La escultora francesa Louise Bourgeois muere a los 98 años

La artista, conocida por su obra abstracta y surrealista, desarrolló toda su carrera en Estados Unidos

Efe / Nueva York

01 de junio 2010 - 05:00

La artista franco-estadounidense Louise Bourgeois, conocida por sus esculturas abstractas y connotaciones oníricas, falleció ayer a los 98 años en el hospital Beth Israel de Nueva York en el que vivía desde hace algún tiempo, según informó la directora del estudio de la escultora.

La artista francesa era muy conocida por sus trabajos abstractos y surrealistas, en especial sus esculturas y dibujos, algunas de ellas muy conocidas como la gigantesca araña en bronce, de más de nueve metros de altura, titulada Maman, que se exhibió en el Guggenheim de Bilbao

Las esculturas de la artista franco-estadounidense, realizadas en acero, bronce, cristal, madera o piedra, eran en ocasiones de contenido sexual explícito, y entre ellas está la provocativa Fillette (1968), con forma fálica.

Realizó pinturas, trabajos en papel, madera y cristal, así como murales hechos con objetos recogidos de la calle y esculturas de distintos materiales, como mármol, metal, plástico y látex.

En 2008 el museo Guggenheim de Nueva York le dedicó una exposición retrospectiva sobre su extensa carrera, que recorría todos los aspectos creativos de la nonagenaria artista francesa.

Nacida en París en 1911, desde muy pequeña Bourgeois ayudó a sus padres en el negocio de restauración de tapices que regentaban e inició sus estudios artísticos en la capital francesa con artistas de la talla del pintor Fernand Léger antes de emigrar a Nueva York en 1938, después de casarse con el historiador de arte estadounidense Robert Goldwater. Bourgeois ejerció toda su carrera, con gran influencia en artistas jóvenes, en Estados Unidos.

Desde la Gran Manzana permaneció a la vanguardia de las artes visuales durante siete décadas, configurando una singular visión creativa en la que se aprecian toques del surrealismo, expresionismo, postminimalismo y el arte abstracto.

Cuando el Guggenheim organizó esa exposición, la artista supervisó la muestra y explicó que en su extensa carrera artística habían influido significativamente su infancia y los traumas provocados por la pérdida de una madre joven y la traición de su padre por mantener una relación sentimental con su profesora de inglés. Precisamente una de sus obras, que representa una escena de canibalismo, se llamó La destrucción del padre (1974).

En los años 90 creó sus famosas Celdas, que eran obras en forma de pequeñas habitaciones cercadas en las que colocaba tanto sus objetos como los recogidos de la calle.

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