El pop canalla de Dani Martín
Sigue fiel al estilo que le aupó con El Canto del Loco
¿Saben cuál es el sonido de un aaaah de miles de fans veinteañeras? Pues así suena continuamente un concierto de Dani Martín. Con público en pie, palmas e improvisadas coreografías de manos arriba. Sin duda, sus seguidores no tienen edad de agradecer una silla.
El madrileño agotó ayer las 3.200 entradas de Fibes en una de las doce actuaciones que dará en España con su último disco en solitario Dani Martín, tres años después de Pequeño. "Es un placer para mí tener la suerte de estar haciendo lo que me gusta y que hayáis venido a verme. Gracias, Sevilla", confesó.
Rodeado de once músicos y fiel al estilo que le llevó a la fama con El Canto del Loco, el cantante hizo enloquecer con temas nuevos como el single Cero o Caminar, las baladas Qué bonita la vida o Emocional, el caribeño Caramelo o las autobiográficas Estrella del Rock o Mi teatro. Junto a viejos clásicos como Son Sueños, Puede ser, Eres tonto o A contracorriente.
Está claro que en Dani Martín lo de menos es la voz, entre otras cosas por lo difícil que se hace oírla entre las versiones de la multitud. Pero quién dijo que para el pop ligero hiciera falta. O que en estos artistas hubiera que premiar la originalidad. Lo que tiene este ídolo mediático, que viene de la Gala 40 Principales y hoy visita Qué tiempo tan feliz, es que encarna a la perfección a ese chico malote y sensible. Sus letras hablan desde la sencillez, impostada o no, de un chico de barrio que se enamora, se desengaña, sale con sus colegas y se preocupa por lo mismo que las niñas que le gritaban "guapo". Por eso, empatiza. Porque cuenta el pinchazo que ha tenido en el camino y agradece públicamente al equipo su ayuda. Y porque sabe decir cosas como: "Sevilla, tengo que aprender de ti".
A él le funciona ese papel de pijo canalla, que pide al público hacer una peineta "para quien se lo merezca", pero se muestra sensible y soñador. De eso habla y a eso recurre. A una música sin pretensiones, fácil y de estribillo que, durante más de dos horas, mantuvo a todos con una feliz sonrisa.
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