Elogio de la contención
La buena letra | Crítica

La ficha
**** 'La buena letra'. Drama, España, 2025, 110 min. Dirección y guion: Celia Rico Clavellino. Fotografía: Sara Gallego. Intérpretes: Loreto Mauleón, Roger Casamajor, Enric Auquer, Ana Rujas, Teresa Lozano, Sofía Puerta.
A Celia Rico Clavellino la han querido meter en un saco, el de la promoción generacional de un nuevo cine español hecho por mujeres, que tal vez le queda demasiado pequeño a su singular talento como cineasta, demostrado ya de forma consecutiva en Viaje al cuarto de una madre, Los pequeños amores y esta La buena letra en la que, por primera vez, adapta una novela ajena y de prestigio de Rafael Chirbes.
Un talento que se despliega no tanto en una mirada femenina, si tal cosa pudiera identificarse fácilmente, o en unos temas de agenda, sino más bien en un regreso a las raíces o a los modos de un clasicismo esencial de los asuntos y la puesta en escena que la emparenta, y perdonen la exageración, antes con Ozu, Ford o, en este caso, con Erice, que con otras cineastas y autores de referencia para la nueva oleada de jóvenes realizadoras de festivales.
Porque tampoco es el suyo un cine de tendencias y modas, sino uno de aspiración popular que busca a su público (ojalá lo encuentre) en un espectador adulto y sensible capaz de mirar y escuchar a la altura de su apuesta por la depuración, la contención y la sugerencia, principales méritos de esta adaptación propia que visita la inmediata posguerra civil española desde una pequeña localidad valenciana, para ser más precisos desde el interior de una humilde casa familiar donde se cuecen a fuego lento y sigiloso las emociones reprimidas y los silencios de los perdedores entre los vectores del afecto, el temor, la suplantación y el misterio que se establecen entre una esposa y madre y su marido (Roger Casamajor), el hermano de este regresado de la cárcel (Enric Auquer) y otra mujer (Ana Rujas) que, ya en su segunda mitad, viene a recordarnos esa vida exterior que en esta película apenas asoma en la imaginación, en las cartas o en las canciones populares que suenan por la radio.
Rico Clavellino consigue dominar prodigiosamente ese espacio sin apenas salir de sus paredes, en la elocuencia de cada encuadre, en la precisión de cada gesto, cada mirada, cada repetición y cada pausa, en el tiempo justo de cada escena, en el manejo de la elipsis, a través de esa luz tenue que nos recuerda un tiempo de precariedad y austeridad que es también autoimpuesta, asumida como una suerte de expiación sacrificial propia del melodrama que, desde el foco de nuestra protagonista, extraordinaria siempre en su contención Loreto Mauleón, intenta imponerse a un entorno que, sin embargo, parece querer salir fuera en busca de aire.
Esa es la historia y el eje central de esta Buena letra de los perdedores, los discretos y los heridos, una historia de resiliencia, arreglos de costura y pequeños sueños de café con leche fraguada en una forma ritual que sabe exprimir su contención para liberar así sus emociones más genuinas, encerrarse el tiempo necesario para que el exterior cobre más fuerza aún cuando aparece ya como doble espacio para la tragedia y la catarsis.
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