La moderna tradición sevillana
La Fundación Valentín de Madariaga reivindica el ímpetu renovador de aquellos pintores figurativos, aún activos, que crearon a partir de los años 50 el nuevo clima estético de la ciudad
José Yñiguez, crítico de arte de Diario de Sevilla y comisario de Reset. ¿Qué hay de nuevo en la tradición (del arte contemporáneo sevillano)?, ha planteado en este proyecto que acoge la Fundación Valentín de Madariaga una mirada a los pioneros de la renovación plástica que aún están en activo en la ciudad para mostrar, con trabajos recientes y hasta alguno inédito, como en el caso de la instalación escultórica Escritorio con libro de Carmen Laffón, la vigencia de sus postulados y su palpitante modernidad.
Esta propuesta expositiva consta de dos partes. La primera, dedicada a la figuración y en cartel hasta el 24 de enero, incluye trabajos de Santiago del Campo (1928), José Luis Mauri (1931), Joaquín Sáenz (1931), la citada Laffón (1934), Teresa Duclós (1934), Paco Cuadrado (1939), Claudio Díaz (1939) y Félix de Cárdenas (1950). La segunda, centrada en la abstracción, mostrará a partir del 4 de febrero la obra más actual de Pepe Soto (1934), Manuel Salinas (1940), Gerardo Delgado (1942), José Ramón Sierra (1945), Juan Suárez (1946), Ignacio Tovar (1947), José María Bermejo (1952) y Juan Lacomba (1954).
En el espíritu de la cita están muy presentes, sin embargo, aunque por razones de coherencia cronológica no se muestren sus obras, las figuras de Miguel Pérez Aguilera, Paco Cortijo y Paco Molina, que con su actitud antiacademicista y compromiso estético o ideológico alentaron, bien como discípulos, coetáneos o amigos, a muchos de estos artistas.
"Al igual que cuando apretamos el botón de reset del ordenador, una operación muy simple que parece que hace que la máquina funcione como si fuera nueva, aquí también la idea que preside todo es la de reinicio. Es una llamada a la memoria, a mirar el papel que jugaron estos artistas en la renovación del arte sevillano, que estaba anclado en el academicismo a mediados del siglo XX. Ellos son los pioneros del arte contemporáneo en Sevilla", resume Yñiguez, que ha optado por un montaje circular donde es preciso desandar el camino para alcanzar la salida, lo que provoca un juego de miradas cruzadas. Abre el itinerario Félix de Cárdenas con varias pinturas de su serie de barcas vacías en el río, "un tema al que el artista aporta una intensa carga de misterio y melancolía pues las embarcaciones le sirven como metáforas del sepulcro y del último viaje", explica el comisario a propósito de este artista que también ha tratado con maestría el bodegón o el paisaje.
De Carmen Laffón sólo se han incluido dos trabajos pero resultan espléndidos. El lienzo Bajamar, un paisaje de Sanlúcar de Barrameda con el coto al fondo realizado en témpera, óleo y carboncillo, puede verse en Sevilla por primera vez tras mostrarlo la artista en la última edición de Las Edades del Hombre en Arévalo (Ávila). La otra pieza es la citada escultura de hierro, escayola y bronce que recupera la mesa de trabajo de su mítico estudio de la calle Bolsa de Sanlúcar de Barrameda, esencial en su quehacer pictórico y su vida personal. "El libro de bronce que culmina la pieza está recién terminado", precisa Yñiguez. Posiblemente la autora reservaba este estreno para la muestra antológica que el Ayuntamiento de Sevilla iba a dedicarle en 2014 en el convento de Santa Clara, proyecto que se canceló y que por fortuna ha recuperado ahora el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo que dirige Juan Antonio Álvarez Reyes. "Carmen Laffón sí que es moderna, con esa síntesis tan actual del realismo interpretado a su manera donde confluyen sus vivencias más íntimas. Ha pintado el Coto de Doñana muchas veces, desde diversos puntos de vista, pero aquí está mucho más presente el cielo. La escultura es estupenda porque, a partir de una estructura muy simple, dota de enorme fuerza el juego de contrastes entre los materiales de la mesa y el libro de bronce. Parecería una obra minimal si no fuera por el espacio que crea alrededor, por su calidez impresionante".
La siguiente sala agrupa obras de Teresa Duclós y José Luis Mauri. De ella vemos, junto a una vista del jardín de su hogar, tres bodegones que reproducen los mismos motivos y esquemas compositivos dándoles sin embargo un aire distinto y evocador en cada ocasión. "En estas obras de Duclós los objetos difieren por tonalidades y ambientes, son como esos secundarios de John Ford que en cada película regalan una pequeña variación inolvidable", destaca José Yñiguez. De Mauri se han elegido seis pequeños paisajes de Conil -localidad también decisiva en la poética de Joaquín Sáenz- que le recuerdan, por el modo en que el artista se enfrenta al paisaje y al color, "la valentía de sus primeros momentos, frente a otras obras más trabajadas y preciosistas".
La importancia que Mairena tiene en la trayectoria de Paco Cuadrado y Santiago del Campo, residentes en esta localidad del Aljarafe, permite reunir obras de ambos pintores en una misma estancia. De Cuadrado se presentan cuatro lienzos al óleo que, a medio camino entre el paisaje y el bodegón, reproducen con gran barroquismo las coliflores y lombardas de la huerta de Mari Paz, su mujer. "Normalmente él se centra en personajes, o en la aridez de los campos de girasoles que protagonizaron su serie anterior, pero aquí es más detallista, más cercano", destaca Yñiguez, que encuentra "en los planos, pero no en el colorido", ecos de Georgia O'Keeffe.
Santiago del Campo comparece a su vez con seis bodegones muy especiales porque en vez de retratar naturalezas muertas pone el acento en su rico acervo cultural mostrando portadas de libros de valor sentimental para él, como un tratado de Morales Padrón, el manual de arte griego de Antonio Blanco Freijeiro, una guía de Grecia que le dio el placer de volver a pintar el Partenón, Mi madre de Georges Bataille y hasta una obra que le permite homenajear a Miguel Pérez Aguilera.
En la siguiente y última sala se concentran motivos en torno al río Guadalquivir de Joaquín Sáenz. Descuellan sus vistas del caserío de Triana con la torre de la O al fondo y la de un barco en desguace pintado desde la esclusa. Dos de las obras, que Sáenz tiene en depósito en su hogar, pertenecen a la colección de Cajasol. Yñiguez no oculta su admiración por estas pinturas y el boceto de uno de los barcos, de una "modernidad arrolladora" pese a que Sáenz dejó de pintar hace más de una década por motivos de salud.
Por último, los cuatro bodegones "sencillos, limpios y esenciales" de Claudio Díaz destacan por su juego del cuadro dentro del cuadro, donde una manzana en primer plano anticipa la fuente de cristal que al fondo acoge muchas otras manzanas. Como colofón, una vista de Díaz del cuartel del Carmen realizada a partir de una imagen que él pintó mucho tiempo antes de la transformación del espacio, hoy sede del Conservatorio Superior.
A Yñiguez le emociona y sorprende "la vitalidad, el entusiasmo y las ganas de pintar" de todos estos artistas, que se dieron cita en la inauguración de la muestra el miércoles, donde volvieron a repasar algunas anécdotas de sus años de formación. "Todos ellos crearon el clima de la nueva tradición del arte contemporáneo en Sevilla. Los figurativos se aglutinaron en los años 50 en torno a Miguel Pérez Aguilera y el Club La Rábida, llegando a formar lo que se conoció como la Joven Escuela Sevillana. Eran artistas que estudiaron en la Escuela de Bellas Artes, contra cuyos modelos académicos de finales de los años 40 se subordinaron", sostiene el comisario, también director editorial de Los Sentidos, el sello de la galería Rafael Ortiz.
En los 60, coincidiendo con la lucha política contra la dictadura, tomó el relevo el grupo Estampa Popular, cuyo realismo crítico y condena de la pobreza del campesinado tuvo como motor a Paco Cortijo, que curiosamente había comenzado con los pintores de la Joven Escuela Sevillana y de quien estuvieron muy cerca Paco Cuadrado y Claudio Díaz, pero este último más en el campo del compromiso ideológico que en el aspecto formal. "Además, Félix de Cárdenas, perteneciente a una generación posterior pero vinculado a ellos por la apuesta figurativa, participó en un taller con Cortijo y Rolando Campos, de modo que las conexiones entre todos fueron intensas", continúa Yñiguez.
José Soto, que debería pertenecer generacionalmente a esta primera parte, estará representado en la segunda exposición ya que él comenzó a pintar cuando se creó en Sevilla un clima favorable a la abstracción que propiciaron los arquitectos y pintores José Ramón Sierra, Gerardo Delgado y Juan Suárez. Junto a estos nombres de singular relevancia y otros como Manuel Salinas, Yñiguez revisará en la segunda parte de su díptico expositivo el nacimiento de la vanguardia abstracta en la galería La Pasarela y el papel que desempeñaron a finales de los 70 las últimas becas Juana de Aizpuru-Casa de Velázquez en las carreras de Ignacio Tovar, José María Bermejo y Juan Lacomba.
Figurativos o abstractos, lo cierto es que todos estos artistas han dejado una profunda huella en la historia del arte contemporáneo desde Sevilla y que su afán por permanecer activos es un dique contra el desaliento. Tanto Mauri como Carmen Laffón, por ejemplo, han dedicado este año un día a la semana a pintar del natural en la Facultad de Bellas Artes, para seguir ejercitándose. El propio José Soto, al inaugurar en el CAAC la muestra con la que regresó a la pintura 40 años después, reveló para sorpresa de todos que se había comprado un despertador que no tenía "para aprovechar más el tiempo".
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