Ni el momento ni el lugar

Nana para Emmy Hennings | Crítica de danza

Un momento de la performance de Luz Arcas, con la cantaora Inés Bacán.
Un momento de la performance de Luz Arcas, con la cantaora Inés Bacán. / Manu Suá

La ficha

* ‘Nana para Emmy Hennings’. Luz Arcas / La Phármaco. Baile, coreografía, vestuario y espacio escénico: Luz Arcas. Concepto y dramaturgia: Pedro G. Romero, Cante: Inés Bacán. Umbrófono: Enrique del Castillo. Iluminación: Jorge Colomer. Fecha: Sábado 7 de junio. Lugar: Cortijo de Cuarto. Aforo: Lleno

Extraña y decepcionante velada la que vivimos anoche con el primer espectáculo contemporáneo de un Festival de Itálica al que le está costando encontrar el pulso.

En el programa, el estreno absoluto de Luz Arcas, La Phármaco, una bailarina de una calidad indiscutible y con un bagaje más que relevante, nacional e internacionalmente, a sus espaldas.

Tampoco se queda atrás el recorrido de Pedro G. Romero, responsable, según el programa, no solo del concepto sino de la dramaturgia.

Sin embargo, lo que vimos -que ni siquiera ostentaba la etiqueta de ‘work in progress’- fue una propuesta a todas luces inacabada a la que no se le pudo encontrar el sentido por mucho que el programa nos hablara de espiritismo, de Emmy Hennings (fundadora del célebre Cabaret Voltaire, y tachada en su época de drogadicta y prostituta) y de un encuentro entre tres cuerpos (¿?).

Una pieza de apenas treinta minutos, de los cuales los diez primeros se los pasó Arcas -insistimos, una magnífica bailarina- golpeando el suelo, unas chapas y nuestros oídos con una enorme cadena, y la parte central fue ocupada, como un volcán surgido en una isla perdida del Océano, por el cuerpo y la voz telúrica de la cantaora Inés Bacán.

Seguramente funcionaría mejor en el lugar en el que tuvo su origen -el vídeo de Pedro G. y Luz Arcas La mesa que habla- el Museo Reina Sofía de Madrid, porque la experimentación, legítima y necesaria en el arte, tiene sus espacios y sus contextos y el de anoche, con un público pagante que sale de la ciudad para asistir a un festival de verano como el de Itálica, no era, sin duda, el más adecuado.

Probablemente no les haya dado tiempo a terminar la pieza, pero hace mucho que venimos observando un cierto desprecio por el público que no puede sino empeorar la situación actual de la danza, con más de mil funciones menos en el país que el pasado año.

Marco Vargas y Chloé Brulé volvieron a convencer con la pieza que los dio a conocer hace veinte años.
Marco Vargas y Chloé Brulé volvieron a convencer con la pieza que los dio a conocer hace veinte años. / Manu Suá

Así pues, los únicos que salvaron la noche fueron los teloneros Marco Vargas y Chloé Brûlé con Las 24. Una bonita y dinámica pieza, hecha con el lenguaje que los caracteriza, mezcla de flamenco, danza contemporánea y teatro, con la colaboración del cantaor Juan José Amador. Estrenada hace ya veinte años en el desaparecido Mes de Danza, y después de recorrer con ella una verdadera multitud de espacios, los dos bailarines y Las 24 siguen funcionando de maravilla. Menos mal.

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