendiz de celador, se pone del lado de la sanidad pública, junto con enfermeras, fisios, auxiliares, celadores, limpiadoras o cocineras que lo están dando todo. Poeta y guía de montaña nacido en Collado Villalba (Madrid), Pedro Sáez recuerda cómo decidió ser voluntario para trabajar como celador: "Presenté mi solicitud en el hospital el 26 de marzo, en el pico de la crisis. Antes no se me había pasado por la cabeza, a pesar de tener amigos y familiares sanitarios".

Lo decidió después de quedar "conmocionado" al leer que eran precisamente las personas que habían nacido "en tiempos de catástrofe", la guerra y la posguerra, las que estaban muriendo en soledad. Y porque esos familiares y amigos sanitarios estaban empezando a enfermar. "Era un deber moral sustituirlos", consideró entonces. Escribir un diario sobre sus vivencias desde finales de marzo a finales de junio en ese territorio que llama Covidland tampoco fue algo premeditado, prosigue el autor, sino que surgió por "pura necesidad de expresión" porque la escritura "es testimonio de la memoria" para no dejar que actúe el olvido.

Los autores del prólogo del libro destacan la paradoja que supone que, mientras que la pandemia ha sido un acontecimiento real e inmenso, nadie, salvo los directamente afectados, ha podido verlo. Las noticias hablan de síntomas y cifras, de decretos y recuentos, pero "la población sabe poco de lo que ocurre en los epicentros del dolor", algo que Pedro cuenta en su diario. Y el que la sociedad no lo haya visto puede tener que ver con lo que está ocurriendo en la actualidad, reconoce el autor, que cree que se "ha olvidado muy rápido" y sería necesario un tratamiento de choque "no para sufrir más, sino para tomar conciencia": "Nos han tratado como una sociedad infantil y eso está siendo bastante catastrófico".

"Nos han negado la posibilidad de ver a nuestros abuelos muertos y me parece nefasto por parte de las autoridades y de los medios, que creo que no han luchado lo suficiente para mostrar la realidad en toda su crudeza", sostiene Pedro Sáez, que cree que en Italia no fueron tan "paternalistas" y mostraron imágenes impactantes como la fila de camiones militares de Bérgamo transportando ataúdes. Y cree que los políticos "lo están haciendo rematadamente mal" desde que se inició el desconfinamiento y que "habrá que pedir responsabilidades".

Nada de ficción en este diario, lleno también de referencias literarias, ternura y humor, en el que este celador que siempre corre por los pasillos del hospital con sus zapatos blancos aprende a ponerse los EPI, a tratar a los pacientes, a limpiarlos y a alentarlos y, a veces, a llevarlos al depósito de cadáveres. El compañerismo es una de las mejores cosas que recuerda y, sobre todo, la risa, "una válvula de escape muy necesaria en situaciones difíciles" durante lo que ha sido, asegura, la experiencia más intensa de su vida.

Un índice explicativo de personajes pone fin al libro, nombres ficticios pero no así las personas a las que se refiere y con las que trató esos tres meses, aclara Sáez, que también incluye personalidades aludidas en el texto como escritores, cineastas o políticos. Entre ellos Boris Johnson, el primer ministro británico del que el celador se confiesa "en las antípodas" aunque suscriba íntegramente una frase suya: el sistema de salud pública es "el corazón del pueblo y está impulsado por el amor".

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