Crítica de Danza

Una fisicidad cargada de futuro

Estupenda labor la que el belga-burkinés Serge Aimé Coulibaly está realizando a lo largo y ancho del planeta en favor de la cultura africana.

Ya había demostrado sus dotes de bailarín en compañías como las de Alain Platel o Sidi Larbi Cherkaoui. Ahora, con unos magníficos bailarines procedentes de Camerún y Burkina Faso -y una europea-, ha emprendido una carrera de coreógrafo y director de escena con la que, a pesar de lo que le queda por aprender, logra su objetivo principal que es ocupar el escenario y expresar el deseo de libertad de unos jóvenes llenos de una inusual energía. Hombres y mujeres que, aunando mil influencias en el crisol de sus cuerpos, rotundos y fibrosos, han encontrado un lenguaje propio con el que expresar sus inquietudes.

El espectáculo, dividido en dos partes muy diferenciadas, está inspirado en la figura del del mítico Fela Kuti aunque en la primera parte, en blanco y negro, lo único que hay de él es esa capacidad para reivindicarlo todo de manera festiva. La danza de los seis bailarines -Coulibaly baila, pero es más un maestro de ceremonias, o tal vez el alter ego de Kuti- es un auténtico regalo. Un ejemplo de entrega y de vitalidad que supera toda etiqueta y, por supuesto, cualquier frontera cultural.

La segunda parte, llena de colores brillantes, tiene lugar en una especie de club nocturno, tal vez en el que Kuti, el inventor del afrobeat, cantaba, tocaba diez o doce instrumentos y hablaba de cambiar el mundo. Como él, los bailarines toman la palabra. "Yo seré presidente de mi país", repiten. O hablan del infierno en que se ha convertido el Mediterráneo. Hay una mayor violencia y una gran teatralidad. Pero con todo, la mejor de sus armas es la extraordinaria fisicidad de los bailarines .

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios