Cultura

El hombre ante lo incierto

  • Antonio Lucas firma en 'Los desengaños', el libro con el que ganó el último Premio Loewe, un sentido retrato de la perplejidad de la existencia

Los desengaños. Antonio Lucas. Visor. Madrid, 2014. 88 páginas. 10 euros.

En Ante el mar, uno de los poemas de Los desengaños, el libro con el que el madrileño Antonio Lucas ha ganado el último Premio Fundación Loewe, un hombre observa el oleaje "de espaldas a lo vivo" y "confía en la aventura / de no tener delante más párpado que el agua". Parece un tipo en el final de su existencia, "ya sin gozo ni trofeo", se dice, "con la piel de muchos años como un alcohol fingido", que se sabe "irreal cuando aún se siente cierto". "Es exactamente así:", concluye ese poema, "pues cuando un hombre observa el mar / amplía la nostalgia de sí mismo". Esos versos, incluidos en el fragmento Paisaje de lo incierto, reflejan la hondura y la sutileza de este inventario de derrotas, acogido como la crónica de un naufragio generacional pero que trasciende con creces esa etiqueta: Los desengaños es, ante todo, un viaje íntimo, siempre sentido, por la perplejidad y el miedo de la existencia, al doloroso saldo negativo con el que se cierra el cómputo de los días. "Todo hombre se cifra en sus propios despojos", admite Lucas en un pasaje del poemario, después de haber reconocido que "ya la vida suena como un tesoro herido" y todo paso no es sino una invitación a la deriva, volver "no es regresar, / sino un perderse con conciencia de naufragio".

Es verdad que el poeta se dispone a alumbrar con su verbo un tiempo oscuro y Los desengaños podría entenderse como un retrato colectivo, el de quienes han descubierto que "el futuro no admite ser cantado" y los sueños no podrán cumplirse, pertenecen al decepcionante material del espejismo. "Nunca antes vimos de igual modo planear el miedo. / Nunca tanto anuncio de ciudades saqueadas: / el concierto de las grandes carestías, / el oscuro atajo de aceptarlo todo / y asumir la humillación como anticipo", expone Lucas en Sumisión, título sin ambages como el de Crisis, otro poema en el que su artífice plasma las claudicaciones que protagoniza un hombre asustado en el escenario confuso de la actualidad: "Y vivir es mantener el equilibrio / por tedio o cobardía. (...) Fingir que nuestra vida / no es rueda de obediencia, / que no lo es el silencio. / Ocultar que no antecede la maldad a la Historia. / (...) Esto es lo que queda de nosotros, / esta generación que veis aquí, / este buen entendimiento del escombro, / este don de conquistar el fuego / para inmolarse mansamente sin saberlo".

Pero Los desengaños ofrece el diálogo de un hombre que ha cumplido los 37 años -la edad titula otro de los poemas- y su carga de pesadumbres con el niño que fue y la esperanza que cobijaba: la infancia, un tema presente en otros libros de Lucas, vuelve a propiciar escenas emocionantes. "Yo que nombro las cosas con derrotas que simulan palabras, / emitiendo sonidos que al decirse estallan / y habitan los albinos tejados del idioma. (...) Si me preguntas, / no sabré decir qué sucedió", señala en Inocencia. Crecer supone asumir las limitaciones, entenderse precario, pero también algo por venir. "Pertenezco a lo que no puede durar, / a lo que no se ha dicho aún: / al delirio volcánico del pájaro, / a la sed que desaloja ríos". Y el retrato conduce a la extrañeza: "Qué ves cuando me acerco, / qué raro acordeón vaciando a un hombre, qué historia mal contada, / qué grieta", se cuestiona Lucas.

Si toda vida es la construcción (y la reelaboración) de una identidad, las circunstancias del poeta alteran esa conquista. El del libro es un hombre roto por el desengaño amoroso, que invoca a su antigua pareja sin hacer sangre. A Lucas no le interesa el rencor, sino habituarse a las arenas movedizas de su nuevo estado: "Estar solo es pensar un latido a destiempo. / Dar noticia de nadie". Y tras la separación, el recuerdo, las promesas que no pudieron cumplirse: "Tu voz regresa ahora. Es una habitación sin argumento, / pero invita a una imprudencia como de vidas juntas".

Los desengaños, no obstante, no es la carta de rendición de un individuo golpeado por la vida, y esconde en sus páginas la intensidad y el ardor de quien aún desea sentir pese a los riesgos que esa apuesta conlleva. "No existe otra fe que el fiero desvarío de haber soñado lobos, de haber besado bocas, casi música", dice Lucas en un texto en prosa dedicado a Miguel Ángel Velasco. El autor, pese a la fragilidad de sus esfuerzos, sabe que "una vez solo es la vida. / Apúrala con calma, con hambre, enajenado, / distante a la idiotez, altivo si es preciso, / abraza la penumbra, no huyas la tristeza, / sé fiel a la lujuria, no temas la renuncia. / Apúrala en silencio, / jamás con abandono. / Que nunca sea el recuerdo de un nunca pudo ser".

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