Fran Pedrosa: "La alegría es la virtud que no se debe perder, incluso por encima de la esperanza”
FRAN PEDROSA | Cantante y compositor de Pinocho Detective
Pinocho Detective presenta mañana en la Sala X 'La desilusión intacta', su nuevo disco, una colección de canciones que convierten la melancolía en refugio, el humor en consuelo y la música en un ejercicio de honestidad sin trampas.
Juano Azagra: "Aunque digamos que hacemos las canciones para nosotros, siempre hay por detrás algunas expectativas"

En el universo musical de Pinocho Detective, las canciones son ventanas abiertas a la sinceridad, donde la poesía se funde con acordes que sorprenden y emocionan. Fran Pedrosa, alma y voz del grupo, lleva casi dos décadas tejiendo historias que navegan entre el humor y la melancolía, entre lo íntimo y lo universal. Ha construido un sonido propio, fiel a su esencia, pero siempre dispuesto a reinventarse. Desde sus inicios en 2006 hasta su último trabajo, La desilusión intacta, Pedrosa y su banda han demostrado que la música no es solo un arte, sino un refugio, un lugar donde la honestidad y la alegría se encuentran para crear algo que perdura. Este viernes presentarán su nuevo disco en la Sala X, precedidos por Ana Chufa & The New Deal, en la fiesta de presentación de la agencia de representación Objetivo Paz Mundial, con un concierto que promete ser un viaje emocional a través de sus letras y melodías. En esta entrevista, Pedrosa nos abre las puertas de su proceso creativo, sus influencias y la fascinación que convierte cada canción en un momento inolvidable.
Pregunta.-Este proyecto de Pinocho Detective lleva ya camino de los veinte años de existencia. ¿Cómo era su vida en 2006, cuando arrancó todo esto?
Respuesta.-Todo comenzó con Monoplaza, un grupo de los que editaba Paco Trilita en su sello Indoor. Con ellos grabé mi primer disco en 2001, que quedó muy bien; pero surgieron problemas: uno de los miembros se fue a Suecia, otro a China, y fue imposible mantener el grupo a flote. Era una banda con mucho potencial, al menos a nivel artístico, pero las circunstancias nos superaron. Me quedé solo, con la necesidad de escribir y darle un sentido más sólido a mi vida, algo que en aquel momento era especialmente importante. Decidí irme a Francia, donde trabajé como auxiliar de conversación en un instituto. Eso fue en 2005. Durante ese año en Lyon, me dediqué a escribir canciones. Ese aislamiento me llevó a componer, y cuando regresé en 2006 ya tenía un buen puñado de ellas. Al volver, contacté con algunos amigos músicos. Valentín Francisco García, que había sido el batería de Monoplaza, se unió a mí, al igual que Dani Barja, de Blusa, otro de los grupos de Indoor. Así empezamos en formato trío, porque había aprendido que, cuantas menos personas, mejor. Era más fácil ensayar y componer con un grupo reducido.
P.-Y surgió la necesidad de mantener esta nueva vía de expresión. Y a enriquecerlo con más músicos e instrumentaciones diversas, por lo que se puede apreciar en los discos que fueron sacando.
R.-Así fue. Con el tiempo, Valentín dejó el grupo y entró Antonio Ortiz. A partir de ahí, las cosas se pusieron más serias. Grabamos nuestro primer EP, El arte de ser los otros, con Javi Mora. Más tarde, conocimos a Jordi Gil, quien mostró un gran interés por el grupo y el siguiente disco, Esto no es música para un sábado, ya lo grabamos en su estudio Sputnik. En esa época seguíamos siendo un trío. Luego vino Memorias de un pez, en el que empezamos a incorporar más instrumentos. Como estudié viola en el conservatorio tengo una gran conexión con músicos clásicos. Fue entonces cuando recurrí a Rosa Rodríguez y Nacho Camino, así como a mi profesora de viola, Marina Barredo, que ahora da clases en el conservatorio de Bilbao. También incluimos arreglos de teclado y otros instrumentos, gracias a amigos que nos ayudaron sin cobrar. Para nuestro primer disco largo, La vida privada de Pinocho Detective, seguimos el mismo enfoque, pero decidimos que necesitábamos a alguien que le diera más consistencia al grupo. Ahí entró Isra Diezma, un amigo de hace años que, curiosamente, fue uno de los primeros fans de Pinocho. Nos conocimos gracias a eso y desde entonces hemos sido inseparables en lo musical. Él se unió al grupo a partir de ese disco, aunque tiene un estatus un poco diferente, ya que está involucrado en muchos otros proyectos, tanto familiares como musicales y se incorpora cuando hay movimientos importantes, como grabaciones o giras.
P.-Aunque usted colabore con muchos otros artistas, incluso con el propio Diezma en algunos otros proyectos ajenos, para usted Pînocho Detective es la banda con mayor sentido.
R.-Claro. Desde el principio esta banda era exactamente la que yo quería tener. Comencé a tocar con Pinocho mucho antes de unirme a All La Glory y a Chencho Fernández, sin embargo, Pinocho siempre ha sido mi banda, mi proyecto personal. Como compositor, necesito escribir y crear, y este grupo ha sido mi espacio para hacerlo. Este era mi proyecto personal hace casi 20 años y lo sigue siendo hoy, aunque a lo largo del camino también he formado parte de otras bandas que han tenido cierta proyección, al menos a nivel local en Sevilla.
Las canciones que escribo son como el psicólogo que me ahorro"
P.-¿Qué le hizo elegir para la banda precisamente ese nombre tan sugerente, entre la ironía y la ternura? ¿Qué le decía entonces ese personaje que no le decía ningún otro?
R.-La verdad es que el nombre surgió de algo que se me quedó grabado en algún rincón de mi cerebro. Todo viene de un libro que teníamos en primaria, creo que era para aprender a leer. Uno de los capítulos se llamaba Pinocho Detective. No me hice más preguntas en ese momento, pero cuando llegó la hora de ponerle un nombre al grupo, ese título me vino a la cabeza de inmediato. Era como si Pinocho Detective estuviera esperándome, escondido detrás de un matojo, listo para salir. Se lo comenté a un amigo y fue un flechazo instantáneo. Aunque, con el tiempo, hubo momentos en los que me arrepentí del nombre, ahora ya no. De hecho, lo adoro. Piense en la contradicción: un detective, que se supone que busca la verdad, pero que es Pinocho, un personaje conocido por sus mentiras. Esa dualidad me fascina. Tiempo después, alguien me regaló el cómic en el que se basaba aquel capítulo del libro, inspirado en los cuentos de la editorial Calleja. Había un escritor, Bartolozzi, que a su vez se basó en el Pinocho de Collodi, para hacer unos capítulos muy divertidos, que tienen un humor muy fino. Al releerlo años después, me di cuenta de lo ingenioso que era y fue cuando me dije: claro, ahora lo entiendo todo.
P.-El título del disco nuevo, La desilusión intacta, es tan poético como desconcertante; sugiere una dualidad entre el pesimismo y la alegría. Yo, que ya le conozco desde hace algunos años veo en su personalidad las dos cosas. ¿Cómo logra equilibrar estas emociones en la música y las letras de sus canciones?
R.-Sí, como dice, soy una persona alegre y a la vez seria. Tengo esa dualidad: me tomo las cosas muy a pecho, muy en serio, pero también soy alegre. Últimamente pienso que la alegría es la virtud que no se debe perder, incluso por encima de la esperanza. Creo que hay que enfrentar lo que viene con una actitud alegre, sea lo que sea. En cuanto a las letras y la música, en mi caso, creo que debe reflejarse mi personalidad como compositor. Yo no puedo esconderme cuando escribo, aunque lo hago de una manera más implícita, no tan directa. Pero se tiene que notar. El humor, por ejemplo, es algo que no puedo perder. En mis letras siempre hay algo que rompe la seriedad, una tontería, un detalle que aligera el tono. Sin embargo, intento que esté equilibrado, que no se coma al texto, sino que sea un toque de atención cariñoso para quien quiera escucharlo. Me encanta cuando estoy con mis amigos escuchando las canciones, que son muy sentidas, y veo que se ríen en el momento justo. Ahí pienso: Vamos bien. Porque a veces, como me decía nuestro representante, las canciones pueden ser tan profundas y tan intensas a nivel emocional que, si no dejo un respiro, acabo llorando. Menos mal que lo hago, porque es imposible no sentirse abrumado por tanta sensibilidad. Creo que eso me describe bien. Y, claro, la desilusión sigue intacta. Después de tantos años y de los éxitos que hemos cosechado -creo que esto lo dice con el modo ironía en ON-, tanto yo como los que están a mi alrededor, me parece meritorio seguir adelante sin esperar nada más que hacer buenas canciones, buenos discos, y disfrutarlos con quien quiera acompañarme. Poco más, porque ya es bastante.
P.-Dice en la hoja de promoción que este disco fue un refugio emocional. ¿Cree que el arte surge de la adversidad, que es un proceso para transformar la melancolía y la desilusión en algo bello?
R.-En mi caso, la composición y la escritura del disco me pillaron en pleno confinamiento. Yo vivo solo, y durante ese tiempo tenía mis clases por la mañana en línea y por las tardes, como todo el mundo, no tenía vida social. Además, soy demasiado obediente, así que no me saltaba las normas. Entonces, me dije: ¿Qué hago ahora? Podían pasar muchas cosas: podía empezar a comprar cerveza, dedicarme a ver series, pasar horas viendo informativos y echarme a llorar todo el día... Pero decidí que era el momento perfecto para dedicarme a lo que siempre me hubiera gustado hacer si fuera profesional a tiempo completo: componer y escribir canciones. Era una oportunidad, y yo siempre intento sacar partido de las situaciones adversas. Así que me puse a escribir con sentido, con paciencia, repitiendo y buscando. Para mí, aquel periodo no fue tan adverso, afortunadamente. Mi familia y mis amigos cercanos no se vieron afectados, aunque siempre hay algún conocido que, al final, termina sufriendo. En ese sentido, para mí fue una bendición dentro de un contexto negativo. Por otro lado, en términos generales, creo que las canciones que escribo son como el psicólogo que me ahorro. Como la mayoría de los artistas, creo que tenemos que sufrir por algún lado si queremos ser verosímiles, reales y transmitir verdad. Quiero que todo lo que cuento sea verosímil, que no parezca un personaje inventado, aunque el nombre del grupo sea un personaje. No lo hago queriendo, pero es que yo soy así: honesto y bastante transparente, para bien y para mal. En general, necesito escribir para liberar tensiones y dolores, pero también le canto a la parte positiva de la vida. No me guardo la música solo como terapia, ni mucho menos. Creo que es de justicia valorar lo bueno que te pasa, y afortunadamente, hay mucho de eso.
P.-¿Cómo le ayudó concretamente la composición de este disco? ¿Qué tipo de catarsis personal encontró componiendo estas canciones?
R.-La música es mágica, pero no es como diría mi madre, la purga de Benito. No puedo decirle que después de escuchar una canción todo se solucione. Lo que sí puedo afirmar es que el acto de componer me ayuda en general, y el feedback que recibo después me hace sentir que estoy haciendo las cosas bien. Eso me da confianza y, de alguna manera, me ayuda a encontrar mi lugar en el mundo. Desde un punto de vista más amplio, sí, es una pequeña catarsis, pero muy pequeña. No puedo precisar cosas como esta canción me ayudó a superar esto o esta otra canción hizo aquello; no funciona así. Sin embargo, mi trayectoria musical, en todos los niveles, tanto como compositor como tocando con Chencho Fernández y Juano Azagra, me ha ayudado a sentir que he encontrado un sitio, aunque no pueda vivir de esto al 100%. Soy profesor de música en el colegio Santa Joaquina de Vedruna y en el fondo soy músico por encima de todo. Ya sé quién soy, con mis dudas y contradicciones. Y creo que la música ha sido la herramienta que me ha ayudado a descubrir eso.
P.-¿Qué aportaron a unas canciones que son una necesidad vital suya otros letristas que participaron en ellas, como Chencho Fernández y Daniel Franco?
R.-Yo podría haber hecho las canciones solo perfectamente. No tenía ninguna necesidad ni hábito de escribir con nadie, ya que siempre lo había hecho solo. Pero, claro, la música también es un medio para acceder a otros universos, como son las personas, los amigos. Todos mis mejores amigos son músicos, y eso no es casualidad. Lo que más ilusión me hace es que ellos metan la patita en mi música. Siempre me ha emocionado que participen, y lo he conseguido, sobre todo a nivel de arreglos musicales. Rosa Rodríguez, Nacho Camino, siempre han estado ahí. A Jordi Gil, por ejemplo, le doy carta blanca para que opine y produzca, aunque siempre todo está consensuado y hablado. Con Diezma pasa lo mismo: yo me involucro en los arreglos, pero cuando veo que alguien puede aportar algo, me encanta que participe. Que haya algo de mis amigos, de las personas que quiero, en mi música, me parece precioso, una muestra de generosidad. Y en este caso ha sido igual. Ha sido una época en la que con Chencho ensayábamos mucho. Se quedaba en mi casa a menudo, nos levantábamos y yo le enseñaba mis canciones. Un día me dijo: Tengo una letra en la cabeza que tiene que empezar con un iceberg. Y yo le respondí: Pues vamos a empezar una canción así, porque ya tengo esto otro. Todo surgió de manera natural, no porque yo se lo pidiera, sino como consecuencia lógica de una amistad, de estar juntos y compartir ideas. Lo mismo pasó con Franco; estábamos grabando las primeras canciones en su estudio y me dijo: Tengo una letra; yo le dije: Pues yo tengo esta canción; él puso el estribillo, yo saqué la estrofa, él añadió dos o tres frases maravillosas, y yo cerré la canción con el candado, nunca mejor dicho -se refiere a Los candados, la canción que abre el disco-. Cada vez que la escucho pienso: Esta es la canción más bonita que hemos hecho. Además, como es un trabajo conjunto, no me da pudor decir que es mía; como él está ahí puedo presumir y decir que es la canción más bonita. Y eso es lo que me da la amistad, esa conexión, esa razón para crear.
P.-El proceso de grabación se alargó bastante. ¿Cómo afectó esa espera al resultado final? ¿Cambió a lo largo del tiempo su visión de las canciones?
R.-No, no; en absoluto. Lo bueno de tardar tanto es que se le pueden dar muchas vueltas a las canciones. Hemos tenido tiempo más que suficiente para dejar respirar las canciones. Muchas veces las grabábamos y no volvíamos al estudio hasta meses después, por las razones que fueran. Eso nos permitía ver claramente los cambios que necesitaban, lo que les faltaba a los temas. Yo veo las canciones de una manera muy particular. Además, es un leitmotiv en la historia de Pinocho: somos muy tardones, por muchas razones, tanto propias como ajenas. Eso es lo que tiene ser independiente, que no tiene nada que ver con lo que muchos dicen que es indie, sino que a nivel de trabajo lo hacemos todo nosotros. Siempre hemos autoeditado, aunque en alguna publicación nos hayan puesto el nombre de Delia Records. Todo ha sido financiado por nosotros hasta ahora que ha entrado Eclipse Melody que, aunque ya teníamos grabado el disco e íbamos a autoeditarlo, ellos se han encargado de sacarlo en vinilo, de la comunicación y todo lo demás. Perfecto. Pero eso ha sido la gota que ha colmado el vaso de la espera, de la tardanza. Teníamos pensado sacarlo en junio de 2024, pero con Eclipse Melody nos hemos plantado en febrero de 2025, después de todos los retrasos que llevábamos. Pero, bueno, para el fracaso no hay prisa, ¿no? Yo, personalmente, estoy acostumbrado a ver las canciones con mucho detalle. Al final, cuando ya le he dado todas las vueltas posibles, no me puedo arrepentir de nada. No tengo motivos, porque ya no se le pueden dar más vueltas. Además, somos bastante fieles a nuestro estilo. No nos importa mucho lo que se escuche más o menos en cada momento porque tenemos nuestros propios colores, nuestra propia identidad. Creo que somos clásicos dentro de nuestra propia visión, de nuestra historia. Siempre hemos sido así y musicalmente tenemos una personalidad que nos impide alejarnos de ella. Ni queremos ni podemos. No es que yo vaya a hacer ahora un disco de música electrónica, por mucho que me guste bailar. No es mi salsa, y no me voy a meter ahí. Así que viéndolo ahora todo, no hay nada que me parezca que haya cambiado desde cómo lo tenía en un principio. Todo lo contrario, me hace sentirme igual que me sentía hace cinco años cuando empecé a trabajar en ello.
P.-Y Jordi Gil produciendo, Sebas Orellana y Nacho Camino colaborando en la música, ¿han participado en los matices y texturas de las canciones, o ya lo tenía usted todo bien estudiado? ¿Los arreglos de cuerda son suyos?
R.-Yo había hecho antes algunos arreglos de cuerda, especialmente en Memoria de un pez, donde escribí para viola y violín. Fue algo que saqué de lo que había aprendido en el conservatorio, más o menos. Pero a partir de La vida privada de Pinocho Detective, Rafa Cañete, un violinista y arreglista fantástico que trabaja mucho con Jordi, se encargó de hacer los arreglos para algunas canciones. Nacho Camino también colaboró en algunos. Para este disco, Jordi me dijo que en Historia de un iceberg veía claro que había que meter un cuarteto de cuerda. Y así fue como el disco terminó tomando más forma. Llamamos a Cañete para que hiciera la armonía. Le envié todos los acordes de la canción, se la grabé, y él se puso manos a la obra. Después, contactamos a Rosa Rodríguez para el violín, a Nacho Camino para el violonchelo, a Jerome Ireland, un violista de la sinfónica, y el propio Cañete fue el violín primero. Fue un proceso súper bonito. Con Sebas Orellana, por ejemplo, tengo una conexión especial. Hemos tocado juntos muchas veces y tenemos una complicidad musical increíble. Le dije: Mira, hay una canción que no sabemos muy bien cómo tratar. La teníamos un poco como música de ascensor, inspirada en ese sonido que se supone que tenían los ascensores cuando tenían hilo musical: bossa nova, easy listening, cosas así; pero no queríamos dejarla para el final, con ella había que hacer algo especial. Así que le dije a Orellana: Aquí tienes la canción. Haz lo que quieras con ella. Le envié la armonía, la melodía y la letra, y cuando la escuché en el estudio él había llevado la canción a un terreno más folk, más contenido, precioso y tierno, que encajaba perfectamente con la letra. En ese momento, yo todavía no sabía que esa era la canción más bonita que había escrito en mi vida. No lo supe hasta que la escuché grabada. Orellana había añadido percusiones, bajo, guitarra acústica, unos coros que me recordaban al Harvest Moon de Neil Young; solo faltaba una guitarra eléctrica, que añadí después, junto con una guitarra española para darle un toque final. Más tarde, Javi Mora grabó el armonio. Cuando escuché el resultado, era otra canción completamente distinta. Orellana me insistió en algo que siempre repito: Fran, esta canción no la puedes cantar con voz potente. Tienes que hacerlo casi como un susurro, con la voz quebradiza, a punto de romperse, como si fuera un hilo muy fino. Y fue un acierto total. De hecho, el día que fui a grabarla, venía un poco tocado por problemas en las clases, pero fue perfecto. Quedó preciosa. Orellana me hizo un regalazo absoluto. Él y Jordi produjeron la canción juntos, porque se entienden muy bien. Orellana ya ha estado en Sputnik mil veces, lo conoce como si fuera su casa.
No supe que 'Música de ascensor' era la canción más bonita que había escrito en mi vida hasta que la escuché grabada"
P.-En la conversación cita usted mucho sus discos anteriores. ¿Qué ha aprendido de ellos que haya aplicado en la creación de este nuevo disco?
R.-Como le he dicho antes, soy bastante fiel a mí mismo. Creo que algunas canciones de discos anteriores, si no todas, podrían estar en este. Por ejemplo, alguna de Canadá la veo perfectamente aquí. De hecho, cuando grabamos Canadá, no hicimos un disco completo, sino que escogimos las cinco canciones que más nos gustaban y las sacamos. Así nació ese EP, con la idea de que después sacaríamos algo más rápidamente. Pero, para que vea, aunque entramos a grabar poco después de Canadá, hemos tardado cinco años en sacar este disco. Así que, por mucho que queramos, no hay forma de acelerar las cosas. En cuanto a las letras, he intentado ser un poco más directo, dar menos rodeos y ser más transparente. Eso es algo que he notado al compararlas con letras anteriores. Me decía: Esto es demasiado oscuro, vamos a intentar clarificar un poco el mensaje. Al fin y al cabo, el mensaje son mis sentimientos, que es de lo único que creo que tengo criterio para hablar. A mí no me gusta discutir, y no voy a opinar de lo que no sé. Pero de mí es de lo único que puedo hablar con propiedad. Puedo estar equivocado, claro, pero si no puedo hablar de mí, entonces mejor me hago cartujo. Así que, bueno, he aprendido a hacer el mensaje más claro, más directo, dejando de lado el culteranismo y acercándome más al conceptismo. Es algo que he ido puliendo con el tiempo.
P.-Antes me ha dicho que se siente un outsider dentro del panorama indie, pero, por otra parte, está considerado un referente de la música de autor contemporánea en Sevilla. ¿No encuentra un lugar concreto en el que situarse, un nicho artístico?
R.-Pues me gusta verme donde realmente estoy. Para mí, Pinocho Detective está incluido entre los grupos más talentosos de la escena, al menos a nivel local, de mi generación. Y creo que estaríamos de acuerdo incluso si ampliamos el abanico más allá de Sevilla. Chencho Fernández, All La Glory, Nacho Camino y Pinocho Detective. Yo me veo con ellos, en su misma onda, aunque hagamos música muy diferente. Pero hacemos pop y me veo ahí, en ese nicho, y estoy bastante a gusto. No me considero un perdedor ni nada por el estilo. Eso sería absurdo e ingenuo. Me siento bien cuando me ven como un letrista al nivel de Nacho Camino o Chencho Fernández. Que me metan en ese saco me encanta, Y creo que lo hago bien sobre todo porque estoy rodeado de gente tan talentosa que me obliga a ponerme las pilas. Mi vocación siempre fue ser escritor de canciones, aunque también soy músico. El conservatorio me enseñó a ser muy disciplinado y esa es una de las cosas que más valoro de esa etapa. Soy hiper disciplinado, especialmente a la hora de escribir, y tengo sentido común. Sé que cuando algo no me gusta, lo descarto sin dudar, aunque eso implique tardar más. Todo esto lo hago porque estoy rodeado de talentos a los que tengo que mirar y que me exigen dar lo mejor de mí. A la hora de elaborar canciones, necesito expresarme con muchos acordes. Pero, por otro lado, también soy capaz de hacer cosas más simples, como música de ascensor o canciones para fiestas populares. Quizás en ese sentido sí que he simplificado un poco con respecto a otros discos, volviendo a su pregunta anterior.
P.-Me ha hablado usted de su generación. Una generación que vive entre la esperanza y la decepción permanente. ¿Los más jóvenes entienden su música?
R.-Pues yo creo que sí. Esa es la excepcionalidad de la música, o del arte en general. Tú lo sueltas y hay doscientas mil maneras de entenderlo. Yo no voy a decir cómo lo tienen que entender, pero sí le puedo contar que, quizás por la figura que represento, hay personas que lo reciben de maneras muy distintas. Por ejemplo, entre mis alumnos. El otro día, uno de bachillerato se me acercó y me dijo que por su cumpleaños le habían regalado nuestro vinilo y le encantó. Y no es el único. Usted conoce a Raquel Lao, batería, bailarina, de veintipocos años, que es como nuestra fan número uno. Por eso le digo que sí, creo que la música llega a gente de diferentes edades y perfiles. Lo que pasa es que, a la hora de los conciertos la brecha se nota más. Nuestro público no es principalmente joven y eso se debe a que ir a un concierto no es solo cuestión de música; entran en juego otros factores que hacen que la gente joven prefiera ver grupos de gente joven.
P.-Después de más de dos décadas de trayectoria, ¿qué se mantiene intacto en Pinocho Detective?
R.-La honestidad y la sinceridad a la hora de escribir las canciones. Y a nivel musical, las ganas de sorprenderme a mí mismo, siempre dentro del lenguaje que entiendo y que tengo en mi cabeza. El sentido del humor también es clave y afortunadamente no lo he perdido. No me he vuelto una persona amargada, como podría haber ocurrido, porque cuando las cosas se ponen serias, pueden cambiarte el carácter. Pero creo que, en ese sentido, vamos por el buen camino. Seguimos con alegría, disfrutando de lo que somos capaces de aportar al mundo. Y lo que yo tengo para aportar es mi cuota de alegría y felicidad a quien escuche el disco. Cuando logramos eso, es para siempre. No somos de esos grupos de los que la gente dice: Ya no me gustan, han cambiado su estilo o Se han vendido. No es nuestro caso. Eso no nos puede pasar, es imposible. Ni siquiera me cabe en la cabeza. Todo lo que hacemos se mantiene fiel a lo que siempre hemos sido: en las letras, en la armonía, en lo que cuento, en cómo lo canto. No he cambiado mi manera de cantar ni mi forma de crear melodías. Esa coherencia es lo que hace que los pocos fans que tenemos estén bien cuidados y nos acompañen como si fuera una fiesta. Y es que, en cierto modo, lo es. Cada vez que sacamos algo nuevo, hay personas muy pendientes de lo que hacemos. Además, llevaban mucho tiempo pidiéndonos un vinilo, mucho tiempo. Nos lo pedían una y otra vez, y era de justicia sacarlo ya.
P.-¿Cómo ha sido esa recepción del público y la crítica hasta ahora? ¿Hay alguna reacción que le haya sorprendido especialmente, para bien o para mal?
-No, no; para mal nada. Para mal ninguna crítica. No sé si es porque quizás no hemos llegado a suficientes canales o porque ahora en las revistas cuando te mencionan es para hablar bien de ti. Entonces, dentro de un año, cuando revisemos toda la prensa especializada en la que no hemos salido, eso será como una crítica negativa implícita. El otro día salimos en Hoy por hoy, de Àngels Barceló, que se grabó aquí en Sevilla, y conocí a Fernando Neira, un periodista al que le encantó nuestro trabajo y nos había hecho una reseña preciosa; cuando leí su artículo me quedé sorprendido. Escribió cosas encantadoras sobre mí, describiéndome como un escritor de profundidad poética. Me quedé un poco ruborizado, como es normal, pero fue una gran alegría. En el programa de Ángels Barceló se rieron mucho con el nombre de la banda, les dio un ataque de risa a todos, parece que no se lo esperaban. Yo lo entiendo; es algo que forma parte de nuestra identidad. También está Miguel Rivera, que me dijo que estas canciones son maravillosas para una especie en extinción. Le encanta nuestro trabajo, al igual que a Javi Vega. Eso es algo que siempre ha pasado con Pinocho, aunque quizás esta vez más. Todos los músicos de la escena, como Pablo Cuevas, de Los Fusiles, un artista auténtico, me han mostrado su apoyo; también Freddy Dilevi, a quien le encanta Pinocho Detective, aunque estamos en un sitio alejado musicalmente. Incluso a Emilio Losada, el más punkarra de Sevilla, le gusta nuestro trabajo. Eso a mí me emociona. Gustavo Iglesias nos puso hace poco en Radio 3 y le encantó Los candados. Al principio siempre entramos con dudas al estudio de grabación, sobre todo yo. De hecho, me tienen que empujar para hacer discos largos, porque soy un poco miedoso. Me da miedo exponerme, pensar en si eso no va a gustar. Es un trabajo, una expectativa, un desembolso; todo eso pesa. Ahora, con este disco entiendo que hay personas que prefieren los discos largos. El mismo Neira me dijo que más que de EPs él era de discos completos. Creo que cuando escuchas un disco, le coges más el punto, aunque haya dos o tres canciones que no sean tan buenas. Eso es mejor que un EP con solo cinco canciones maravillosas, porque las que no son tan buenas hacen que las otras destaquen más. Nos dimos un buen curro para decidir el orden de las canciones en este disco, porque era difícil. Y ahora, en Spotify da igual, la gente las escucha en cualquier orden. A veces pienso: Si esas no las pusimos seguidas en el disco es porque no pegaban ni con cola…
P.-Llevamos muchísimo rato de charla y todavía no hemos hablado del concierto: músicos invitados, sorpresas, repertorio…
-Se supone que es la presentación del disco, pero no vamos a hacer nada demasiado especial por eso. El protagonismo es para Objetivo Paz Mundial, la agencia de representación que de momento solo nos representa a nosotros. Ellos quieren organizar algunos eventos, pero todo irá poco a poco. Ya veremos cómo evoluciona. La idea es hacer una fiesta de presentación con precios asequibles, algo sencillo y nada más. No tenemos ninguna colaboración especial, porque la verdad es que lo único especial es que Isra Diezma colabore conmigo. Les he dicho a Ana Chufa y su grupo que, si quieren, pueden subir al final durante Solo sé que no sé nadar en los coros. Siempre hay coros, y el público suele participar. Ana me ha propuesto que yo me suba con ella en una canción, Baby Blue, para hacer el estribillo y tocar la pandereta. Eso es algo que solo pasa porque somos tan amigos, es raro hacer algo así. Tocaremos casi todo el disco, aunque se nos quedará fuera una canción. Tocaremos también dos o tres canciones de Canadá, algunas de Memorias de un pez, y de La Vida Privada de Pinocho Detective creo que tres. Es decir, vamos a hacer un repaso por lo que hemos estado tocando toda la vida. Estoy seguro de que la gente que venga ya se sabrá las canciones. Eso no es algo a lo que estemos muy acostumbrados, pero últimamente he notado que la gente viene con muchas ganas de escuchar lo que ya conoce. Te lo demuestran cantando las canciones, algo que antes no ocurría tanto. Hemos hecho muchos conciertos en lugares de poco aforo y ahí sí se ven las caras y puedes notar que les está gustando. Ves que están embobados, y después, cuando acaba el concierto, lo corroboras con los comentarios. Pinocho Detective siempre ha sido para una élite minoritaria, pero creo que va a ser un concierto muy emotivo. Yo intentaré contenerme para no emocionarme demasiado, porque soy de lágrima fácil. A medida que uno se hace mayor, o te vuelves duro como el acero, o todo te afecta más. Yo soy de los segundos. El otro día, de hecho, vi un documental de Alfredo Krauss en La 2; había un momento en el que le hacían un homenaje, y él, poco antes de morir, tuvo que parar de cantar porque se echó a llorar en medio del escenario, con la orquesta y todo el público. Y yo pensé: Te entiendo, tío. Ese es el enemigo de los músicos sensibles, sobre todo de los hipersensibles. Todos los músicos son sensibles, pero algunos lo son especialmente. Yo me tengo que cuidar de eso, porque llevo una semana que no duermo bien. A las 6 de la mañana todavía estaba trabajando, porque no teníamos cerrado el repertorio ni el orden. Ayer nos fuimos con dudas, y hoy me desperté pensando: Ahora hago el repertorio, me ducho y me voy. Pero a las 7 de la mañana, me dice Diezma: Este es el repertorio. Resulta que los dos habíamos hecho el mismo, cada uno por su lado. Y pensé: Ostras, esto está guay. Ya ve cómo estamos de bien sintonizados.
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