Fiesta del color y del ritmo

ORQUESTA JOVEN DE ANDALUCÍA | CRÍTICA

La OJA en el Teatro de la Maestranza.
La OJA en el Teatro de la Maestranza. / Guillermo Mendo

La ficha

****Programa: ‘Mariachitlán’, de J. P. Contreras; ‘El sombrero de tres picos’ (suites nº 1 y 2), de M. de Falla; ‘Cuadros de una exposición’, de M. Musorgski/M. Ravel. Director: Juan P. Valencia. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Lunes, 21 de abril. Aforo: Algo menos de la mitad.

Que el colombiano Juan Pablo Valencia lleva el ritmo en la sangre quedó en evidencia desde el primer momento con la animada pieza Mariachitlán (“Tierra del Mariachi”) del mexicano Juan Pablo Contreras. Se trata de una composición brillante, bien armada y con el atractivo de continuos cambios de ritmo, de binario a ternario y siempre con la brillantez de unos espléndido metales aportando fulgor y calor. Valencia controló en todo momento a las fuerzas a su mando, clarificó las texturas para que todo fuese percibido con nitidez y acentuó con eficacia y buen sentido musical los cambios de ritmo.

De nuevo la flexibilidad rítmica afloró en las suites de El sombrero de tres picos de Falla. Pero aquí el maestro también mostró dominar algo esencial en la música del autor gaditano como es el sentido del color. El sonido evanescente de las cuerdas, tocando con sordinas y cerca del puente, creó un ambiente de misterio casi mágico. Magníficos los dobles reguladores, abriendo y cerrando el sonido en La danza de la molinera como demostración del control de las dinámicas a la vez que de exactitud y precisión en la respuesta de una orquesta que a todo lo largo del concierto lució un sonido sumamente empastado y rico en colores. La garra de esta orquesta y la potencia de su sonido protagonizaron tanto la Farruca como la Jota.

Pero donde todas las secciones de la OJA pudieron brillar a placer fue en Cuadros de una exposición, con esas cálidas maderas del Ballet de los polluelos, esos densos y rutilantes metales en Catacombae y una cuerda tersa en la recreación la melodía judías en Samuel Goldenber y Schmuyle. Saxo, fagot frasearon con gran atención a los matices en Il vecchio castello. A cambio, la tuba tuvo problemas para acabar las frases en varias ocasiones en Bydlo.

Todas estas virtudes se resumieron en las dos propinas: la variación Nimrod de Elgar para que las cuerdas nos recordaran lo perlado de su sonido; y El Cumbanchero de Rafael Hernández para que percusión y metales arrastraran con sus ritmos irresistibles al resto de la orquesta y al entusiasmado público.

stats