Orfandad intergaláctica

A estas alturas de sofisticación tecnológica e hiperfotorrealismo animado, uno ya sólo le pide a cada nuevo título de Pixar-Disney, líderes indiscutibles del sector desde hace ya tres décadas, un mínimo de arrojo y originalidad narrativa a la hora de abordar nuevos proyectos para la taquilla de temporada. Eso y que le guste a Julia, claro está.

Escrita y co-dirigida por un hombre de la casa como Adrian Molina, Elio se suma a la apuesta por la integración y la diversidad pc para darle protagonismo a un niño latino cuyas principales señas de identidad no tienen empero nada que ver con su origen, sino más bien con esa condición de huerfanito desvalido y triste que sueña con las estrellas y la vida extraterrestre y que vuelve a servir una vez más de enganche para el melo, las emociones universales e incluso interplanetarias, ya que el asunto se redobla aquí en el baboso e invertebrado colega extraterrestre con el que vivirá las aventuras y peripecias de ida y vuelta (entre la Tierra y el Comuniverso) de un filme de mensajes tan clásicos como simplotes sobre la amistad entre especies, el valor de la paz y el pacifismo y el poder curativo de los afectos verdaderos más allá de los vínculos sanguíneos primarios.

Escrita e imaginada a partir de retales de ficciones previas como E.T. o Encuentros en la Tercera Fase y universos plásticos multicolor, translúcidos y mutantes suspendidos en agujeros negros, Elio deja en evidencia cierta bajada de exigencia y no pasará a los anales de las mejores producciones de la casa ni siquiera gracias a ese pelo animado que salta del microscopio para llegar al cuero cabelludo de su propietario original o de la canción de los Talking Heads a las primeras de cambio para ganarse el corazón de los padres y acompañantes.