Cultura

Un poder en la sombra

  • Los representantes actuales forman un grupo heterogéneo, con toreros, empresarios, ganaderos e incluso amigos · Cobran entre un 10% y un 15% de la contratación de sus poderdantes

El apoderado es una de las piezas clave en el éxito del torero. En primer lugar debe ser un gran negociador con los empresarios, en defensa de los intereses de su torero. Para ello tiene que sacar el mayor provecho en honorarios, eligir adecuadamente las ganaderías, ser consciente de la fecha en la que se incluye a su torero, evitar contrincantes duros y otros muchos detalles, como eludir que su poderdante abra cartel, ya que en ese sentido, cuando torea en terna, tiene que estoquear el cuarto toro (mitad del espectáculo), periodo en el que en muchas plazas, por la merienda, ni siquiera se atiende a lo que sucede en el ruedo, y tampoco tendrá oportunidad de remontar, al quedar los otros compañeros todavía con sendas oportunidades cada uno. El apoderado, en algunas ocasiones, también realiza funciones de relaciones públicas y en contadas situaciones hasta tareas administrativas. Su labor es retribuida con unos honorarios que oscilan entre un 10 por ciento y un 15 por ciento de la contratación de su poderdante.

La figura del apoderado profesional es relativamente reciente. Si buceamos en hemerotecas nos encontramos que en el siglo XIX y hasta mediados el XX, recaían en muchos casos en familiares, amigos o toreros retirados. Así, a los hermanos Bomba, sevillanos, los representaba su padre, con despacho en la calle Reyes Católicos. Durante el siglo pasado tres relaciones de apoderamiento fueron impactantes: Juan Belmonte, con quien Eduardo Pagés -abuelo del actual empresario de Sevilla, Eduardo Canorea- firmó la primera exclusiva de la historia, en la que aseguraba al Pasmo de Triana 25.000 pesetas por corrida; la relación Manuel Rodríguez Manolete con José Flores Camará -quien fue torero y que realmente es el que sitúa en prestigio la figura del apoderado- y el tándem formado por Manuel Benítez El Cordobés y Rafael Sánchez El Pipo -un personaje con un olfato extraordinario como relaciones públicas y para la mercadotecnia-.

Al igual que en el escalafón de toreros, hay apoderados figuras, a los que buscan los toreros, y otros que en el invierno intentan convencer a los profesionales del toreo. Actualmente, su procedencia es variopinta. Así, los hay toreros, empresarios, ganaderos e incluso amigos. Dentro de tan heterogéneo grupo, el empresario sevillano Jesús Rodríguez de Moya es un caso singular, ya que procede del mundo futbolístico y se ha introducido en el de los toros por su afición. Otros casos curiosos han sido los apoderados procedentes de otra esfera profesional, como la prensa. Así, Rafael Moreno, que por amistad con Juan Antonio Ruiz Espartaco, acabó dirigiendo la carrera del sevillano y actualmente Salvador Boix, quien representa a José Tomás.

Entre los que han sido toreros, el caso más reciente es el del maestro Paco Ojeda, compartiendo el apoderamiento de Juan Bautista con José Luis Marca, su suegro. Pero también ejercen en este sector los hermanos Campuzano, Fernando Cepeda, José Luis Segura, Rafael Corbelle, Antonio Corbacho, Roberto Domínguez, Santiago López, Enrique Martín Arranz, Poli Romero, Chocolate, Simón Casas, Luis Álvarez, Enrique Patón o Victoriano Valencia... -los cuatro últimos, también empresarios-, entre otros muchos. Entre quienes proceden de grandes sagas empresariales se encuentran los Balañá, Chopera, Choperitas y Lozano. Otros que tienen peso dentro del sector empresarial son la casa Matilla, Paco Dorado, José María González de Caldas (Taurotoro) o Justo Ojeda. El problema en estos casos es el conflicto de intereses. De todos es conocido que la figura empresario-apoderado es un contrasentido, porque defienden intereses opuestos. Los toreros que caen en casas grandes tienen un número de contratos asegurados al comienzo de la temporada, pero como contrapartida sirven de moneda de cambio con otros empresarios. Así, una casa grande contrata para su/s plaza/s a uno o varios toreros de otro grupo empresarial a cambio de que hagan lo mismo con su/s torero/s. Como es lógico, en esta operación, conocida como intercambio de cromos, los ajustes tienen un coste, que pagan los artistas.

A lo largo de la historia, también se ha dado el caso de que ganaderos compatibilicen su labor con la de apoderado. Actualmente, los hermanos González, Manolo -que también fue torero- e Ignacio, dirigen las carreras de Rivera Ordóñez y Curro Díaz, respectivamente.

Fernando Cepeda, en su momento matador de toros y uno de los diestros de más calidad y que mejor han toreado de capa, ha debutado en el mundo del apoderamiento con Miguel Ángel Perera, una relación que selló la temporada pasada "con un apretón de manos, como se hizo siempre. Los contratos no sirven de nada si no se está a gusto". Cepeda afirma: "Yo no lo busqué. Me cogió por sorpresa. Perera era muy codiciado y ha sido un debut a lo grande. No podía decir que no. Mi labor se basa en el día a día. Yo me preocupo mucho de todo, desde los carteles a la defensa del dinero. Desde que hago una corrida el resultado sé que no depende de mí, pero sí el hecho de organizarlo. El año pasado me llevé muchas satisfacciones desde que Miguel Ángel cosechó la racha de éxitos desde agosto, levantando la temporada. Mi preocupación también se ha visto recompensada y me lo han reconocido. En mi caso, la diferencia a cuando era torero es que ahora no me juego la vida, pero cuando hay peligro lo paso muy mal. Algunos toros me han hecho pasar miedo. Pero en los momentos clave le he advertido de la importancia de la tarde. Hay que tener psicología y decirle las cosas con delicadeza. Para ello me sirve mi experiencia anterior. En cualquier caso, siempre soy crítico. Eso le ha servido para saber siempre dónde estaba y dónde quería llegar".

Jesús Rodríguez de Moya desembarcó en 2005 en los toros, "debido a mi afición, ya que comencé a ver toros de la mano de mi padre, cuando tenía 6 años. Era un gusanillo, una asignatura pendiente que he cumplido". Ha comenzado desde abajo, con toreros que no ocupan puestos cimeros, y hasta el momento ha dirigido a "Marco Antonio Gómez, Manuel Jesús Pérez Mota, Juan Contreras y Miguel Ángel Delgado". También ha organizado una treintena de festejos en media decena de plazas andaluzas. En cuanto a su labor de apoderado, comparándola con la de representante en el fútbol, señala: "En el fondo el trabajo se asemeja. Pero en la práctica, no. Con un torero tienes que estar encima, tanto en la plaza como en el campo. Con el futbolista lo esencial es el contrato y poco más. Además, el toreo tiene un riesgo mayor. Mi porcentaje es el mismo en ambos casos: un 10 por ciento. En el fútbol, por la gran asistencia y seguimiento en televisión, te hace crear una fama que es difícil coger en los toros. Las armas en mi trabajo son la honradez, la humildad y la paciencia. A los toreros les hablo como aficionado. Les digo las cosas como son. Si es algo que no ha resuelto bien en la plaza, espero para decírselo, incluso al día siguiente. En caliente no es bueno". En los toros ha sellado los apoderamientos "con un apretón de manos, salvo en el caso de Marco Antonio Gómez, con el que hice un contrato parecido al del futbolista".

Aunque el apoderado es un poder en la sombra, que puede ser decisivo para impulsar adecuadamente una carrera, la fuerza realmente la tiene el artista. Por eso, la mayoría considera que "el mejor apoderado del torero es el propio torero".

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