Crítica de Teatro

El escurridizo Boadella

Albert Boadella repasa sus mejores creaciones en 'El sermón del bufón'.

Albert Boadella repasa sus mejores creaciones en 'El sermón del bufón'. / d. s.

Se trata aquí primero de señalar la desmemoria propia del medio, el teatro -donde las palabras vuelan y lo escrito no suele mantenerse casi nada-, para subirse a la estela de su fragilidad y repasar, sin mucha parafernalia, una vida y una trayectoria que la última heroica barricada -al abrigo de las andanadas de la versión definitiva del nacionalismo catalán- ha podido tapar demasiado. Y si es verdad que buena parte de la audiencia actual de Boadella lo sigue precisamente por su mediática y valiente oposición a la deriva política de su tierra natal, El sermón del bufón pretende revitalizar la figura poliédrica del bufón irredento, que tiró a más de un pichón a lo largo de su vida, metiendo el dedo en ojos diestros y siniestros (así, seguramente, no todos los extractos videográficos de sus obras y adaptaciones, de Teledeum a La Torna, de Bye Bye Beethoven a Don Carlo,habrán sido del agrado de sus más recientes admiradores).

Apología de la desnudez teatral -un cuerpo que se expresa-, aupada en una confesión postrera de las estrecheces de un arte en busca de la potenciación de la anécdota más o menos incisiva gracias a la mediación musical y lírica, El sermón del bufón se estructura con psiquiátrica economía de medios: escindido en dos, Albert (el niño asilvestrado, gamberro, bromista y rebelde) por un lado, y Boadella (el artista cívico, comprometido y reflexivo) por otro, el demiúrgico habitante de la escena narra con una perenne sonrisa en los labios su esquizofrenia creativa midiendo los altibajos en la influencia de ambas personalidades desde sus primeras comedias mudas hasta su definitivo abandono de Els Joglars, la compañía que fundara en los años sesenta junto a Soldevila y Font, y que tan visionariamente diera cobijo a una nueva encarnación del padre Ubú y familia; versión catalana de aquel insaciable gusto por las phinanzas.

Junto al repaso historiográfico y memorístico, lo interesante de El sermón del bufón, que tiene menos pretensiones que los testamentos al uso, recae en que en un determinado momento y como en una película de terror sobre hermanos gemelos y asesinatos en serie, uno empieza a dudar de quién es el bueno y quién el malo, quién está de nuestro lado y quién podría resultar un oponente dialéctico de altura en temas tan variopintos como la sacralidad, el ritual, el arte contemporáneo, la defensa de las minorías o el animalismo. Ahí radica la grandeza de Boadella, en su capacidad de escurrirse.

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