Crónica del Jueves Santo Jueves Santo de memorias y esperas bajo la lluvia

El tiempo El tiempo en Sevilla para la Madrugada

Ignacio Martínez de Pisón. Escritor

"El nacionalismo está instalado constantemente en la suspicacia"

  • Tres generaciones de una familia de origen judío buscan sus raíces en 'La buena reputación', última novela de un narrador atento a las vidas cotidianas.

Las familias infelices, nos enseñó Tolstoi, lo son cada una a su manera. Las que novela Ignacio Martínez de Pisón suelen estar llenas de tensiones y secretos que explotan, pero también de momentos de celebración y afecto. El autor de El tiempo de las mujeres, María bonita y El día de mañana aborda ahora en La buena reputación (Seix Barral) la historia de tres generaciones de una saga de origen judío con Melilla como telón de fondo.

-Un patriarca (el sefardí Samuel, casado con la zaragozana y católica Mercedes) que comparte algunos rasgos con Moisés, una familia que reproduce comportamientos atávicos y unos personajes capaces de reflexionar sobre la culpa y la redención en frases como: "¡Cuánto coraje se necesita para pedir perdón!". Ha firmado su libro más bíblico.

-Es un libro bíblico. Resulta muy difícil, por no decir imposible, inventar una historia que no esté de una u otra manera en el Antiguo Testamento. Si tendemos a pensar en el mundo moderno que todas nuestras historias están resumidas o contadas por Shakespeare, aquí el catálogo está en la Biblia.

-La trama arranca en Melilla en 1950 y concluye allí en 1987. ¿Qué le aporta esta ciudad como escenario literario?

-Siempre tuve interés en la época del Protectorado pero hasta hace cuatro años no viajé a Melilla. Me sorprendió su urbanismo e historia, la relevancia de su comunidad judía... En el régimen franquista no había libertad de culto pero en el norte de África, mientras existió el Protectorado, musulmanes y judíos sí podían practicar su religión. Vivían en un limbo histórico donde no se aplicaba la legislación represiva de la Península. Trabajar sobre Melilla me permitió conocer lo que fue la operación Yazhin de rescate de los judíos marroquíes a finales de los 50, una operación clandestina de la que en su día se habló muy poco, sólo cuando fracasó debido al naufragio.

-La presencia judía en Tánger está mejor documentada.

-Tánger, con su estatus de ciudad internacional y todos los escritores y ricachones norteamericanos, ha tenido siempre más prestigio literario. Melilla era sobre todo una ciudad de militares y funcionarios. Carece de ese glamour de los Truman Capote y los Paul Bowles y los William Burroughs pero al mismo tiempo tiene el encanto de ser una ciudad real, auténtica y distinta. Las ciudades siempre modifican las novelas. Melilla es una ciudad cuya historia dura prácticamente un siglo. En el siglo XX nace la Melilla urbana y se produce su desarrollo. De modo lateral, a través de esta familia, cuento las obras del puerto, las distintas emigraciones que llegaron, incluido el éxodo de judíos procedentes de Marruecos, el paso de las tropas de Franco en dirección a la Península, la descolonización... Como si fuera un Aleph, la historia de todo el mundo a partir de un pequeño rincón del mundo.

-Con esta novela, donde reflexiona sobre las herencias que recibimos del pasado, sigue completando su particular relato de la Transición española.

-Estoy contando mi época a través de gente anónima, gente cuyas experiencias biográficas no son particularmente destacables, y componiendo así una especie de puzzle de lo que fue la segunda mitad del siglo XX. En ese puzzle faltan muchas piezas y la de Melilla tal vez no sea la central pero es un punto de vista más que ayuda a iluminar cómo fue esa España donde surgía una clase nueva, la clase media, que iba a ser la gran protagonista del cambio de régimen. Quiero contar en el fondo cómo España se convierte en un país de clases medias. Tengo la sensación de que la clase media en España no tiene quien la escriba, no hay muchos escritores que quieran hablar de ella, pero es la gran protagonista del cambio histórico con sus contradicciones, defectos y también con sus pequeñas grandezas.

-La literatura actual insiste en subrayar que la Transición no fue como nos la habían contado.

-El error es echar la culpa a la Transición, que solucionó problemas de aquel momento, y no hacer ningún esfuerzo por solucionar los del actual. El mal es siempre el mismo: pretender descargar la responsabilidad y querer echar la culpa a la generación anterior. Ahora se tiende a decir que los que lo hicieron mal fueron los de los años 70 que protagonizaron la Transición pero cada generación tiene que asumir sus responsabilidades. Y la generación que está gobernando, que es la mía, la de la gente que tenemos 50 años o más, lo ha hecho mal en las últimas décadas y no ha sabido prever el futuro y prepararse. Así tenemos, entre otros, el problema de Cataluña, que se dejó emponzoñar. La infección ha ido creciendo y, por no haberla atajado a tiempo, va a tener peor solución.

-¿Cómo se hubiera atajado la actual deriva soberanista?

-No atizando jamás a unos españoles contra otros, no provocando ningún tipo de conflicto con aquello del Estatuto. Al mismo tiempo las culpas están repartidas: hay quien puede provocar y gente demasiado susceptible que acepta muy mal las provocaciones. Me da la sensación de que el nacionalismo está constantemente instalado en la suspicacia.

-Nació en Zaragoza en 1960 y lleva residiendo en Barcelona 32 años. ¿Espera que las tensiones se superen en Cataluña?

-Creo, a pesar de las evidencias, que el ser humano tiene tendencia a hacer las cosas bien y que las cosas se arreglarán de una forma que no sea totalmente satisfactoria para nadie pero que sea medianamente satisfactoria para una mayoría. Creo que al final habrá una fase de diálogo y se llegará a un acuerdo de convivencia que nos servirá para los próximos 30, 40 ó 50 años.

-Se habla de un estilo casi invisible de Martínez de Pisón, que alcanza también a su narrativa breve y a su premiado Enterrar a los muertos.

-Yo no siento que mi estilo sea invisible, es más, lo veo muy claramente. En ese sentido me siento próximo a Patrick Modiano, un autor de un estilo escueto que dice las palabras que tiene que decir y no se deja arrastrar por la musicalidad del lenguaje. Me encantan los dos últimos Premios Nobel, él y Alice Munro son para mí dos modelos de escritores, y uno de mis libros favoritos, y lo vengo diciendo desde hace años, es Dora Bruder.

-¿Se siente cómodo con la etiqueta de autor realista?

-Como somos pocos, lo reivindicaré. Pero si lo piensa bien no somos tan pocos, Javier Cercas va por ese camino y Almudena Grandes también. Mucha gente descubre que la tradición realista es tan poderosa y al mismo tiempo tan amplia que cabemos y podemos decir muchas cosas sin necesidad de copiarnos unos a otros. La realidad da para todos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios