Sobrevivir a contrarreloj
La historia de Souleymane | Crítica

La ficha
**** 'La historia de Souleymane'. Drama social, Francia, 2024, 90 min. Dirección: Boris Lojkine. Guion: Boris Lojkine, Delphine Agut. Fotografía: Tristan Galand. Intérpretes: Abou Sangare, Nina Meurisse, Younoussa Diallo, Amadou Bah.
El turbocapitalismo ha creado un nuevo trabajador precario y esclavizado desanclado de toda cadena humana, manejado y manipulado en la sombra digital por las aplicaciones móviles y el anonimato de los teleoperadores que, siguiendo a su vez férreas consignas corporativas, deciden prolongar o cancelar sus cuentas como repartidores de paquetes o comida para el consumidor perezoso.
Ken Loach ya se ocupó de los primeros en Sorry we missed you con su habitual tendencia a subrayar la evidencia y a forzar demasiado el drama en aras de la denuncia y el didactismo. Boris Lojkine sortea ahora esos riesgos en su acercamiento a uno de esos riders inmigrantes de origen africano (de Guinea Conakry para más señas) que pedalean a toda velocidad en la noche parisina para entregar comidas calientes a domicilio y ganar a cambio un mísero puñado de euros. Ese repartidor tiene un nombre, Souleymane (extraordinario Abu Sangare), pero tiene una identidad laboral y una historia prestadas: la primera le permite trabajar cada día, la segunda es la que entrena en voz alta durante sus trayectos con el fin de pasar la entrevista que le proporcione un permiso de residencia como asilado político.
La película se concentra en los dos días previos a esa entrevista, siguiendo sin respiro a Souleymane en su jornada, pedaleando junto a él entre el tráfico, abriéndonos los ojos a una realidad durísima en la que hay que bregar con las prisas, los accidentes, los rechazos y las faltas de respeto, pero donde queda también un pequeño hueco para la solidaridad, la empatía y la intimidad de una llamada de teléfono antes de dormir unas horas en la litera del centro de acogida.
La de Souleymane es la historia de la construcción de una identidad extraída del anonimato urbano y la inmigración ilegal como asuntos de telediario o de deleznables políticas racistas, el relato implacable, directo y efectivo de unos gestos de supervivencia en los que encontrar la dignidad en el caos de la jungla capitalista. Siguiendo las enseñanzas de los Dardenne, Lojkine sabe bien lo que se hace y se aferra a ese cuerpo en movimiento sin perderlo de vista, dosificando bien el drama o haciendo que no se note la escritura de cada uno de esos accidentes que son, en realidad, el pan de cada día. Pero sobre todo sabe cómo llevar su historia a un punto de revelación de estirpe rosselliniana donde el tiempo, por fin, se detiene para escuchar, ahora sí, ese verdadero relato personal e intransferible que vale y pesa más en la conciencia (de Europa, del primer mundo) que cualquier guion prescrito destinado a encajar con los protocolos burocráticos.
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